Banxico baja la tasa de interés
La política monetaria en México se ajusta en función de los niveles inflacionarios. Así como la tasa de interés alcanzó su nivel más alto en abril de 2023, superando el 11%, el pasado 7 de febrero se registró una reducción a 9.5%, el nivel más bajo en años recientes (Banco de México, 2025). Este ajuste responde a la moderación de la inflación, que en enero se ubicó en poco más del 3%, permitiendo al Banco de México (Banxico) relajar su postura monetaria.
Sin embargo, la aparente estabilidad de precios no elimina los riesgos. El contexto global para 2025 se perfila como incierto y desafiante, lo que llevó al subgobernador de Banxico, Jonathan Heath, a advertir sobre la necesidad de actuar con cautela en las decisiones económicas del país. Y no es para menos: factores como la política comercial de Estados Unidos, la estabilidad del peso y la confianza de los inversionistas podrían alterar los efectos esperados de esta baja en las tasas.
La reducción de tasas tiene un efecto inmediato en el consumo. Con el crédito más accesible, hogares y empresas pueden endeudarse más fácilmente, lo que estimula sectores clave como bienes raíces, automotriz y consumo general. En principio, esto es positivo: una mayor liquidez puede traducirse en crecimiento económico y más empleos.
No obstante, el riesgo de sobrecalentamiento es real. Si el crédito se expande de manera descontrolada, la demanda de bienes y servicios superaría la oferta, lo que podría presionar los precios al alza y reavivaría la inflación. A esto se suma el peligro de que las familias y empresas se endeuden doblemente si las tasas de interés vuelven a subir en el futuro.
Al bajar la tasa de interés, Banxico envía un mensaje claro: confía en que la inflación seguirá moderándose. Sin embargo, como advirtió Heath, esta confianza debe ir acompañada de prudencia. Un ajuste demasiado agresivo podría revertir los avances logrados en el control de precios.
Más allá del consumo interno, la baja en la tasa de interés también tiene implicaciones en la inversión extranjera y el tipo de cambio. Cuando un país reduce sus tasas de interés, sus bonos y activos financieros se vuelven menos atractivos para los inversionistas internacionales, con lo cual podríamos ver una salida de capitales, lo que ejercería presión sobre el peso, debilitándolo frente al dólar.
Si bien una depreciación moderada del peso podría favorecer las exportaciones, habría que esperar la definición de las próximas semanas sobre el aumento de aranceles para México, pues los mismos también podrían ejercer una presión inflacionaria.
El panorama político global agrava la incertidumbre. La economía mexicana depende en gran medida de sus relaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá, por lo que cualquier cambio puede afectar los flujos de inversión. A esto se le suma la agenda económica de Trump, la cual ha sido consistentemente proteccionista, amenazando con la imposición de aranceles.
Además, una política migratoria más estricta en Estados Unidos podría reducir el flujo de remesas, una fuente clave de ingreso para muchas familias mexicanas. Frente a este panorama, México no puede permitirse tomar decisiones monetarias sin considerar el contexto global. La advertencia de Heath cobra especial relevancia: Banxico debe actuar con cautela y previsión para proteger la estabilidad financiera del país.
Reducir la tasa de interés es una herramienta poderosa para estimular la economía, pero no está exenta de riesgos. Si bien puede impulsar el crédito y la inversión, también puede generar presión sobre la inflación y el tipo de cambio. El 2025 se perfila como un año de desafíos y alta volatilidad. La incertidumbre en Estados Unidos, la posible depreciación del peso y la reacción de los inversionistas extranjeros son factores que el Banco de México no puede ignorar. El reto será encontrar un punto de encuentro entre el crecimiento y la estabilidad macroeconómica.