Los dos hemisferios de Luca: Del teclado a los cuadros por segundo
Bárbara Anderson vino a México solo por tres meses y hoy tiene ya 23 años en el país, una familia, dos hijos, misma cantidad de libros, una película y miles de historias contadas en diversos medios, así como una trayectoria como activista por los derechos de personas con discapacidad.
Sin embargo, asegura que jamás imaginó que lograría tanto, y menos a más de 6 mil kilómetros de distancia de la tierra que la vio nacer.
Ella quería hacer periodismo, pero en su país: Argentina. Sin embargo, la crisis económica, política y social en la que estaba sumida su país en 2002 le hizo cambiar de planes.
Empezó a realizar colaboraciones desde Córdoba para medios extranjeros, entre ellos, la revista Expansión, de México; sin embargo, al no poder cobrar, por el “corralito bancario” que impedía a la gente hacer transferencias bancarias y acceder a los depósitos de la población, no le quedó de otra más que volar a la CDMX para que le pagaran.
Su objetivo era volver a Argentina y seguir trabajando. Sin embargo, aquel viaje a la Ciudad de México le cambió la vida, tras una reunión con el director editorial de la revista, quien le propuso ser editora y quedarse en México.
Ella se negó. “Yo no soy editora, soy reportera. No conozco nada de México, cómo voy a ser editora, pedir textos y organizar una agenda si no conozco nada y a nadie”; sin embargo, el director le propuso quedarse tres meses y tras ese tiempo definir.
Hoy, Bárbara recuerda ese viaje como una de las primeras pruebas de vida que enfrentó para formarse como lo que es: “una hacedora”.
Una historia que se cuenta en el teclado
Anderson asegura que siempre quiso hacer periodismo de negocios.
“No me preguntes cómo, pero siempre disfrutaba más la sección de economía del diario que las de cultura o espectáculos, así que, aunque me decían que era un periodismo masculino, eso no me importaba”.
En su camino, dice, siempre ha tenido mil y un batallas con las cuales lidiar. Con los “no” de las historias, con quienes buscaban desbancarla y un sinnúmero de iniciativas que no se le cumplían. Sin embargo, asegura, una entrevista precisamente en el mundo del periodismo fue la que le cambió la vida.
En 2017, Bárbara estaba buscando entrevistar al empresario Jesús Vizcarra, dueño de la empresa SuKarne y Salud Digna, para un reportaje. Finalmente lo logró.
Sin embargo, un día antes, su primogénito, que había nacido unos seis años antes con una parálisis cerebral grado cuatro ocasionada por una mala praxis, había tenido una crisis epiléptica. Esos ataques eran recurrentes debido a la falta de oxígeno que había tenido al momento de nacer.
Y en minutos ella y su familia debían hacerlo reaccionar, de lo contrario, tenían que salir de inmediato rumbo al hospital si querían que Lucca sobreviviera.
“Luego de una noche en la que no había dormido nada, pues mi hijo había sufrido un ataque que lo había llevado de urgencia al hospital, don Jesús Vizcarra me recibió. Estaba realmente mal y lo notó. Me preguntó qué pasaba y tras contarle, todo cambió”.
El empresario mexicano ese día cambió la vida de Bárbara Anderson. Le compartió el contacto de un doctor que trabajaba con un médico y científico indio, Rajah Vijay Kumar, que tenía un tratamiento experimental con un equipo llamado Cytotron, que podía regenerar tejidos y conexiones cerebrales.
Desde ahí la vida de Bárbara y su familia sería otra. Con la esperanza y optimismo de encontrar una mejora para Lucca, aunque sin muchos recursos, se embarcaron con maletas llenas de ilusiones en cuatro ocasiones a la India. El tratamiento del doctor Kumar ayudó a Lucca a que aprendiera a comer por sí solo, a dar unos primeros pasos y hacer las conexiones necesarias para reducir los ataques epilépticos y hasta pronunciar algunas palabras.
“Esa entrevista, que luego serían cuatro viajes a la India, un libro, una mejora impresionante en la vida de mi hijo, y ahora una película, me cambió la vida y por eso le estaré eternamente agradecida a don Jesús Vizcarra, a él le debo todo”.
De 264 páginas a 96 segundos
Bárbara ha logrado llevar su historia y la de su familia a cientos de librerías y también a millones de salas y habitaciones de personas que han decido verla y leerla.
Nunca pensó escribir un libro, pero gracias a Michelle, su amiga, que trabajaba en Penguin Random House y que le habló al editor de su historia, es que éste fue publicado.
“Siempre me negaba, no creía que la historia de la vida de una familia pudiese ser interesante, hasta les dije ‘mejor hago la historia del doctor Kumar’, sin embargo, ellos querían nuestra historia”.
Al cabo de unos meses, Bárbara estaba frente a su computadora empezando a escribir. “Fue algo muy difícil. Tuve que entrevistarme y desdoblarme, ver y escuchar mi vida para ser reportera de mí misma”, y tras casi dos años lo consiguió.
Eso también le dio la oportunidad de saber que ella no había sido la culpable. Que ese 14 de octubre de 2011 en el quirófano cuando Lucca nació, ella no había sido la causante de su parálisis por no saber pujar, sino por una mala praxis.
“Me dolió enterarme, pero me dejó tranquila pues pude empezar a vivir sin dolor, sin llorar por todos lados y sin remordimientos. Mi gran miedo siempre era que Lucca algún día me preguntara qué había sucedido y yo solo pudiera responderle con disculpas, así que eso es algo que le agradezco al libro”.
Luego de la publicación de “Los dos hemisferios de Lucca”, Bárbara se volvió a cruzar con la suerte. Florencia Bianco, una directiva de Netflix, la ubicó para decirle que estaba interesada en presentarles su libro a sus jefes. Aunque ella no decidía sobre películas en Netflix, le pareció que sería una excelente historia.
Bárbara otra vez se negó a la posibilidad, como aquella vez cuando el director editorial de Expansión le ofreciera ser editora adjunta de la revista; sin embargo, finalmente confió y aceptó.
Hoy, “Los dos hemisferios de Lucca”, su historia y la de su familia está entre las cintas más vistas en México y 195 países, frente a grandes producciones de Hollywood.
Para Bárbara, el compromiso seguirá. Continuará insistiendo en encontrar la forma de visibilizar y normalizar la vida de las personas y familias con una discapacidad y evitar que desaparezcan ante nuestros ojos.
Apuesta a que eso será posible, pues considera que “uno puede desaparecer, pero un libro y una película no, son documentos y testimonios que quedan para siempre”. Eso es lo que ella quería, y gracias a que siempre ha sido atropellada por la suerte es que lo consiguió y seguirá haciéndolo.