Aprender es tu mejor ventaja competitiva
Es fácil clasificar a las personas en categorías que supuestamente reflejan su valor o grado de éxito en la vida. Por el contrario, Benjamin Barber, sociólogo y politólogo estadounidense, propuso una distinción diferente y mucho más profunda: el mundo no debería dividirse entre débiles y fuertes, o entre triunfadores y fracasados, sino entre quienes aprenden y quienes dejan de aprender.
Esta visión pone énfasis en la mentalidad de avanzar y en la disposición constante a absorber conocimientos y experiencias, dejando a un lado etiquetas limitantes basadas en resultados inmediatos.
En primera instancia, consideremos que la vida es un proceso en el que los errores y los aciertos forman parte natural del camino. La calificación de “exitoso” o “perdedor” se circunscriben a un momento preciso, desconociendo que cada persona está en una evolución continua. En lugar de alimentar la falsa dicotomía entre triunfo y fracaso, reconocemos que todo es valioso si nos impulsa a crecer.
Desde una perspectiva personal, esta propuesta desafía nuestras propias creencias. A menudo, somos nosotros mismos quienes nos colgamos etiquetas que frenan el progreso, sin darnos cuenta de que esa misma convicción nos impide buscar estrategias distintas que nos ayudarían a mejorar.
En el ámbito empresarial, este enfoque puede transformar por completo la cultura de trabajo. Si se da prioridad a la mejora continua más allá de los resultados inmediatos, el proceso de reclutamiento y las prácticas diarias de las compañías se encaminan a la apertura mental, la flexibilidad y la habilidad para reinventarse.
En un escenario económico cada vez más incierto y volátil, la capacidad de adaptarse cobra mayor relevancia. La rapidez de los cambios tecnológicos y la competencia global exigen una asimilación de conocimientos y una aceptación a desaprender lo que creíamos seguro.
La humildad es una virtud de gran valor en este contexto. Un líder que promueve el aprendizaje motiva a sus colaboradores a ensayar nuevos enfoques, a proponer ideas arriesgadas y a corregir el rumbo cuando sea necesario.
Además, la mentalidad de “principiante” es esencial para no caer en la complacencia. Creer que “ya lo sabemos todo” es la antesala de la obsolescencia y cierra la puerta a descubrir soluciones creativas.
Otro elemento clave es la retroalimentación. Recibir comentarios constructivos de manera frecuente y verlos como oportunidades de superación, en lugar de interpretarlos como ataques personales, resulta vital para mantener la mentalidad de crecimiento. De igual forma, buscar enriquecer con observaciones profesionales y respetuosas a compañeros y subalternos fortalece la colaboración.
Es útil subrayar la importancia de desaprender. Romper con viejos paradigmas y cuestionar creencias arraigadas es un paso indispensable para abrir espacio a nuevas perspectivas.
Dejemos atrás las etiquetas limitantes y reconozcamos la fuerza transformadora de la actitud de aprendizaje continuo.
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