Nuclear, Jacobo, nuclear
El apagón en Europa nos recuerda algo terrible: la vulnerabilidad de nuestra sociedad moderna a fallas en infraestructuras que damos por sentado, como la red eléctrica. Por supuesto, también somos susceptibles al terrorismo, por lo cual los bulos y falsas noticias sobre el tema añaden a la confusión. Entre el aderezo con gifs dinámicos generados por inteligencia artificial, de un monsieur Poutine bajando un switch sonriente, hasta el viejo chiste de los gallegos atrapados en la escalera eléctrica, al final hoy martes 29 de abril no tengo todavía idea de qué pasó en Europa, y por qué se cayó la red eléctrica en lugares como España y Portugal.
Mi corresponsal en Münich, el ingeniero Hans A., me puso en contexto. En Alemania apenas si se enteraron, pero la intermitencia e inestabilidad en la red en Iberia ya venía desde hace algunos meses. La teoría del ingeniero A., y de otros, es que a Europa le hace falta energía nuclear.
Hace años en IMCO tuve una discusión que se agrió bastante con un colega más joven alrededor de este tema. Todavía no pasa una década desde esa discusión, que en términos del progreso humano es un lapso chiquito. Mi colega decía que el tema de la energía nuclear es una locura y que es imposible regresar a una economía eléctrica sostenida sobre el poder del átomo. Después de Chernobyl y de Fukushima, la energía nuclear está satanizada.
Sam Altman y Bill Gates parecen estar en la misma página que mi amigo muniqués y que yo. Desde innovaciones en fisión nuclear para usar desperdicio nuclear como combustible, hasta sacarle más raja al uranio y otros minerales radioactivos con métodos de superenriquecimiento atómico, el mundo se beneficiaría enormemente de regresar a la economía del átomo. Por supuesto, habrá que pensar en aprendizajes derivados de las crisis de seguridad en las plantas nucleares en el último siglo. Pero, aún así, todo el material atómico desechado podría contenerse, según me dicen, en una sola bóveda de concreto aislada en el fondo de algún océano, sin mayor riesgo. Ahora que Musk y compañía hicieron los cohetes espaciales reutilizables, y con las nuevas tecnologías de fisión nuclear, no es descabellado pensar en que podríamos lanzar al espacio el material radioactivo que no utilicemos.
Mi amigo Pablo Zárate, en un podcast que teníamos hace años sobre estos temas, lo ponía elocuentemente. En términos de fuentes de energía, el mundo tiene que marcar la casilla que dice “(x) Todas las anteriores”. Claro, en los últimos 20 años, con tasas de interés cercanas a cero en todas partes, y subsidios del gobierno chino, todo parecía indicar que las fuentes solares y eólicas se iban a comer la mezcla energética.
Hay también riesgos de “activos atrapados” (stranded assets). Tratando de encontrarle una lógica a la política energética de la 4T, su obsesión por industrializar el crudo pesado en México tiene que ver con un miedo a la desaparición del mercado global de petróleo pesado. Donald Trump le ha lanzado señales a los canadienses de que el déficit comercial entre las dos naciones se resolvería si “Canadá le comprara gas a Estados Unidos”. Ante otras alternativas, los derivados fósiles que queden en reserva se van a quedar atrapados, como le ocurrió al carbón a finales del siglo XIX.
Pero, ese es el progreso tecnológico. Qué bueno que el queroseno y la electricidad aparecieron en el siglo XIX, porque si no hubiéramos acabado con todas las ballenas del planeta para usar su aceite y convertirlo en electricidad. México tiene que apostar a todas las fuentes de energía, incluso a la nuclear. Laguna Verde parecía tener ciertos riesgos; hay que modernizar y ampliar esa fuente de generación para la CFE.
Y, sin duda, Donald se lo dijo a Juan para que lo escuche Pedro: Deberíamos decirle a los americanos que nosotros sí les queremos comprar gas. Todo el que nos quieran vender. Que no queremos tener un déficit comercial con ellos. Hay que hacer ductos e infraestructuras; pero, quizá el Tío Donald nos pueda ayudar un poco con eso. En una de esas, Donald decide ayudar a construirlas, a cambio del muro de soldados que les pusimos en su frontera sur.
El gas tiene el problema de que no es fácilmente transportable y comerciable. Bajo la perspectiva trumpiana de Estados Unidos como vendedor de gas en Asia, con tasas de interés relativamente altas, y un dólar relativamente débil, a la empresa Energía Costa Azul de Sempra, en Ensenada, Baja California, le va a ir muy bien.