Prevenir o perder: ¿por qué no celebramos los fraudes que nunca sucedieron?
En México, 45% de las organizaciones sufrieron el intento o la materialización de un fraude durante 2024 [1], mientras que a nivel global pierden aproximadamente 5% de sus ingresos anuales por estos eventos [2].
Sin embargo, es preocupante la resistencia de algunas empresas a invertir en sistemas de prevención, manteniendo un enfoque reactivo y tomando medidas solo después de sufrir un impacto financiero.
Dar valor a lo invisible
Ante este panorama, el desafío principal para adoptar un enfoque preventivo radica en su naturaleza: el éxito se mide por lo que no ocurre, lo que la convierte en una “inversión” que carece de métricas claras; las compañías se enfrentan a la dificultad de cuantificar el valor real de las acciones preventivas porque sus beneficios suelen ser invisibles: nadie celebra los fraudes que nunca sucedieron.
Cuando la inversión en medidas preventivas se percibe como un gasto más que como una salvaguarda del patrimonio organizacional (el costo de implementar controles es inmediato y visible mientras que sus beneficios son teóricos), las organizaciones optan por asumir riesgos.
Esto se reafirma con los datos que brinda la Asociación de Examinadores de Fraude Certificados, la cual señala que 51% de los fraudes ocupacionales ocurren por falta de controles internos o porque alguien los evadió, y 82% de las organizaciones solo mejoran sus controles después de sufrir un incidente. Se tiende a reaccionar en lugar de prevenir.
Un efecto sistémico
Además, es importante tener en cuenta que cuando se presenta un fraude, el daño real a menudo excede las pérdidas iniciales. Las repercusiones internas pueden interrumpir la eficiencia operativa y ralentizar la toma de decisiones. Los controles temporales necesarios pueden llevar a una “burocracia defensiva”, complicando aún más los procesos operativos, afectando tanto los recursos financieros como la confianza y la moral de los equipos. Este efecto dominó convierte incidentes aislados en problemas sistémicos, afectando la salud y el funcionamiento general de la organización.
La gestión del riesgo de fraude como ventaja competitiva
Por lo tanto, transformar la prevención del fraude en ventaja competitiva no requiere grandes inversiones, sino un cambio en la mentalidad organizacional. Adoptar un enfoque proactivo no solo protege el patrimonio, sino que también construye una cultura de integridad que refuerza la confianza en el mercado, que tiene el potencial de convertirse en una estrategia clave para destacar en un entorno empresarial en cambio constante.
Algunas estrategias que pueden aplicarse incluyen:
1. Capacitación y vigilancia positiva: un enfoque integral para la detección temprana de fraude combina la capacitación constante y la vigilancia en procesos críticos. Es fundamental realizar sesiones de formación específicas para equipos clave, enfocadas en reconocer señales de alerta comunes y casos reales en la industria. Paralelamente, introducir verificaciones críticas en puntos vulnerables, como requerir confirmación telefónica para transferencias importantes, puede servir como un potente disuasivo contra posibles fraudes.
2. Cultura interna y uso inteligente de la información: fomentar una cultura organizacional de integridad y transparencia es crucial. Las empresas deben promover canales seguros para denunciar irregularidades sin temor a represalias. Asimismo, el uso de análisis de datos se vuelve esencial; al fortalecer la capacidad de identificar patrones inusuales, las organizaciones pueden abordar potenciales fraudes antes de que se materialicen.
3. Estrategias y enfoques innovadores: las organizaciones pueden beneficiarse de métodos no convencionales, como establecer un equipo que simule ataques en procesos internos para identificar vulnerabilidades. Además, hacer visibles ciertas operaciones sensibles a más de un área operativa puede disminuir las posibilidades de fraude, al mismo tiempo que se establezca un periodo de “amnistía ética” que permita a los empleados reportar prácticas dudosas sin miedo a consecuencias negativas o represalias.
La oportunidad estratégica ignorada
En un entorno donde la confianza es un activo fundamental, la pregunta que deben hacerse las empresas es: ¿pueden permitirse no invertir en la prevención del fraude?
Convertir la prevención en una ventaja competitiva es más que una estrategia; es un imperativo. Las organizaciones deben adoptar un enfoque proactivo que no solo proteja su patrimonio, sino que también refuerce su reputación y la confianza de todas sus partes interesadas. No hay que esperar a ser víctima de un fraude para actuar.
¿Está su empresa lista para dar el paso y aprovechar esta oportunidad estratégica?
1. Impacto de los delitos financieros en México. Enfoque holístico ante una problemática cambiante y evolutiva, KPMG México, 2024.
2. Occupational Fraud 2024: A Report to the Nations, ACFE, 2024.
Nota: las ideas y opiniones expresadas en este escrito son de quienes firman el artículo y no necesariamente representan las ideas y opiniones de KPMG México.