Un decálogo que los desnuda
Morena es un partido joven (se fundó en 2011) que muy pronto adquirió todos los vicios de la política mexicana: corrupto, corporativo y transa. La carta que envió Sheinbaum a su partido lo desnuda, mostrándolo cual es: alejado del pueblo, viajando en aviones y helicópteros privados, vistiendo ropa de marca, utilizando guardaespaldas y un séquito de camionetas, comiendo en restaurantes caros.
En principio, es una carta que no debió haber enviado, ya que al asumir la presidencia Sheinbaum pidió licencia a su partido. Lo hizo porque las cosas se estaban saliendo de control. Sheinbaum pide a los morenistas que dejen de hacer lo que están haciendo. Una carta de buenos deseos que puede leerse como una severa autocrítica. Una llamada de atención que sirvió de poco: los diez puntos de Sheinbaum fueron mutilados y editados y finalmente presentados como el decálogo del partido. Puntos centrales como evitar actos anticipados de campaña fueron dejados de lado. De 364 consejeros nacionales de Morena, solo 249 los aprobaron. Una senadora morenista, Beatriz Mójica, de plano pidió tiempo para poder aplicarlos. Morena no puede dejar las marrullerías electorales de la noche a la mañana.
El problema de Morena es que dos mandan, la presidenta Sheinbaum y el “presidente” López Obrador. En Tijuana, un funcionario de migración se negó a abandonar su puesto, para el cual ya tenía Sheinbaum su reemplazo, alegando que López Obrador lo había nombrado y solo él podía removerlo. Zoé Robledo, director del IMSS, fue notificado de que pronto iba a ser reemplazado; corrió a Palenque, habló con el ex y este mandó un recado al centro para que lo dejaran seguir en su puesto. Dos cabezas, dos mandos. López Obrador impuso a su hijo en la dirigencia de Morena como el número tres del partido, aunque en los hechos se comporta como si ocupara el primer sitio. A “Andy”, que consiguió una afiliación masiva de un millón de maestros del SNTE, le dedicó Sheinbaum unas líneas de su carta: “nuestro partido debe fortalecerse sin caer en corporativismos”.
Quedó atrás el idealismo de los primeros días. Lo de hoy es la incorporación de priistas impresentables. Cuando ya lo único que importa es amarrar un puesto (“a mí no me den, pónganme nomás donde haya”), los principios salen sobrando. Si los principios fueran firmes, ¿para qué la carta?
“El fin nunca justifica los medios”, afirma Sheinbaum, “pues si en el camino se pierden los principios, será difícil recuperarlos”. Bonitas palabras, pero falsas. El fin era detonar el crecimiento económico del sureste. Para hacerlo, a López Obrador se le ocurrió el Tren Maya. “No talaremos ni un árbol”, dijo, pero acabaron talando más de siete millones y nunca se supo a dónde fueron a parar los árboles talados (de maderas finas); el daño a la ecología de la selva es irreparable. El fin era bueno, los medios para lograrlo fueron un desastre, ¿por qué no comienza Sheinbaum por reconocerlo?
Será muy difícil que los morenistas se ajusten a las nuevas normas éticas. De entrada, nadie reconoció sus errores. Fernández Noroña dijo que él no se ponía el saco por aquello que la carta dice que “los legisladores no deben andar en congresos internacionales, usando recursos públicos para viajar al extranjero a hacer turismo político”. Los Monreal no acusaron recibo del llamado a no postular a familiares “en ningún puesto de elección popular” en 2027. Lo más insólito es el exhorto de Sheinbaum dirigido a los candidatos morenistas: “considero importante que no se permita el uso de anuncios espectaculares” para promocionarse. ¿Se habrá olvidado que para lograr que el público nacional la conociera, luego de que su gobierno en la Ciudad de México fue bastante mediocre, se emplearon miles de espectaculares en todo el país —“Es Claudia”—, para promover el dedazo de López Obrador? Que se aplique la ética en los bueyes de mi compadre.
Lo curioso es que las reformas correctivas de los principios no vienen de las bases del partido; son cambios y llamados hechos desde la cumbre del poder. No pretenden enderezar al partido. Su fin es delimitar quiénes están con Sheinbaum y quiénes con López Obrador. Por eso el mayor énfasis de la carta se puso en la unidad del partido. Sólo se clama por la unidad ante el peligro de la división.
Morena es un partido joven pero viciado. Es el joven abuelo de la política mexicana por haber incorporado en su seno tanto priista, sobre todo a los peores priistas: Bartlett, Monreal, Ovalle y los más recientes, Murat y Ruvalcaba. Los morenistas a los que se les retuerce el estómago con estas incorporaciones deben recordar que López Obrador se forjó en el PRI, del cual tomó la principal política del partido (los programas sociales con fines electorales).
La carta de Sheinbaum les hará lo que el viento a Juárez a los militantes de Morena, acostumbrados al fraude, a la transa, a la mentira y a la corrupción. Siguen a Marx, el bueno: “estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.