Récords que peinan canas
El atletismo es un deporte que, históricamente, ha rubricado marcas fabulosas. Según el Comité Olímpico Internacional, su programa oficial lo integran 24 pruebas masculinas y 23 femeninas. De los 47 récords mundiales vigentes, ¡16 datan del siglo XX! Nueve corresponden a mujeres y todos fueron impuestos en los años 80 de esa centuria. Los siete restantes se acreditan a hombres, con la singularidad de que solo uno se remonta a tan lejana fecha. El resto es de los años 90.
La longevidad de los récords
Entre todos los récords mundiales impuestos en el atletismo durante el siglo XX, el que más se resiste a ser pulverizado es el de la checoslovaca Jarmila Kratochvilova, quien el 26 de julio de 1983 —¡hace 41 años!— cubrió los 800 metros planos en 1:53.28 minutos en la ciudad alemana de Múnich. Se trata de la marca más antigua del atletismo, tanto en el sector femenino como en el masculino. Solo una corredora se ha acercado a menos de un segundo a ese fabuloso registro.
En longevidad le continúa el tiempo logrado el 6 de octubre de 1985 por la alemana Marita Koch en los 400 metros planos. En efecto, en la Copa del Mundo celebrada en la ciudad de Camberra, Australia, la teutona cronometró 47,60 segundos. Solo ella ha corrido el óvalo en menos de 48 segundos. Muchos aseguran que es improbable batir esa marca sin dopaje.
Otro palmarés global que peina canas —aunque no tantas— es propiedad del martillista soviético Yuri Sedykh. El 30 de agosto de 1986, durante el campeonato europeo celebrado en Stuttgart, Alemania, este gran atleta lanzó su implemento hasta los 86,74 metros. Por cierto, el recordista cambió la técnica clásica de cuatro giros en la jaula de lanzamientos y empezó a dar solamente tres, con excelentes resultados. Sedykh resultó titular olímpico en Montreal 1976 y Moscú 1980.
La marca más antigua del atletismo pertenece a la checoslovaca Jarmila Kratochvilova, quien el 26 de julio de 1983 cubrió los 800 metros planos en 1:53.28 minutos.
Una compatriota suya, Natalya Lisovskaya, ostenta un crono universal de añeja data aún vigente: el 7 de junio de 1987 impulsó la bala hasta los 22,63 metros en la ciudad rusa de Sochi. Como dato curioso, en aquella jornada destrozó dos veces su palmarés global. El anterior (22,50 metros) pertenecía desde 1977 a la checoslovaca Helena Fibigerova. A su supremacía mundial añadió el título olímpico en Seúl 1988.
Saltos, carreras y Heptatlón
La vigésima centuria presenció otra marca universal que no ha sido superada. La implantó el 11 de junio de 1988 (meses antes de la cita estival de Seúl 1988) la soviética Galina Chistyakova, cuando se estiró hasta los 7,52 metros en el cajón de salto largo. Se trata de un registro fabuloso que le ha resultado esquivo a las féminas actuales. Las mejores 12 marcas de la historia fueron conseguidas el pasado siglo.
A la velocista de Estados Unidos Florence Griffith-Joyner le pertenecen dos récords universales que ya superan los 35 años de implantados. El 16 de julio de 1988, durante las pruebas clasificatorias para los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, Flo-Jo (como la llaman) cronometró en los 100 metros planos 10,49 segundos. Días después, en la cita estival coreana, hizo añicos la marca de los 200 al recorrerlos en 21,34 segundos.
Otra estadounidense ilustre —Jackie Joyner— es dueña absoluta de un añejo récord global en el heptatlón, conseguido también en 1988 en la capital de Corea del Sur. Aquella vez compiló 7291 puntos, una cota a la que nadie se ha acercado a menos de 200 unidades. En su carrera olímpica ganó seis medallas (tres de ellas de oro), tanto en pruebas mixtas como en salto largo. Tan indiscutible y rutilante resultó su ejecutoria que la reconocida revista especializada Sports Illustrated la seleccionó como la mejor deportista femenina del siglo XX.
Un registro que permanece congelado en el tiempo es el de la discóbola alemana Gabriele Reinsch. El 9 de julio de 1988, en un mitin celebrado en su natal Nuevo Brandemburgo, envió su implemento de un kilogramo de peso hasta los 76,80 metros. Aunque algunos sitios en la red aseguran que un par de años después (1990) ella lanzó el platillo hasta los 76,82 metros, la mayoría reconoce los 76,80 como el palmarés universal.
El fabuloso tiempo de 3:15:17 minutos cronometrado por el relevo femenino soviético en la final de los 4x400 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 —integrado por Tatyana Ledovskaya, Olga Nazarova, María Pinigina y Olga Bryzgina— observa por el espejo retrovisor a las postas que intentan superarlo. En la reciente cita estival de París otra cuarteta norteamericana triunfó y se acercó a solo una décima (3:15.2) de la marca mundial. Aun así, parece distante su ruptura.
Los récords de la década de los 90
Entre las marcas mundiales del atletismo implantadas en los años 90 del pasado siglo y que han sobrevivido a la prueba del tiempo, algunas seguramente perdurarán como lo han hecho las que datan de más de 30 años atrás. Otras serán superadas.
La más antigua de esa década pertenece al norteamericano Mike Powell, quien el 30 de agosto de 1991, en el certamen mundial de atletismo celebrado en Tokio, Japón, clavó sus pinchos en el salto largo en los 8,95 metros, superando así la plusmarca de su compatriota Bob Beamon (8,90 metros) conseguida en los Juegos Olímpicos de México 1968, la más longeva de entonces. Curiosamente, Powell nunca pudo colgarse el título olímpico.
A la marca de Mike Powell le continúa en longevidad los 2,45 metros logrados por nuestro Javier Sotomayor en salto alto el 27 de julio de 1993 en Salamanca, España. Nadie se acerca a esa mítica altura desde que el catarí Mutaz Essa Barshim saltó 2,43 metros en 2014. En el aval de Soto figuran, entre otros títulos, el olímpico de Barcelona 1992 y dos campeonatos mundiales. Superó los 2,40 metros en más de 20 ocasiones.
Del 22 de agosto de 1993 data el récord mundial vigente del relevo 4x400 masculino. Lo impuso con 2:54.29 minutos la cuarteta norteamericana integrada por Valmon, Watts, Reynolds y Johnson. En París 2024 otra posta norteña estuvo a punto de superarlo, cuando Bailey, Norwood, Deadmon y Benjamin registraron 2:54,43 minutos, a solamente 14 centésimas de la plusmarca.
Otro registro añejo de los años 90 pertenece al británico Jonathan Edwards, quien el 7 de julio de 1995, en Gotemburgo, Suecia, consiguió 18,29 metros en triple salto, primer ser humano en superar esa barrera. En aquella jornada rompió dos veces la mejor marca de todos los tiempos, primero con 18,16 metros y luego con sus 18,29 aún vigente. Edwards fue titular en los Juegos Olímpicos celebrados en Sídney 2000, Australia.
La jabalina tiene como plusmarquista al checo Jan Zelezny, que en 1996 llegó a los 98,48 metros en Jena, Alemania. Las dos mejores marcas que siguen también son suyas (95,66 y 95,54 metros). El que más se ha acercado a sus récords es el inglés Steve Backley (91,46 en 1992). Zelezny fue tres veces campeón olímpico y otras tres titular del mundo. Durante su carrera logró 54 lanzamientos por encima de los 90 metros.
Por último, a fines de los años 90 del siglo pasado se remonta el mejor registro mundial de todos los tiempos en los 1 500 metros planos. Su propietario es el marroquí Hicham El Guerrou, quien el 4 de junio de 1998 corrió la distancia en Roma, Italia, en 3:26:00 minutos. Ese crono equivale a 15 tramos de 100 metros a ritmo de 13,73 segundos. En fin, la vida es dialéctica y el atletismo, obviamente, también lo es. El futuro mediato e inmediato nos deparará nuevos récords asombrosos, de esos que se instalan en el almanaque para ser superados solamente por los extraclases.