Margarita de Inglaterra, frívola y formal: el doble filo de ser hermana de la heredera
No, no era fácil ser la segunda, un paso siempre atrás, a la espalda de quien la precedía. Sin embargo, ser la única hermana de la princesa heredera –luego reina– era una posición envidiable con múltiples ventajas, pero también con cierto número de inconvenientes. Margarita Rosa, segunda hija de los reyes Jorge VI e Isabel, nació como hija de los duques de York. Con el tiempo, sus padres se convertirían en reyes del Reino Unido, de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, amén de últimos emperadores de la India.
La unión entre Isabel y Margarita era evidente. Se amaban fraternalmente y se respetaban. Pasaron juntas la Segunda Guerra Mundial en el castillo de Windsor, que da nombre a la dinastía desde Jorge V. Mientras Isabel se volcaba en el Servicio Territorial Auxiliar, rama femenina del Ejército Británico, Margarita, aún demasiado joven, proseguía su educación. Transferirse a Canadá, como se sugirió, hubiera podido considerarse una huida de las obligaciones regias y, justamente, la cercanía de la familia real con el pueblo londinense, víctima de las bombas alemanas, fue un puntal de su buena fama en los años siguientes.
Las esclavitudes de la princesa heredera Isabel no eran las de su hermana. Así, no fue posible llevar adelante su enamoramiento del oficial –luego coronel– de la Real Fuerza Aérea Peter Townsend, caballerizo, por cierto, de Jorge VI y luego de Isabel II. Fue eficazmente trasladado como agregado aéreo a la embajada británica en Bruselas. Distanciando la tentación se alejaba también la posibilidad de una relación impracticable, para pesar de Margarita. El divorcio de Cecil Rosemary Pawle, su mujer, no hizo sino dificultar más el matrimonio que Peter propuso a Margarita. Igual que sucedió con su tío y padrino el rey Eduardo VIII, casado con la divorciada Wallis Simpson, el hecho de que un divorciado enlazara con la realeza británica se consideraba inconcebible, teniendo en cuenta que la hermana de Margarita era gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra. A Eduardo VIII le costó el trono. Townsend se casaría en 1959 con la belga Marie-Luce Jamagne.
Una decepción
Margarita se recuperaría de su decepción al contraer matrimonio con Antony Armstrong-Jones, fotógrafo especialista en retratos. Isabel II le hizo conde de Snowdon y vizconde Linley de Nymans para aportar cierto barniz nobiliario a su futuro cuñado. El título había sido hasta entonces una baronía que ostentó Federico, príncipe de Gales, hijo de Jorge II. Su unión, que acabó en divorcio, duró dieciocho años, siendo padres de David, actual conde de Snowdon, y de Lady Sarah. Sin embargo, Tony llevaba una vida desordenada, había tenido una hija nacida tres semanas después de casarse con Margarita, y llevaron vidas separadas desde temprano. En parte debido a que él continuó con sus viajes como fotógrafo y también a que le aburría la vida de la corte. Más tarde casaría con Lucy Mary Lindsay-Hogg, que siete meses después dio a luz una hija, aunque tuvo otras dos parejas: Marjorie Wallace y Melanie Cable-Alexander.
La Prensa de papel couché y los mentideros cortesanos se ocuparon con desigual piedad de los devaneos de Margarita: desde el futuro primer ministro canadiense John Turner, hasta discutibles atribuciones de romances con Mick Jagger, Peter Sellers, Warren Beatty o John Bindon. Marion Crawford, «Crawfie» para las niñas, institutriz de ambas hermanas, publicó una controvertida biografía de Margarita que produjo un distanciamiento entre la autora y la familia real. Increíblemente, dada la vida que llevaba Snowdon, cuando Roddy Llewellyn entró en la vida de Margarita, Tony actuó como marido ultrajado. Margarita, que podía ser a la vez frívola y formal, era amante de las artes y especialmente de la música y del ballet. Fue presidenta del Royal Ballet ubicado en la Royal Opera House, en Covent Garden. «El lago de los cisnes», de Tchaikovsky, era su pieza favorita. Se ocupó de la prevención del maltrato a la infancia, de presidir las ambulancias de la Orden de San Juan y de muchas asociaciones caritativas como la London Lighthouse, dedicada a pacientes con sida.
Icono de la moda, fue la gran clienta de Dior. Apoyó todo lo que pudo a su hermana, a pesar de una vida que su primo Lord Lichfield calificó de «incompleta». En sus últimos años visitó con frecuencia la isla de Mustique, que Colin Tennant, tercer barón Glenconner, compró en el Caribe en 1958. Allí era feliz y podía beber con libertad su whisky favorito, «Famous Grouse», y fumar dos paquetes de tabaco al día rodeada de amigos.