Hepatitis C: cuatro muertes semanales pese a existir un tratamiento curativo
La aparición de los antivirales de acción directa revolucionó el tratamiento de la hepatitis C. Desde que comenzaran a utilizarse en España, se han tratado y curado cerca de 170.000 pacientes. Sin embargo, a día de hoy, y pese a existir una cura, se siguen produciendo cuatro muertes semanales imputables a causas relacionadas con la enfermedad. El problema reside en el diagnóstico tardío de la infección, es decir, el daño que ya existe en el hígado no es reversible a pesar de la curación de la infección. Para evitarlo, hepatólogos y pacientes demandan a las administraciones sanitarias realizar una búsqueda activa de casos entre los colectivos más vulnerables.
Carmelo no supo de su enfermedad hasta mucho después de infectarse. En su caso, el diagnóstico de hepatitis C se produjo de forma casual. Eran finales de los años 90. Acudió de forma habitual a donar sangre y le dijeron que no podía hacerlo. Padecía una enfermedad hepática. Durante un tiempo intentó ignorar la existencia de esta nueva compañera de vida, pero su intención se truncó cuando, unos meses después, empezaron a manifestarse los síntomas. Sentía una fatiga persistente, debilidad, pérdida de apetito y dolor en la parte superior del abdomen, entre otros.
Además, el tratamiento que seguía para reducir la carga viral y retrasar la progresión de la enfermedad hepática tenía importantes efectos secundarios, tan debilitantes que muchos pacientes no completaban el tratamiento. El rumbo de su vida cambió con la aparición de los antivirales de acción directa. Precisamente, esta es la «suerte» de los pacientes que se diagnostican hoy: existe un tratamiento eficaz prácticamente en el 100% de los casos.
Estos medicamentos han revolucionado el tratamiento de la hepatitis C. Han permitido que muchos pacientes logren una cura completa y recuperen una vida normal, pero también han acercado significativamente la posibilidad de erradicar la hepatitis C. De hecho, España ha logrado una notable reducción en la incidencia, lo que acerca a esta enfermedad al umbral de lo que se considera una enfermedad rara.
Según los datos de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), en 2015 había unas 375.000 personas afectadas por el virus de la hepatitis C (VHC) en España. Gracias a los esfuerzos colectivos y a las estrategias específicas, en España se han tratado y curado cerca de 170.000 pacientes con hepatitis C. Así, la cifra se ha reducido drásticamente a cerca de 25.000 personas infectadas en la actualidad.
Sin embargo, en nuestro país se siguen produciendo cuatro muertes semanales imputables a causas relacionadas con la enfermedad. Esta es una cuestión evitable, puesto que hay un tratamiento que cura la enfermedad en prácticamente el 100% de los casos y que si se administra de forma precoz puede evitar el daño que ésta causa en el hígado a lo largo de los años. «Casi 200 muertes anuales son demasiadas para darnos por satisfechos, sobre todo cuando tenemos en nuestra mano evitarlo», indica Javier García-Samaniego, jefe de Sección de Hepatología en el Hospital Universitario La Paz de Madrid y coordinador de la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España (Aehve).
El problema reside en el diagnóstico tardío de la infección, que se produce en un tercio de los casos. Cuando este sucede, el daño que ya existe en el hígado no es, en muchos casos, reversible, a pesar de la curación de la infección. Con una prevalencia en población general que el Ministerio de Sanidad situaba en el 0,22% en el año 2018 y que la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España (Aehve) estima que estará hoy por debajo del 0,1%, los casos que quedan por diagnosticar, tratar y curar son, en población general, los de personas que contrajeron la infección hace dos décadas y no saben que la tienen o no fueron tratadas en su momento.
Así, en nuestro país quedarían aún 20.000 personas con hepatitis C que desconocen que tienen la infección. Por eso, hepatólogos y pacientes demandan a las administraciones sanitarias un último esfuerzo de información y sensibilización en torno a la hepatitis C y de detección de la infección no diagnosticada, ofreciendo y realizando la prueba de diagnóstico (un sencillo test de sangre) a toda la población nacida entre 1945 y 1975 sin un test previo de anticuerpos frente al VHC.
Esa es además la recomendación realizada por la propia OMS en su última actualización de las estrategias globales necesarias para acelerar la eliminación. Una indicación que sólo se está cumpliendo en nuestro país de forma aislada en algunas comunidades autónomas como Galicia, y que exigiría una nueva actualización de la Guía de Cribado de la Infección por VHC del Ministerio de Sanidad, incorporando la recomendación de cribado para población general en esas edades, sin ligarla a factores de riesgo, como ocurre ahora.
«Como se demostró con el tratamiento, lo caro no es hacer este cribado en población general, sino dejar de hacerlo, pues cada paciente con infección activa es un paciente que puede transmitir la enfermedad a otro que no la tiene y cada persona con un diagnóstico tardío (los síntomas de la hepatitis C son inespecíficos y pueden tardar hasta 20 años en manifestarse) generará una gran carga de enfermedad –cirrosis y cáncer de hígado, entre otros– para el sistema sanitario», explica García-Samaniego.
Estrategias de detección
La localización de los casos no diagnosticados o perdidos en población general no es el único reto para «completar esa historia de éxito que es la lucha contra la hepatitis C en España», afirma García-Samaniego. El otro gran reto, «quizás el desafío más difícil», comenta, es realizar una búsqueda activa de casos entre los colectivos más vulnerables, personas alejadas de los circuitos asistenciales habituales y a las que solo es posible llegar con recursos descentralizados y estrategias alternativas.
Así, los expertos piden que las estrategias de microeliminación de la hepatitis C estén enfocadas, especialmente, en grupos de mayor riesgo. Estos incluyen colectivos vulnerables, inmigrantes de países con alta prevalencia de hepatitis C y personas en prisión. En 2015, la tasa de prevalencia en prisiones rondaba el 29%, cifra que ha disminuido al 1% en la actualidad gracias a las intervenciones específicas.
«España se ha convertido en un laboratorio de evaluación y ensayo de estrategias de microeliminación de la hepatitis C. Y, aunque la implicación directa de las autoridades sanitarias ha sido limitada, se han desarrollo exitosas estrategias», reconoce Juan Turnes, jefe de servicio de Aparato Digestivo en el Complejo Hospitalario Universitario de Pontevedra, Cantabria, Andalucía y Galicia son ejemplos destacados en la implantación exitosa de planes propios para alcanzar los objetivos de eliminación de la OMS. Galicia, en particular, ha implementado un plan de diagnóstico dirigido a la población de mayor riesgo (edades entre 40 y 70 años) a través de cribados oportunistas. Además, han recuperado a personas previamente diagnosticadas que perdieron conexión con el sistema de salud y no recibieron tratamiento.
La incorporación de la IA y de estrategias diagnósticas ensayadas con éxito durante la pandemia de la Covid permiten además un abaratamiento del diagnóstico que refuerza la oportunidad de realizar esa búsqueda de la hepatitis C no diagnosticada en la población general.
«Hoy, con lo aprendido tras la Covid, mediante la agrupación de muestras o pooling, como está haciendo Galicia con excelentes resultados, la realización de un cribado por edad en la población general es algo completamente asumible y, en mi opinión, debería incorporarse al consenso entre las Comunidades Autónomas en sus políticas de hepatitis C», asegura el coordinador de la Aehve.