Inmigración africana: causas, regiones de origen y la situación interna del continente
La inmigración no es un fenómeno cultural o religioso, sino que se trata de una característica humana que ha ocupado a todas las sociedades a lo largo de la Historia, desde los programas de asentamientos coloniales de Alemania en Namibia hasta el fenómeno americano, pasando por las corrientes migratorias procedentes de África y los flujos que se desarrollan en el Extremo Oriente. Es precisamente esta faceta puramente humana la que permite distinguir decenas de motivos que impulsan los mayores flujos migratorios. En fechas donde la inmigración procedente del continente africano está en la boca de todos los expertos, nuevas voces reclaman el desconocimiento que se tiene sobre los motivos (sociales, culturales, económicos, religiosos) que impulsan el movimiento migratorio (humano) en el continente más pobre del planeta.
Primero se debe conocer que el número de desplazados internos (movilizados dentro de su propio país) y de refugiados (movilizados a terceras naciones) en África, según los datos ofrecidos por Naciones Unidas, superan los 30 millones de personas. Los puntos emisores de un mayor número de desplazados internos y de refugiados serían Nigeria (más de 3 millones de desplazados internos), Mali (330.000 desplazados y 86.000 refugiados), Níger (507.000 desplazados y 364.000 refugiados), Burkina Faso (2 millones de desplazados y 125.000 refugiados), el este de República Democrática del Congo (7.1 millones de desplazados y 1 millón de refugiados), Sudán del Sur (2.3 millones de desplazados y 2.4 millones de refugiados), Burundi (103.000 desplazados y 322.000 refugiados), República Centroafricana (1 de cada 5 nacionales viven desplazados o refugiados en naciones vecinas) y Sudán (10 millones de desplazados y 2.2 millones de refugiados).
Tanto desplazados como refugiados deben su situación a tres causas mayores: los conflictos armados, las hambrunas/crisis sanitarias y las catástrofes naturales. En muchas ocasiones, estos motivos se complementan mutuamente. Por ejemplo, en Sudán se vive hoy una guerra civil y una situación de hambruna que afecta en mayor o menor medida a 20 millones de sudaneses; en el este de República Democrática del Congo, los conflictos se barajan con catástrofes naturales traducidas como inundaciones y lluvias torrenciales, además de haber surgido recientemente una emergencia sanitaria con motivo de la nueva variante de la viruela del mono; y en Mali, donde actualmente se están desarrollando dos conflictos por separado (la junta militar combate a partes iguales contra el terrorismo islámico y contra los movimientos independentistas del norte del país) no ha pasado una semana desde que el Gobierno declarase el estado de desastre nacional por las inundaciones que se llevaron la vida de 30 personas en el sur del país.
Debe entenderse, en lo referente a los refugiados, que muchos de ellos escapan a un cúmulo de catástrofes donde la supervivencia del individuo y del núcleo familiar es prácticamente inviable. Y, por otro lado, debe comprenderse que la inmensa mayoría de refugiados africanos son acogidos por naciones africanas, precisamente. Sólo en Kenia se contabilizaron a comienzos de 2024 hasta 539.000 refugiados procedentes de naciones vecinas. Chad acoge a 1.4 millones de refugiados procedentes en su mayoría de Sudán, Sudán del Sur y República Centroafricana. Etiopía guarda en su territorio a 823.000 refugiados, etc.
Las condiciones de acogida de naciones con economías en vía de desarrollo son, por otro lado, extremadamente precarias, tanto en lo referente a desplazados internos como a los propios refugiados. Así, actualmente se encuentran ejemplos devastadores en los campos de refugiados sudaneses del oeste de Etiopía, ubicados en una zona donde el bandidaje actúa con especial fruición y donde es extremadamente difícil el acceso de la ayuda humanitaria; también es un triste ejemplo el campo de desplazados sudaneses de Zamzam, donde 60.000 de sus 120.000 habitantes viven en condiciones de inseguridad alimentaria y asediados por una variedad de enfermedades motivadas por la falta de infraestructura. El cólera y la malaria son enfermedades habituales en los campos de desplazados de Nigeria y de República Democrática del Congo, etc.
Habría que sumarle que la inestabilidad de los países mencionados obliga a que los flujos migratorios sean, por lo general, inseguros. Un sudanés que huya de su país en guerra puede aterrizar en las vecinas Libia (nación en guerra y emisora de refugiados), Etiopía (la provincia fronteriza de Amhara está en guerra), Sudán del Sur (una de las naciones más peligrosas del planeta y emisora de refugiados), Chad (envuelta en un complejo conflicto interno que afecta al gobierno y a diferentes grupos armados), Egipto (único país que vive una situación de paz), República Centroafricana (en guerra y emisora de refugiados) y Eritrea (nación controlada desde su independencia por una severa dictadura y emisora de refugiados). Esto vuelve que huir de la guerra generalmente concluya con el refugiado en otro país en guerra. Guerras que, por cierto, se deben a una mezcolanza de conflictos internos e intereses externos que reúnen los ingredientes para financiar un conflicto armado en países cuyo PIB es apenas una fracción del que puede encontrarse en cualquier nación europea.
Tenemos la lista de naciones africanas emisoras de un mayor número de refugiados. Ahora sería importante conocer cuántos sujetos de dichas nacionalidades terminan en España, según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística. Así, en España habría 1.3865 congoleños, 31.118 malienses, 1.723 burkineses y 34.628 nigerianos, mientras que los residentes procedentes del resto de naciones citadas apenas llegan al millar. Puede afirmarse con total seguridad que, según las cifras oficiales (que habría que complementar con los números de inmigrantes no registrados), España acoge aproximadamente a un 1% de los refugiados que emiten las naciones africanas con respecto al número de refugiados que transitan dentro del continente. Un número elevado, puede ser, pero no necesariamente apocalíptico si comparamos con los números registrados en Chad, Kenia o Etiopía. Incluso Italia o Grecia, naciones europeas ubicadas más próximas en términos geográficos a los conflictos mencionados, reciben niveles superiores de refugiados africanos desde hace una década.
No deja de resultar relevante que el número de desplazados internos y de refugiados en todo el mundo, con especial énfasis en África, se elevó bruscamente según datos de Naciones Unidas a partir de 2011. En 2011 había alrededor de 15 millones de refugiados en todo el planeta, mientras que la cifra rondaba los 35 millones en 2021; 22.4 millones de desplazados internos en 2011 ascendieron hasta los 62.5 millones en 2021. No deja de resultar relevante, buscando los motivos, que Muamar Gadafi fue asesinado en 2011 y que desde su muerte se han multiplicado los conflictos en el continente africano, con especial énfasis en la región del Sahel. No pocos africanos achacan parte de la situación actual en el continente a que Gadafi servía de muro de contención (por medio de negociaciones o asociaciones) de los grupos armados que proliferan en África.
Inmigración económica
Otro motivo recurrente en los movimientos migratorios serían las causas económicas. Por lo general, poblaciones que buscan una mejoría en su trayectoria laboral por la falta de oportunidades en su país de origen (España conoce bien este tipo de migraciones por haberla vivido en sus propias carnes) o como resultado de las crisis económicas que afectan a sus naciones. En estas causas encuadrarían los inmigrantes procedentes de Gambia, Senegal, Mauritania o Guinea Conakry. En apenas un año, el kilo de arroz en Senegal ha subido de los 300 francos CFA (46 céntimos) a los 500 francos CFA (76 céntimos), considerando que se trata de un país donde cada senegalés consume 120 kilos anuales de arroz y cuya renta per cápita es de 1.500 dólares aproximadamente.
La subida de precios del arroz, añadida a la subida de precios del trigo como consecuencia de la guerra de Ucrania, son motivos de peso para perjudicar economías frágiles con poco margen de maniobra para afrontar las crisis que se suceden. En Senegal y Mauritania, además, el sector pesquero (que ocupa en Senegal a un 17% de la población) se enfrenta desde hace un lustro a una profunda crisis con motivo de la intervención de las aguas por parte de la Unión Europea y China, dificultando la pesca y llevando a grandes cantidades de población a buscar alternativas económicas a las tradicionales.
Que la mayoría de los inmigrantes que aparecen en el televisor sean hombres tiene una explicación sencilla que nada tiene que ver con teorías del reemplazo o invasiones islámicas organizadas por Soros desde su cueva. Antes se explica, primero, porque las sociedades mencionadas son profundamente patriarcales y recae en los hombros del varón salir del hogar en busca de sustento. Por otro lado, cuando el inmigrante africano se destina en Europa a labores físicas (construcción, agricultura) y se corre la voz de este detalle en los países emisores, es evidente que los hombres cuentan con una condición física más favorable que las mujeres para realizar este tipo de tareas.
El famoso “efecto llamada” multiplica las llegadas por dos razones fundamentales. La primera, de tipo cultural, dificulta enormemente a los inmigrantes ser sinceros con sus familias sobre la situación que viven en Europa. Este periodista ha conversado con decenas de senegaleses, guineanos y mauritanos que explican como una suerte de “humillación” a nivel social y familiar que un sujeto reconozca haber fracasado en Europa… donde otros triunfaron. Las historias de éxito ficticias superan a las reales y encandilan a jóvenes africanos que buscan ese éxito anunciado. Por otro lado, el efecto llamada se multiplica de forma exponencial al número de inmigrantes que viven en determinado país. Por lógica, habrá un efecto llamada mayor si viven 1.000 senegaleses en España que si vivieran 500. Cuantos más africanos aterrizan/desembarcan en Europa, más africanos participarán en el efecto llamada que se suma a una situación económica agravada en los países de origen, a las guerras que provocan los flujos de refugiados, a las catástrofes naturales, etc.
Tampoco debe dejarse de lado la evidencia de que los flujos migratorios internos en África por motivos económicos son extraordinariamente elevados. Las zonas mineras, por ejemplo, sirven como especial foco de concentración de inmigrantes (como puede ser el este de Senegal, donde se reúnen altos números de burkineses, malienses, guineanos y nigerianos). La propia construcción aérea del continente africano, donde generalmente sale más barato comprar un billete de avión Madrid-Lagos que un billete Dakar-Lagos, facilita asimismo los desplazamientos terrestres por encima de los aéreos, contribuyendo así a la inmigración irregular dentro del propio continente, pero también en los países de paso para aquellos que buscan su destino final en Europa. Podría decirse que África está construida a todos sus niveles, tanto sociales como políticos como económicos como en infraestructura (etc.) para favorecer la inmigración irregular por encima de la regular.
Ofrecer una oportunidad de inmigración circular a 250.000 mauritanos en un continente con 30 millones (y subiendo) de desplazados y de refugiados, esto sin contar con los movimientos migratorios por motivos económicos, es poner un parche al mar. Afrontar el dilema migratorio en los países costeros sin ofrecer soluciones viables de cooperación a las naciones más afectadas por la violencia y el hambre, ni sustituye ni repara. Siempre que haya hambre y cólera en el campo de Zamzam, habrá padres e hijos que escapen en busca de una oportunidad que desembarque en Libia, Marruecos, Argelia, Senegal… donde las promesas de Pedro Sánchez se disipan, aplastadas por una complejísima realidad.