Líbano, el campo de batalla de una guerra (cada vez más abierta) entre Irán e Israel
Como otras veces en su reciente historia, Líbano, con sus apenas 10.452 kilómetros cuadrados, vuelve a ser escenario de la lucha por la supervivencia, el poder y la influencia de las grandes potencias de Oriente Medio. Aunque todo había comenzado el 7 de octubre con la infiltración de los soldados de las brigadas Al Qassam de Hamás en el sur de Israel, quienes dieron muerte a más de 1.200 personas y secuestraron a otros dos centenares más, pronto, apenas el día siguiente, Hizbulá, la mejor dotada de las milicias proxy de Irán en la región, se unía a la estrategia de agresión a Israel con el lanzamiento de sus primeros cohetes hacia territorio enemigo.
Días después harían lo propio los rebeldes chiíes de Yemen, los hutíes, también responsables de importantes disrupciones en el tráfico comercial en el mar Rojo. El heterogéneo ‘eje de la resistencia’ tejido por la República Islámica comenzaba un conflicto que hoy amenaza con acabar siendo una guerra abierta entre Teherán y Tel Aviv.
Desde entonces y durante once meses, la milicia chiita libanesa y las Fuerzas de Defensa de Israel han estado intercambiando fuego a un lado y otro de la línea azul -la frontera oficiosa entre los dos países- en una suerte de toma y daca que siempre amenazó con escalar como a la postre acabaría ocurriendo. Hizbulá, una sólida estructura político-militar con tentáculos en todos los ámbitos de la vida libanesa, una suerte de Estado en un país con un Estado casi inexistente, una milicia más poderosa que el propio Ejército libanés, presume de contar con varias decenas de miles de combatientes a pleno rendimiento y contar con un arsenal formado por más de 130.000 misiles, cohetes y drones.
Aunque casi siempre neutralizados por el sistema defensivo de Tel Aviv, los ataques con proyectiles de la organización proiraní durante meses obligaron a decenas de miles de personas en el norte de de Israel a abandonar de manera permanente sus hogares y causaron numerosos daños materiales en zonas urbanas e incendios en zonas boscosas. En las filas de la milicia -que la UE y EE UU incluyen en su lista de entidades terroristas, hasta comienzos de septiembre los bombardeos israelíes le habían costado la vida a aproximadamente medio centenar de combatientes.
Durante gran parte del año, Israel centró sus esfuerzos en acabar con la amenaza militar de Hamás en Gaza. Después de casi once meses de campaña militar contra la organización islamista palestina en la Franja, todo comenzó a cambiar en la frontera norte para los mandos militares israelíes: el objetivo de las FDI era el regreso a sus hogares de las casi 100.000 personas evacuadas y garantizar su seguridad. Según Tel Aviv, ello pasa por forzar la retirada de Hizbulá al norte del río Litani. El primer gran golpe fue el asesinato en el sur de Beirut del número dos de la organización tentáculo de Irán Fuad Shukr el 30 de julio de este año.
Pero todo iba a cambiar los días 17 y 18 de septiembre: en una espectacular acción del Mossad, los servicios de Inteligencia israelíes lograban hacer explotar centenares de dispositivos de comunicación -buscas y walkie-talkies en manos de miembros de Hizbulá en el sur de Líbano, el valle de la Becá, en el este, y la capital, con el resultado de casi cuatro decenas de muertos y miles de heridos de diversa consideración. El objetivo declarado de Israel era “cambiar el equilibrio de fuerzas” en la divisoria israelo-libanesa.
En apenas diez días de septiembre, Tel Aviv logró descabezar por completo a Hizbulá al acabar, en una sucesión de golpes implacables, con los mandos militares de la organización en su feudo del sur de Beirut, Dahiyeh. El día 27 pasará a la historia por ser la fecha en que las FDI acabaron con la vida en la capital libanesa del hombre que dirigió Hizbulá durante treinta años, convirtiendo un grupo de la resistencia antiisraelí durante la guerra civil en una sofisticada fuerza gracias a los auspicios de Irán, Hassan Nasrallah. A la humillación sufrida a manos de la Inteligencia israelí se une una implacable campaña de bombardeos cotidianos de las FDI contra la infraestructura de Hizbulá en la zona sur del país, el valle de la Becá y Dahyeh, el hasta ahora fortín chiita del sur de Beirut.
Dieciocho años después, las tropas israelíes e Hizbulá vuelven a enfrentarse con toda la crudeza en el sur de Líbano. El mejor de los escenarios para la mermada milicia proiraní, que espera poder frenar la embestida israelí. Empujada por la necesidad de recuperar crédito doméstico y regional, al fin el 1 de octubre la República Islámica decidía entrar en escena con el lanzamiento de casi 200 misiles contra territorio israelí -en su mayor parte neutralizados por el sistema defensivo de Tel Aviv.
Israel, que no puede permitir que, después de las lluvias de drones y proyectiles iraníes de abril y octubre se conviertan en norma, ha prometido responder con un ataque que podría tener como objetivo infraestructura nuclear y energética iraní. La República Islámica promete represalias aún más duras si las FDI responden. Aunque tocada, Hizbulá conserva aún gran parte de su arsenal, que podría estar reservando para la escalada. La guerra total entre Israel e Irán que nadie dice querer se aproxima a pasos agigantados.