Irene Reyes-Noguerol: "La vida tiene luz y sombras y la literatura refleja esa ambivalencia"
En "Alcaravea", Irene Reyes-Noguerol nos invita a un viaje literario que entrelaza lo íntimo y lo universal a través de relatos que exploran las emociones humanas en toda su profundidad. Inspirada en las vivencias de su familia y en la tradición oral, Irene logra plasmar en su obra una combinación única de ternura, dolor y resiliencia. En esta entrevista, la autora nos habla sobre el proceso creativo detrás de su colección de relatos, el peso de la tradición, y cómo la naturaleza y los personajes históricos se convierten en vehículos para transmitir una visión amplia y matizada de la vida.
¿Qué te inspiró a usar la semilla de la alcaravea como metáfora central en tu libro?
El uso de la alcaravea en el libro está inspirado en una nana que se ha transmitido desde tiempos muy antiguos, cuando la cantaban mis abuelas, sus madres, y más atrás en el tiempo. Esta nana intenta recuperar la importancia de la tradición oral, por eso la alcaravea tiene un peso esencial en los relatos. En la nana aparece esta palabra, que es la alcaravea, una planta con una semilla que combina sabores amargos y dulces. Mi intención era que los textos del libro reflejaran este amargor y dulzura, al igual que la planta. Además, quería que sirviera para recuperar toda esta tradición oral que siempre me ha parecido fascinante: historias anónimas que se han legado de generación en generación, formando un auténtico tesoro cultural.
En los relatos de Alcaravea hay una mezcla de dolor y ternura, ¿cómo encuentras el equilibrio entre estos dos polos emocionales?
Cuando escribo, intento ser lo más realista posible. Entiendo que la vida tiene una parte de luz y una de sombra, y creo que la literatura debe reflejar esta ambivalencia. Aunque mis personajes suelen pasar por situaciones de dolor o momentos de quiebre, procuro que también haya sentimientos positivos, como la ternura, la bondad o el aprecio hacia los seres queridos. De este modo, los relatos no se centran solo en el pesimismo, sino que siempre hay una luz que ilumina la vida de los personajes, evitando que se hundan completamente en el dolor. Siempre he pensado que la vida tiene luces y sombras, y que la literatura debe ser realista, abarcando todo aquello que enriquece nuestras vidas y relaciones.
Los personajes de tus cuentos parecen enfrentarse a desafíos emocionales profundos. ¿Hay alguna experiencia personal que haya influido en la creación de estos personajes?
Como autores, creo que nuestra experiencia personal se refleja en nuestros textos, pero no de manera directa ni autobiográfica. Más bien, dejamos que se transparente una forma de ver el mundo, una perspectiva sobre nosotros mismos y sobre los demás, y una manera de vivir ciertas experiencias. Aunque puede haber similitudes con la vida de los personajes, no hay una influencia autobiográfica pura en este texto. Por ejemplo, algunas de las historias que narro se desarrollan en el ámbito íntimo y familiar de los personajes, un espacio que nunca había sido considerado de gran relevancia, pero que siempre he escuchado desde pequeña en las narraciones familiares. En este sentido, he querido dar voz y dignidad a esas experiencias a través de los relatos del libro. Así, aparecen reflejadas las vivencias de personas como mi bisabuela o algunos de mis tíos abuelos. No obstante, como no llegué a conocerlos, no puedo decir que sea no ficción ni que esté basado 100% en la realidad. Siempre hay un filtro, que es la voz del autor, lo que permite que, aunque nos basemos en experiencias personales o familiares, se mantenga tanto la verosimilitud como el componente de ficción. Por eso, aunque las historias de mis abuelos y tíos abuelos aparecen en mis textos, los personajes se mueven entre la realidad y la ficción, ya que nunca llegué a conocerlos. Esto me da la libertad de tratarlos como personajes literarios, sin pensar en cómo fueron sus vidas exactamente, sino reescribiendo sus emociones y trasladando esas experiencias al ámbito de la ficción y de la literatura.
Tu prosa es muy poética y cuidada. ¿Cómo es tu proceso creativo para encontrar ese estilo tan particular?
Soy muy pausada a la hora de escribir, siempre tardo mucho en empezar porque creo que el proceso creativo no se limita únicamente a la redacción y corrección en la página, sino que abarca mucho más. Pienso que comienza incluso meses o semanas antes de sentarse a escribir un texto. Normalmente, paso varios días o semanas pensando en el tema que quiero tratar, en la sensación inicial y final que quiero comunicar a los lectores. A partir de ahí, me resulta más fácil ir elaborando un esquema narrativo. Mis cuentos, en realidad, no siguen una narrativa tradicional, ya que prefiero centrarme casi siempre en la experiencia emocional de los personajes. Aun así, siempre es necesario tener una organización previa, un esquema. Por eso, suelo pensar en los inicios y finales, dejando que el desarrollo narrativo evolucione de forma gradual a medida que escribo. Una vez que tengo claro este conjunto de ideas literarias, es cuando me siento a escribir, aislada y en calma. Paso varios días escribiendo cada uno de los textos.
¿Y el proceso de corrección?
Mi proceso de corrección también es largo. No me gusta dedicar solo el final del texto a la corrección, sino que prefiero ir corrigiendo mientras escribo. Pienso mucho cada frase, intento que tenga ritmo y musicalidad, buscando siempre un objetivo estético, de manera que trascienda lo puramente narrativo y se acerque más a lo analítico. Por eso, el proceso de corrección se enlaza con el creativo y el de escritura; mientras escribo, ya voy corrigiendo mentalmente, lo que hace que el trabajo de corrección final resulte mucho más depurado.
Has sido reconocida como una de las mejores narradoras jóvenes en lengua española. ¿Cómo ha influido este reconocimiento en tu desarrollo como escritora?
Siempre sentiré una gratitud inmensa hacia la revista literaria Granta y, en concreto, hacia Valerie Miles, por haber confiado en mi trabajo. Suele ser bastante insegura, como imagino que lo son muchos creadores, y no habría imaginado que algo así pudiera sucederme. Lo he vivido como una experiencia preciosa que me ha permitido conocer a otros autores, participar en distintos eventos, y también viajar, algo que me apasiona. Lo considero algo absolutamente positivo. Además, gracias a esta experiencia, mi libro anterior ha tenido más ediciones, y creo que también ha facilitado que me vaya dando a conocer poco a poco, hasta el punto de que ahora mi obra está en el catálogo de Páginas de Espuma. Son cosas que, de otra manera, habrían requerido más tiempo, esfuerzo y trabajo, pero gracias a este impulso, todo ha sido mucho más sencillo y ha facilitado mi entrada en el mundo literario. Es cierto que intento mantenerme al margen de los grandes núcleos editoriales. Me gusta esta independencia, tener la oportunidad de participar en los círculos literarios sin sentir la necesidad de estar inmersa en ellos constantemente. Me gusta disponer de mi tiempo para reflexionar, escribir y dedicarme a la literatura sin la presión de tener que entregar un texto en un plazo determinado, algo que está más relacionado con los núcleos editoriales de Madrid y Barcelona.
La naturaleza parece jugar un papel importante en tus relatos. ¿Qué significa para ti el vínculo entre la naturaleza y las emociones humanas?
Me resulta muy importante hablar de los elementos naturales cuando estoy escribiendo, porque pienso que, al igual que a lo largo de la historia de la literatura, es algo que se ha empleado de distintas maneras y que ha evolucionado bastante. En mi caso, creo que me sirve mucho para conseguir que las emociones de los personajes, aquello que están sintiendo o lo que les provoca dolor en algún momento, pueda reflejarse de manera bastante evidente mediante la naturaleza. Por eso, en algunas ocasiones, aparecen, por ejemplo, varios cambios de luz. Se habla muchas veces de la luz del sur, ese sur que es tan importante para nosotros. También se mencionan pasajes que se pueden encontrar no solo en el paisaje rural, sino también en el paisaje urbano. Aparecen varios cielos en multitud de ocasiones, precisamente porque intento que el microcosmos que supone la sensibilidad de mis personajes se trasluce en un macrocosmos mucho mayor, un macrocosmos que ya sería universal y que encuentra una especie de comprensión mediante los elementos de la naturaleza.
¿Cómo decidiste la estructura de la colección? ¿Qué importancia tienen los doce relatos como conjunto?
Tenía muy claro que quería que el primer texto, el que abriera la colección, fuera Cartas a Theo, un monólogo ficticio de un Van Gogh totalmente atormentado por el miedo a perder su identidad, a dejar de ser, pero que al mismo tiempo reflexiona sobre la creación artística y lo que significa la resiliencia para él. Es un personaje desbordado por completo por sus emociones, y yo sentía que, para conseguir que este monólogo de un protagonista desquiciado funcionara, la forma debía acompañar al contenido. Para mí, el trabajo estilístico siempre es algo fundamental, y en este caso decidí que el texto no tendría ningún punto hasta el final, porque sentía que así esa soledad y desazón intensísima que siente el personaje sería mucho más fácil de comunicar a los lectores. Quería que fuera un discurso sin pausa, acumulativo, como un arroyo que arrasa con todo, como un torrente. Curiosamente, esta es mi manera natural de escribir: sin puntos. Solo cuando tengo los textos ordenados los estructuro, pero justo en el caso de Van Gogh me pareció que podía funcionar bien que mi formato acumulativo apareciera relacionado con este personaje que se siente absolutamente solo, desamparado y perdido, con miedo a dejar de ser él mismo.
¿Y el último de la colección?
Quería que fuera el dedicado a mi bisabuela, homónimo al título del libro, Alcaravea. Quería que el libro terminara con este cuento porque es el que tiene un nexo estructural: la nana que aparece a lo largo del relato lo organiza de algún modo, pero también cuenta la vida de mi bisabuela, una vida apasionante pero durísima. En concreto, refleja esos momentos que compartió con muchísimas familias como niñera de bebés durante muchos años, y me interesaba volcar esta experiencia que había escuchado tantas veces en mi familia, una historia que me resulta interesantísima y apasionante. Quería que, de algún modo, esta historia tuviera el reflejo en la literatura que siempre había merecido.
¿Qué mensaje o sentimiento esperas que los lectores se lleven después de leer Alcaravea?
Me gustaría transmitir un mensaje, como comentaba al principio, que permita entender la literatura y la vida en toda su amplitud. Es decir, un concepto, una idea de la que forman parte no solo el dolor, la pérdida, la ausencia o la complejidad en las relaciones familiares, sino también la bondad, los afectos, el amor en sus distintas manifestaciones, la ternura y la dulzura. Me gustaría que la persona que lea este libro se quede con la sensación de verosimilitud o de realismo, de manera que este conjunto de relatos pueda transmitir la idea de que en la vida no es necesario inclinarse hacia lo blanco o lo negro, sino hacia lo gris. Estos son los colores que más me interesan. A lo largo del texto aparece varias veces esa voluntad de centrarse en un punto intermedio, en las zonas de indeterminación, de matices y de variables. Lo he dicho en alguna ocasión: no se trata de situarse en los extremos del blanco o el negro, sino de centrarnos en esta zona mucho más amplia y rica, donde coexisten al mismo tiempo el dolor y la ternura.