Desglobalización: hacia una nueva era de autosuficiencia económica
En los últimos años, en lugar de un mundo interconectado por el comercio global, inversiones extranjeras y movilidad laboral, estamos viendo una posible vuelta de las economías mundiales hacia el nacionalismo económico mediante un mayor enfoque en sus propios recursos, territorios y producción nacional, para fortalecer la industria local y fomentar el consumo de productos autóctonos. Se trata de la desglobalización, un fenómeno del que cada vez se habla más, consistente en reducir la dependencia económica de otros países, en especial de aquellos considerados hostiles ante los conflictos geopolíticos, y que se ha intensificado en los últimos años debido a factores como las tensiones comerciales entre grandes potencias, la pandemia y el conflicto en Ucrania. Además, el hecho de que las cadenas de suministro globales cada vez sean más complejas, aumenta el riesgo de que uno de sus eslabones, en otro lado del planeta, sufra incidencias, haciéndolas menos atractivas, por lo que este cambio de tendencia ha llevado a muchas economías, incluida la europea, a replantearse la ubicación de sus cadenas de suministro, repatriar parte de su producción y su capacidad para producir localmente bienes esenciales.
La victoria de Trump podría acelerar aún más la desglobalización ya que es defensor del proteccionismo y ha impulsado políticas que priorizan la producción y el empleo en EE UU pues si durante su primer mandato, implementó medidas como aranceles a productos chinos, renegoció el NAFTA y alentó a las empresas estadounidenses a reducir su dependencia de cadenas de suministro globales, es probable que ahora retome más medidas contra el comercio internacional que podrían fragmentar aún más la economía global, generando mayor presión en Europa y otros países para ser más autosuficientes, lo que fortalecería la tendencia a la desglobalización. Además, al aumentar las restricciones comerciales, se podría dificultar la cooperación en temas económicos y estratégicos, empujando a las grandes economías a depender menos unas de otras.
En Europa, este proceso puede tener efectos significativos ya que la relocalización de la producción, especialmente en sectores críticos como el energético y el tecnológico, podría contribuir a reforzar la independencia de las economías europeas y reducir su vulnerabilidad ante disrupciones globales. Sin embargo, a corto plazo, este cambio requiere capital y tiempo e implica costes altos, ya que producir en Europa suele ser más caro que en Asia, debido a los salarios más altos y a las estrictas regulaciones de la Unión Europea, incluyendo la ambiental, lo que causa que, muchas empresas europeas pueden ver reducida su competitividad frente a otras regiones mundiales.
Sin embargo, no podemos ponerle puertas al campo en un mundo que está altamente interconectado y donde ninguna región o país esté cerca de ser autosuficiente pues siempre dependeremos de otros, aunque sea en bienes y servicios intermedios que incorporemos a nuestra cadena de valor nacional, como es el caso de la industria del automóvil, tan importante para Europa. Aunque la desglobalización ofrece una oportunidad para reindustrializar y hacer más autónomas a las economías de Europa, esta transición puede tener efectos negativos por la relocalización de la producción y el aumento de costes de importación, impactando en los precios de los productos europeos.
Ante esta situación, la automatización y la innovación en tecnologías que aumenten la eficiencia y reduzcan la dependencia de mano de obra se presentan como soluciones clave para las empresas europeas, por lo que países como España deben adaptarse cuidadosamente para aprovechar estos cambios sin comprometer su competitividad ni los sectores clave que sostienen su economía. Podría ser una oportunidad para reactivar o modernizar nuestra economía, reforzando algunas industrias estratégicas que permitan reducir nuestra dependencia de importaciones en sectores clave, estimulando la creación de empleo que tanta falta nos hace.
Desafortunadamente, la desglobalización es un arma de doble filo, pues afecta negativamente a aquellos sectores que son muy dependientes de las cadenas de suministro globales, como el automóvil o el turismo, pilares de nuestro modelo económico, impactando en la producción y el empleo, desafiando a las teorías económicas del comercio internacional para demostrarnos que, a veces, el proteccionismo nos puede salir caro.
Juan Carlos Higueras, economista y profesor de EAE Business School