La tóxica amistad del príncipe Andrés con un espía chino
El príncipe Andrés, hermano de Carlos III, no pasará este año la Navidad con la familia real en Sandringham. Lleva apartado de la vida pública desde 2019 por el escándalo que le vinculó con el millonario pedófilo estadounidense Jeffrey Epstein. Pero una nueva polémica le ha defenestrado ahora también del ámbito privado de los Windsor. El mayor perjudicado, en cualquier caso, no es el monarca –cuya relación fraternal está lejos de ser idílica–, sino el «premier» Keir Starmer, quien se topa con un gran dilema ante el complejo escenario geopolítico en un momento de máxima tensión. La gran pregunta es: ¿qué va hacer ahora Londres con China?
En noviembre, Starmer se convirtió en el primer mandatario británico desde 2018 en reunirse con Xi Jinping con el objetivo de descongelar las frías relaciones bilaterales para impulsar el lento crecimiento económico de Reino Unido y trazar puentes con el gigante asiático ante los grandes retos internacionales. Pero su estrategia está ahora más que cuestionada después de que haya salido a la luz las andanzas de un presunto espía infiltrado entre la realeza y las más altas esferas de la política.
Yang Tengbo, un empresario chino de 50 años, ha decidido renunciar al anonimato para comunicar a través de sus abogados que «es enteramente falsa la ampliamente extendida descripción como espía que se hace de su persona». Su caso lleva días ocupando las portadas de los rotativos británicos donde analistas y diputados recalcan que es tan sólo «la punta del iceberg» de la injerencia del gigante asiático en Reino Unido. Tengbo ha adelantado que recurrirá el fallo judicial del 12 de diciembre que ratificó el veto impuesto por el anterior Gobierno conservador en 2023 al considerarle un riesgo para la seguridad nacional y alega que las sospechas de Interior son «infundadas». «Cuando las relaciones son buenas y se buscan inversiones chinas, soy bienvenido en Reino Unido. Cuando las relaciones se deterioran, se adopta una postura anti china y me excluyen», agrega.
Fue el príncipe Andrés, desesperado por mantener su lujoso tren de vida y dispuesto a sacar dinero de debajo de las piedras, quien permitió durante años que el presunto espía le utilizara para acceder a lo más alto del «establishment». La conexión entre ambos podría haber comenzado en 2016, cuando el hermano del actual monarca Carlos III lanzó Pitch@Palace China, tras verse obligado a dimitir como enviado comercial de Reino Unido tras otra serie de escándalos.
El plan permitió al príncipe seguir usando la marca real en beneficio propio, ya que tenía derecho a una participación del 2% de cualquier acuerdo de inversión durante tres años. Tengbo no solo consiguió meterse de lleno en Palacio, sino que también extendió su influencia en Westminster, tal y como revelan sus fotos con diferentes políticos, entre ellos, el ex «premier» David Cameron y su sucesora Theresa May.
El actual inquilino de Downing Street asegura ahora que está «preocupado por el desafío que plantea China». Con todo, los ministros se muestran cautelosos en etiquetar al gigante asiático como una amenaza para Reino Unido y, de momento, el «caso Tengbo» no parece haber alterado los planes de la responsable del Tesoro, Rachel Reeves, para viajar a China en 2025.
El Gobierno laborista mantiene una posición de resistencia ante el régimen de Xi Jinping que resume en tres palabras: «desafiar, competir, cooperar». Pero el próximo año deberá mostrar por completo sus cartas, ya que se tiene que publicar la auditoría que se lleva a cabo para definir su política exterior hacia Pekín. No es fácil establecer una estrategia respecto a esta cuestión. Ni para Starmer, ni para el resto de los líderes occidentales. Más aún tras la victoria electoral de Donald Trump, quien se ha comprometido a imponer un arancel general de al menos el 10% a todas las importaciones, con aranceles de hasta el 60% para los productos de China.
La prioridad del Gobierno británico es el crecimiento económico. Y es difícil sin una relación con su cuarto socio comercial más importante. Pero está la seguridad nacional y, según el jefe del MI5, Ken McCallum, China es «una amenaza que se manifiesta a gran escala» para la democracia. Uno de los puntos más importantes que debe abordar es el registro de listas de «Lobbying» - el denominado Esquema de Registro de Influencia Extranjera (FIRS, por sus siglas en inglés), como parte de los esfuerzos por proteger los intereses británicos de actores como Rusia, Irán y China. El FIRS fue introducido por el último ejecutivo conservador como parte de una importante renovación de la legislación de seguridad nacional. Su objetivo era frenar las actividades del Departamento de Obras del Frente Unido de Pekín, para el que supuestamente trabajaba el «espía» chino Yang Tengbo.
Tanto los conservadores como ahora los laboristas han tenido que hacer frente a una intensa presión de las empresas que temen que denominar al gigante asiático explícitamente como «amenaza» afecte a sus relaciones con el país. El principal de ellos ha sido el HSBC, que está muy expuesto a China y cuyos tratos anteriores con Pekín, incluido el cierre de cuentas de activistas prodemocracia y el respaldo a las draconianas leyes de seguridad de Pekín en Hong Kong, han sido objeto de duras críticas de los parlamentarios.