El año del barro
Para los chinos le vemos ya el final al año del Dragón, que iba a ser el mejor de nuestras vidas según las burbujitas del champán en la última Nochevieja. Les juro que nos mintieron y pueden comprobarlo si sacan la cabeza por la ventana para ver la realidad. Mucho más gris y desesperanzadora que hace doce meses al estrenar enero, dándonos ahora culazos por la cloaca política, donde los dos grandes partidos, PP-PSOE, hacen el ridículo todos los días enfrentados en un cutre juego de esgrima para tratar de meterle el florete en el ojo al adversario mientras los partidos que guardan la llave del Gobierno de España se frotan las manos, tronchándose de risa en nuestra cara.
Acuérdense, si no les entra la vergüenza, del esperpento de Puigdemont fugándose, en directo para todos los hogares, disfrazado con un jipijapa en la cabeza. Ya nadábamos, contentos y felices, en el barro nuestro de cada día, sabiendo que todo capítulo de esta farsa nacional sólo logra insuflar más gasolina al negocio necio de la partitocracia, como si se tratase de una distracción particular y ajena, sin efectos en la vida de los curritos de andar por casa. Es decir, en usted y yo que les pagamos sus sueldos, beneficio, moquetas diarias, pero les importamos un pimiento.
Hasta que llegó la Dana a Valencia, para que la realidad y la tragedia nos sacara los colores, demostrando la ineptitud de un sistema que existe para allanar la vida de los ciudadanos. Pues no fue así, como todos saben, y mientras se empeñaban en negar el riesgo el agua cayó y arrasó todo. Quedará para nuestra memoria, verdaderamente democrática, la indignación y los trozos de lodos lanzados por los vecinos de Paiporta contra el paseo de las autoridades. Dicen que ese berrinche, inédito en nuestra historia reciente, truncó nuestro sistema. Creo que sucedió al contrario, se demostró que ya estaba roto desde hace mucho, y la herida se abrió para siempre. Feliz 2025.