Una técnica para prevenir el infarto antes de que aparezcan los síntomas
La grasa es mala. Esta especie de mantra se ha instalado en nuestra mente y solemos aplicarla a casi cualquier asunto relacionado con la salud. Pero no siempre es correcto. De hecho, hay grasa que puede salvarnos la vida.
Nuestro corazón, por ejemplo, encierra un secreto que empieza a ser entendido cada vez más por la ciencia: una capa grasa lo rodea y ésta puede ser igualmente beneficiosa para el órgano como dañina. Lo malo es que no resulta sencillo detectar en qué fase de relación con el músculo cardiaco se encuentra.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Virginia en Estados Unidos ha presentado en sociedad una revolucionaria técnica de Imagen por Resonancia Magnética (MRI) que permite estudiar con una precisión sin precedentes el recubrimiento graso del corazón y que, aseguran, abrirá una nueva etapa en el estudio de la salud cardiaca. La clave está en el llamado tejido adiposo epicardiaco, un volumen indeterminado de grasa que se aloja dentro del saco pericárdico, justo en la superficie del corazón. En realidad la existencia de este tejido sobre el miocardio y las arterias coronarias es conocida desde el siglo XIX, pero no ha sido posible analizarlo con precisión hasta hace muy poco.
En recientes estudios clínicos se ha postulado que el análisis de esta grasa podría ser de interés para evaluar el estado de algunos enfermos como los pacientes renales, los afectados por déficit de hormona del crecimiento –ya que se ha visto que los medicamentos sustitutivos de esta hormona reducen la capa adiposa– e incluso pacientes infectados por VIH que cuando son tratados mediante antirretrovirales presentan un mayor espesor de este tejido cardiaco. Es decir, de algún modo, esa grasa del corazón puede ser indicadora de muchas patologías y protectora de otras.
Pero, ¿cómo afecta realmente al corazón? En su versión benéfica es una especie de «manta» que aísla térmicamente el músculo para protegerlo y lo provee de energía. Pero cuando crece en exceso aumenta el riesgo de que se produzcan daños coronarios.
La nueva tecnología de imagen ahora presentada examina el tejido adiposo epicardiaco y es capaz de medir la cantidad de diferentes tipologías de grasa: saturada, monoinsaturada y poliinsaturada. Es la primera vez en la que la ciencia cuenta con una herramienta capaz de hacer con rigor esa distinción. El avance es de gran importancia porque, dependiendo de la composición mixta del tejido graso, los lípidos pueden tener más capacidad de proteger o de dañar el órgano. Por ejemplo, si existe un desequilibrio a favor de las grasas patogénicas, éstas pueden terminar penetrando el músculo cardiaco y conduciendo a serios riesgos como aterosclerosis, fibrilación arterial e infarto.
La detección de estas grasas mediante una resonancia, sin embargo, no es tarea sencilla. Para empezar, tanto el corazón como los pulmones que lo rodean son órganos en constante movimiento, por lo que la imagen de un tejido tan poco visualizable como la grasa se pierde. Para superar esta barrera, los ingenieros biomédicos de Virginia han desarrollado modelos informáticos que simulan a la perfección una imagen estática de la grasa a partir de tomas que solo duran el tiempo que transcurre entre dos respiraciones lentas, y permiten una resolución suficiente como para analizar las diferentes composiciones del tejido. Así se puede determinar la cantidad de ácidos grasos saturados, por ejemplo, un componente que se sabe que está relacionado con procesos inflamatorios dañinos. O de su némesis, las grasas insaturadas, que generan el efecto contrario: son beneficiosas porque previenen la inflamación.
Para comprobar las bondades de esta nueva tecnología, los autores del trabajo han realizado resonancias al corazón de 21 pacientes que habían experimentado recientemente una condición cardiaca conocida como Stemi (infarto de miocardio con elevación del segmento ST).
Todos los pacientes fueron analizados antes de las 96 horas transcurridas tras el episodio de infarto. Con las imágenes así obtenidas fue posible poder predecir cuáles de los pacientes habían tenido un peor comportamiento tan solo analizando su tejido graso coronario.
Se cree que en el futuro próximo estas imágenes serán útiles para poder predecir un infarto mucho antes de que los primeros síntomas aparezcan. Y en el caso de que el accidente coronario ya se haya producido, el análisis de la grasa del corazón sería realmente útil para tratar de mejorar la recuperación del músculo.