Los conservadores austriacos dispuestos a negociar con la extrema derecha para formar gobierno
Las posibilidades de que Austria tenga por primera vez desde 1945 un jefe de Gobierno de extrema derecha se han vuelto factibles este fin de semana, tras los intentos sin éxito de formar un Gobierno que dejara fuera del poder al partido ultra FPÖ de Herbert Kickl, ganador de las elecciones de septiembre. Los conservadores austriacos declararon el domingo que están dispuestos a negociar con la extrema derecha para formar un nuevo gobierno, tras el fracaso de las discusiones para una coalición con los liberales y los socialdemócratas.
El país alpino, miembro de la Unión Europea, se sumió en la incertidumbre política el sábado después de que el primer ministro conservador Karl Nehammer pusiera fin a las negociaciones para formar un gobierno centrista sin la extrema derecha, que ganó las elecciones legislativas de finales de septiembre. Nehammer anunció que dimitiría «en los próximos días» como canciller y presidente del Partido Popular austriaco (ÖVP), cargos que ocupaba desde finales de 2021, prometiendo «una transición ordenada».
Durante una reunión de los líderes de su formación el domingo, el secretario general del movimiento, Christian Stocker, fue designado jefe del partido en funciones. Stocker declaró que su partido le había autorizado a iniciar negociaciones de coalición con la extrema derecha. «Este país necesita un gobierno estable hoy, y no podemos seguir perdiendo un tiempo que no tenemos en campañas electorales o en elecciones», añadió.
Los acontecimientos se han precipitado desde el viernes pasado, cuando el pequeño partido Neos (neoliberal) anunció que abandonaba las negociaciones en curso con conservadores y socialdemócratas sobre una coalición tripartita. Esa era la opción favorecida por el presidente, el progresista Alexander van der Bellen, quien a continuación instó a conservadores y socialdemócratas a seguir negociando un acuerdo a pesar de que solo contarían con una muy estrecha mayoría en el Parlamento, de 92 del total de 183 escaños.
Sin embargo, a última hora del sábado, los dos partidos tradicionales reconocieron, entre mutuas acusaciones, que no pudieron salvar sus diferencias programáticas, especialmente sobre las fórmulas para reducir el excesivo déficit presupuestario.
Si bien la ley deja al jefe del Estado las manos libres para elegir a quien encarga formar un gobierno, la usanza tradicional había sido hasta ahora dar el mandato al líder del partido más votado.
Por no haberlo hecho desde el principio, Kickl acusó a Van der Bellen de ignorar la voluntad de los electores y lo responsabilizó del "caos" generado por su deseo de establecer un cordón sanitario para mantener fuera del poder al FPÖ. En un comunicado, tildó el sábado de "lógica, pero demasiado tardía" la dimisión de Nehammer, y consideró que también debería dimitir el jefe de los socialdemócratas, Andreas Babler.
Sea como sea, Kickl está ahora en una cómoda posición, pues la única alternativa a un acuerdo con el ÖVP que lo convertiría en jefe de Gobierno serían elecciones anticipadas, y los sondeos le auguran una nueva y más pronunciada victoria, con cerca del 35 % los votos, frente al 28,8 % que obtuvo en septiembre.
Así las cosas, el FPÖ, uno de los partidos de extrema derecha más antiguos de Europa, fundado tras la Segunda Guerra Mundial por antiguos jerarcas y simpatizantes nazis, podría encabezar por primera vez un gobierno nacional, pues si bien ya ha subido al poder en varias ocasiones, hasta ahora lo ha hecho únicamente como socio minoritario en una coalición liderada por los conservadores