Abuela, hija y nieta unidas por el mundo del caballo
En el corazón de Asturias, una familia atesora una hermosa historia ligada al amor por los caballos y la equitación, uniendo a tres generaciones de féminas apasionadas por el sector ecuestre, el cual supone el eje central de sus vidas: Isabel López Mier, Anina Palacios, su hija, y Martina Boland Palacios, hija de esta. Cada una, con su propio recorrido, ha contribuido a mantener viva esta tradición familiar.
Todo comenzó con Isabel, la hoy orgullosa abuela, que descubrió su pasión por los caballos desde muy joven, siendo una niña. Inspirada por su primo Enrique, quien montaba a caballo además de tener caballos en Nava, Isabel se adentró en el mundo de la equitación montando con él. Posteriormente, continuó en el Club Hípico Asur de Gijón, conocido coloquialmente como el CHAS, donde disfrutó plenamente hasta que dejó de montar al quedarse embarazada. Aunque se alejó de la práctica activa de la equitación, nunca abandonó el mundo ecuestre. Años más tarde, cuando su hija comenzó a montar, impulsada por ella, Isabel decidió reorientar su trayectoria ecuestre para vivir su pasión de otra manera. Así se formó como Juez y Comisario. Desde entonces, ha ejercido como jueza en concursos territoriales, nacionales e internacionales. Hoy, participa más como comisaria que como jueza en las competiciones, teniendo como cita ineludible de su calendario el Andalucía October Tour de Montenmedio.
Anina, su hija, heredó esa pasión casi por inercia. Nació entre caballos prácticamente y su madre siempre tuvo claro que este deporte era beneficioso para ella en todos los aspectos: ejercicio físico, aire libre, contacto con los animales y relaciones personales que se vuelven “familia escogida”. Anina se inició en este deporte con tan solo siete años, también en el CHAS, y poco después tuvo su primer poni. Isabel apostó siempre por el deporte de su hija, como hoy hace con su nieta. Su carrera fue brillante: Campeona de España por equipos en categorías alevín e infantil, medallista en juveniles y campeona de Asturias en varias ocasiones. También compitió a nivel nacional en pruebas de hasta 1’40 metros. Al igual que su madre, Anina tuvo que hacer una pausa en el deporte ecuestre por el curso que tomó su vida, esta vez para dedicarse a sus estudios en Inglaterra. Doce años después, retomó la equitación con la compra de “D'One”, un caballo muy especial para ella por ser hijo de una yegua que había sido de su propiedad y vendió para criar. Fue como una vuelta al origen. Hoy, además de competir en pruebas pequeñas de manera amateur y por hobby simplemente, Anina es juez y comisaria nacional, y es la actual Presidenta de la Federación Hípica Asturiana.
Es frecuente ver a Isabel y a Anina juntas en la caseta del Jurado de los concursos. Anina reconoce, entre risas, que, si bien las discusiones han sido habituales, también han constituido una fuente constante de aprendizaje mutuo.
La historia familiar de asturianas apasionadas por la hípica siguió creciendo con fuerza al irrumpir en las pistas de competición Martina Boland, hija de Anina y nieta de Isabel. Con apenas ocho años, Martina ya es una consagrada y ganadora amazona en pruebas de ponis, con mucho talento y determinación en pista y con un futuro prometedor. Martina siguió la tradición familiar, comenzó a montar a los cuatro años en la escuela del CHAS, emulando a su madre y a su abuela, y ahora compite con tres ponis, todas hembras: Rosa Feta, Anneke y Chiribita. Aunque cada una tiene su propia personalidad, Martina ha sabido sacar lo mejor de ellas, logrando ser Campeona de Asturias en Ponis A durante dos años consecutivos, Campeona de España por equipos en 2023 y Subcampeona por equipos en 2024. En 2024, ya en la categoría de Ponis B, ha demostrado su talento al quedar segunda en el Gran Premio Poni Club de España.
La conexión entre estas tres generaciones va más allá de los logros deportivos. Es habitual ver a Isabel, Anina y Martina disfrutando juntas en diferentes puntos de España allá donde la competición de ponis las lleve. Isabel confiesa a LA RAZÓN que: “Me da miedo ver a mi nieta, porque los ponis van muy rápido y ella es muy valiente, pero me llena de orgullo saber que el amor por los caballos sigue vivo en la familia”. Isabel tuvo claro desde niña que el mundo del caballo era su ambiente, se lo inculcó a su hija y hoy lo disfruta también con su nieta. Isabel vive cuadrando su agenda entre los concursos de ponis a los que va como abuela sufridora y a los que asiste como oficial para trabajar ella.
El abanico de posibilidades que ofrece el deporte ecuestre es enorme, traspasa generaciones y une familias, las cuales disfrutan en equipo. Martina tiene en su abuela a su mayor fan, mientras que su madre es quien es hoy por hoy por haber desarrollado su vida personal y profesional junto a los caballos.