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92 años de Casas Viejas, los “tiros a la barriga” que hicieron caer a Azaña

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"¿Queréis convertiros en mártires?". Son las 23:00 horas del 10 de enero de 1933 y llegan noticias confusas desde el resto de España sobre el levantamiento que pretende instaurar el comunismo libertario. Entre los anarquistas de Casas Viejas uno de los sindicalistas intenta hacer entrar en razón al resto, pero la desesperación es mucha y el hartazgo ha superado el límite al ver que nada ha cambiado en sus miserables vidas con el Gobierno de la República.

Las revueltas tras una llamada a una huelga general en el país son controladas enseguida, pero en este pueblo de la serranía gaditana van a tomar sus propias medidas.

En el "sindicato de los invencibles” de Casas Viejas se ha hecho fuerte la idea de la rebelión y la implantación de un régimen libertario: unos 200 campesinos salen a la calle, armados con azadas y escopetas, dispuestos a todo, sumados a una rebelión que solo ellos protagonizan ya.

Sitian el cuartel de la Guardia Civil e inician un tiroteo en el que dos agentes son mortalmente heridos.

Con el resto de intentonas sofocadas en el país, el Gobierno quiere aplacar este único foco y envía más efectivos de la Guardia Civil al mando del teniente Gregorio Fernández Artal, y a unidades de la Guardia de Asalto –creada solo un año antes– al frente de un personaje determinante en los acontecimientos, el capitán Manuel Rojas, curtido en la guerra de África.

Artal baja la bandera rojinegra que pende en la plaza y cuelga la republicana. Las órdenes de Madrid son actuar "sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas".

Tras interrogar sin miramiento alguno al sindicalista Manuel Quijada, este da tres nombres: Jerónimo Silva y los hermanos Cruz, como cabecillas de la insurrección.

Rojas sitia una choza con paredes de barro y lasca, techo de paja y un pequeño corral, en la que se han refugiado los anarquistas –el anciano Francisco Cruz, "Seisdedos"; con sus dos hijos Pedro y Paco Cruz; su nuera, Josefa Franco, con sus hijos Francisco y Manuel García; su yerno, Jerónimo Silva; su nieta, María Silva, con su amiga Manuela Lago, y al poco tiempo el propio Quijada, al que hacen entrar, maltrecho tras ser torturado, para intentar interceder con los cercados.

Las órdenes del Gobierno son claras para el capitán Rojas: “Si tienes que hacer fuego contra los sublevados, lo haces. Si tienes que incendiar la choza, la incendias".

Antes se ha usado una ametralladora desde un promontorio cercano, pero la paciencia se agota y el oficial de Asalto decide zanjar un enfrentamiento que se prolonga demasiado.

Bolas de algodón y paños de tela empapados de gasolina envueltos en piedras son arrojados con botellas de gasolina provocando un incendio inmediato.

María y su primo Manuel salen de improviso y logran escapar. El resto muere dentro, junto con el guardia de Asalto Ignacio Martín Díaz.

Rojas ordena después fusilar frente a la mísera chabola a doce vecinos, desarmados y la mayoría esposados.

Allí solo será visible más tarde el armazón de una cama metálica. El resto lo han arrasado las llamas.

El baño de sangre ha dejado 25 muertos en la pedanía de Medina Sidonia.

El propio capitán de la Guardia de Asalto declaró que las órdenes que había recibido de la Dirección General de Seguridad fueron: "Los tiros, a la barriga", una versión negada después, pero que acabó costándole a Manuel Azaña el Gobierno de coalición republicano-socialista que preside, tras la crisis política que se desató al conocer lo ocurrido.

Primero Miguel Pérez Cordón en la prensa anarcosindicalista y después los periodistas Ramón J. Sender –su “Viaje a la aldea del crimen” es un clásico– y Eduardo de Guzmán terminan por sacar a la luz los detalles de lo que ha pasado, documentado en un extenso catálogo fotográfico a cargo de Campúa y Serrano.

En Casas Viejas, hoy Benalup-Casas Viejas se cumplen este fin de semana 92 años de los sucesos con una recreación histórica que abarca múltiples actividades, incluida una ruta por los lugares de los sucesos. Un evento que organiza el Ayuntamiento de Benalup-Casas Viejas y la Fundación Casas Viejas 1933.

Uno de los puntos más emblemáticos es el Espacio Conmemorativo Casas Viejas 1933, donde se encuentra el lugar que ocupaba la mísera choza del anciano “Seisdedos”, un “espacio recuperado hoy para la ciudadanía” tras su polémica ubicación en un hotel de la localidad.

En Casas Viejas, el antiguo cementerio donde se amontonaron los cuerpos tras la tragedia es hoy un parque infantil, el sindicato anarquista en el que se fraguó la rebelión lo ocupa un bar, y el cuartel de la Benemérita es una vivienda particular.

La estampa más fácil de ubicar en la actualidad es la de la comitiva parlamentaria –llegada al pueblo en febrero– que camina en dirección a la choza de “Seisdedos”, con la iglesia de Nuestra Señora del Socorro detrás, o la plaza de la Alameda, ocupada entonces por guardias civiles y vecinos, atentos a la cámara, visible un rastro de pared quemada días después de aquel amanecer histórico en Casas Viejas.




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