Sánchez ya sabe que Junts no le dará los presupuestos
No habrá presupuestos porque Junts no los aprobará en ningún caso. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, les ha demostrado una y otra vez –según alegan– que «no es de fiar», y, por tanto, si le dan los presupuestos tendrían un doble problema, conforme al análisis que hacen de la «política española»: que Sánchez no cumpliría lo pactado y que, además, perderían la última herramienta que les queda para hacer valer en Madrid sus siete diputados y conseguir sacar adelante los compromisos que el Gobierno ha asumido con ellos.
Moncloa ha construido un relato oficial que viene a decir que al expresidente Carles Puigdemont le tienen atado de manos por la amnistía, que están negociando y que ven vías abiertas para sacar adelante las cuentas, que, por cierto, acaban de ser prorrogadas después de incumplir con la obligación constitucional de presentarlos en el mes de septiembre. La prórroga es ya de los presupuestos de 2023, porque en 2024 tampoco hubo acuerdo dentro de la mayoría de investidura.
Igual que sostienen este relato oficial, también saben, porque así se lo han trasladado desde Junts por los canales correspondientes, que antes de llegar a la negociación presupuestaria tienen que cumplir otros trámites si no quieren entrar ya en esa fase de «no retorno» de la que hablan en el partido del expresidente Puigdemont, y que implica que el PSOE no podrá volver a contar con ellos para nada. Y esto, sin meter en la ecuación los presupuestos, porque sobre ellos «no habrá acuerdo», según confirmaron fuentes solventes de Junts a LA RAZÓN.
Ni quitas de deuda, ni fotos con Puigdemont por parte del presidente Sánchez, que no sean consecuencia de una reunión de trabajo, con agenda y temario encima de la mesa.
La realidad es que la primera fecha clave es el próximo jueves, cuando Junts espera ver cómo la Mesa del Congreso toma la decisión de permitir que se tramite la cuestión de confianza que han presentado.
A partir de ahí, hasta que se debata y se vote, el PSOE tendrá que cerrar el acuerdo con los independentistas catalanes sobre inmigración. Este es un tema en el que los socialistas se han visto obligados de nuevo a rectificarse para ir hacia la posición de Junts, después de criticar su política y tacharla hasta de xenófoba. Moviéndose y moviéndose hacia lo que pide Junts, quedan, en teoría, solo dos escollos por rematar.
El otro tema que tiene que resolverse también de manera inmediata es el uso del catalán en las instituciones europeas.
Solo con estas dos condiciones ejecutadas –y desde Junts aseguran que en un plazo de menos de dos meses pueden estarlo–, Sánchez tiene margen para esperar que los independentistas catalanes se puedan plantear retirar la cuestión de confianza y le salven de enfrentarse a un escenario demoledor, de llegar a perder esa votación. Por más que se cuente lo contrario, ni Moncloa ni los socios se creen esa teoría de que da igual que haya presupuestos o que pierdan hasta la cuestión de confianza. Nadie puede echar a Sánchez de La Moncloa sin una censura, pero la situación se haría insostenible.
En estos momentos, Sánchez quiere ganar tiempo, y Junts ha llegado a la conclusión de que la estabilidad del presidente no le aporta ya nada –el último mensaje de Moncloa es que la amnistía estará validada por el Tribunal Constitucional para el verano (otras fuentes hablan de octubre). Pero es un compromiso que no hace sombra a los otros temas concretos de la carpeta de la negociación a los que Puigdemont concede más relevancia, aunque Moncloa le caricaturice como alguien que solo piensa en su interés personal. Puigdemont quiere recuperar la Generalitat, y para esto tiene que ganar espacio en Madrid a costa de Esquerra, y debilitar todo lo que esté en su mano a Sánchez y a Salvador Illa, el presidente de la Generalitat.
Al argumento de Moncloa de que se puede gobernar sin presupuestos, responden que ellos tienen la capacidad de provocar un marco de inestabilidad que haga la situación insostenible para Sánchez ante Bruselas. Incluso usan una metáfora que es bastante significativa sobre cómo ven en estos momentos la situación política: «Sánchez es el inquilino, y Feijóo es el propietario».
Esta es una de las razones por las que les extraña que el PP no llame a su puerta para mantener una vía de contacto y de negociación que vaya más allá de coincidencias puntuales en el Parlamento o a través de terceros mediadores, empresarios catalanes, fundamentalmente.
Ahí están colocando el dedo en una de las llagas de los populares, que se debaten permanentemente entre el pragmatismo de quienes abogan por hablar con Junts, y quienes sienten más el peso del miedo a la reacción de algunos terminales mediáticos de la derecha y también de Vox. Además de lo que pueda decir la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
El partido de Puigdemont está esperando a que llamen a su puerta para negociar más allá de esas coincidencias puntuales en el Parlamento.