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VUCA: escenarios geopolíticos para el año 2025 (y III)

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Los agoreros tienen y han tenido siempre muy mala prensa, predecir males y desastres atrae a poca clientela y lo que es peor suele identificarse con los adalides de las teorías de la conspiración y de la extrema derecha.

Justamente la extrema derecha está encantada en estos inicios de 2025 en el que tantos líderes de la progresía impostada y fracasada están de salida (Olaf Scholtz en Alemania, Emmanuel Macron en Francia, la Cosa Nostra Kirchneriana, como otras en Iberoamérica como las dictaduras de Cuba o Nicaragua que son peores y mucho más bananeras que la Camorra napolitana pero igual de crueles) y la decadencia de tantas otras, pero sobre todo los días contados de la repugnante dictadura chavista, hoy dirigida por el narco-dictador Maduro y sus cómplices del cartel de los soles (por las divisas de los generales de las FFAA de Venezuela).

En realidad, ese cartel debería llamarse el cartel chavista-tardo-comunista, pues de «neo» el comunismo no tiene nada. Pero la extrema derecha está feliz también porque algunos de sus más destacados adalides llegan al poder, tienen posibilidades de llegar al poder o los que ya lo están, parece que se consolidan en el poder. Que cada lector haga su propia lista, que no será nada corta por desgracia.

La polarización política en las democracias, otroras más avanzadas del mundo, hoy en seria recesión, junto con la dramática implosión de la calidad de las clases políticas (eso que antes llamábamos elites y que de elites no tienen más que su posición de privilegio y poder y sus patéticos delirios de grandeza) estas clases políticas con poca o ninguna formación, profesionales de la política y no profesionales de valía en la política (no conozco ningún profesional de la política de valía, estaré encantado que me presenten alguno, si es que existe).

Empiezo con estas dos consideraciones porque son el catalizador más peligroso y eficazmente corrosivo de la explosiva situación geopolítica que vivimos.

Decíamos en estas mismas páginas que en los años 80 y 90 la VUCA: Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad (su acrónimo en inglés) fueron brillantemente gestionadas por una elite política de gran peso, calidad intelectual, prudencia, principios, valores, visión, audacia y coraje.

No veo a nadie hoy con una sola de estas cualidades salvo quizás la audacia, y esta sin ninguna de las otras, es la receta perfecta para el desastre.

En Europa, si la guerra de Ucrania termina mal, si Rusia saca la más mínima ventaja de su guerra de agresión, se habrán puesto las bases para que Rusia lo vuelva a intentar con alguna otra víctima, Moldavia, Repúblicas Bálticas, Polonia, Finlandia o conquistar, o por lo menos, colocar títeres en alguna de sus antiguas «colonias» soviéticas (no se les puede llamar de otra manera) aunque hoy sean Estados soberanos.

Las tensiones de alguno de los miembros europeos de la OTAN por su escaso compromiso con la defensa colectiva (no sólo en términos presupuestarios, muy pocos estados miembro llegan al objetivo de 2 por ciento de PIB en gasto de defensa) sino también en términos filosóficos. Los países que sufrieron el yugo comunista en Europa son (y algunos gobiernos siendo una rara excepción, como Hungría o Eslovaquia) los más conscientes de la amenaza rusa y por extensión china, y el grave riesgo que supone hacer cualquier tipo de cesión al presidente de Rusia, Vladimir Putin, lo que alimentaría nuevas agresiones.

El auge de los extremismos políticos abre brechas muy peligrosas en nuestras sociedades, y por ellas se nos están colando los radicalismos de todo jaez, yihadistas, la izquierda y derecha más extremas (algunos en el poder), los conspiranoicos (especie en expansión…), los ultanacionalistas y separatistas (los servicios rusos utilizaron a Junts para debilitar y desestabilizar a España por medio del separatismo y radicalismo más despiadado.

The Economist dice que vivimos el momento más peligroso desde el final de la Guerra Fría, es una publicación de prestigio y de centro izquierda, en un su artículo de su redactor jefe de internacional, Patrick Foulis. Es, sin duda, el momento más delicado de los últimos 40 años a pesar de las debilidades estructurales de las cuatro autocracias autoproclamada enemigas del mundo occidental: China, Rusia, Irán y Corea del Norte tienen problemas gravísimos, economías debilitadas por razones distintas, de fuga de talentos y de implosión demográfica que son a medio plazo problemas inhabilitantes.

Lo que demasiados analistas dejan fuera de la ecuación es que justamente son las crisis y los lastres de las dictaduras los que muy bien podrían empujar a las peores tiranías del mundo (las mencionadas por The Economist y alguna más) a iniciar alguna acción a la desesperada que pudiese desencadenar lo inimaginable, una guerra global en el siglo XXI. La inquietud por la explosiva situación que vivimos no es hoy exclusividad de los agoreros ideológicamente extremistas, es una escalofriante realidad objetiva.

La incertidumbre sobre la Administración entrante de los Estados Unidos no contribuye a serenar los ánimos. Los más optimistas dicen que alguna de las declaraciones más chocantes de Trump las hace justamente antes de tomar posesión para tratar de empujar su agenda con avisos muy serios a todo navegante que no se lo haya tomado en serio hasta ahora. Ya que después de tomar posesión hasta Trump deberá ser más comedido.

Volvemos a la brillante frase del ex miembro de la Cámara de Representantes y amigo de Trump, Chris Stuart, que insiste en que a Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, hay que tomárselo muy en serio, pero no al pie de la letra, y casi todo el mundo hace exactamente lo contrario, no se toman en serio a Trump, pero se lo toman al pie de la letra y así nos va.

Hay conflictos profundamente enconados que llevan décadas cociendo los más arraigados odios y resentimientos, problemas geográficos, geoestratégicos, geoeconómicos, fronterizos, étnicos, o religiosos, algunos con antecedentes arraigados en el mismo ser de algunos pueblos durante siglos. Estos conflictos no se pueden solucionar en unas semanas de presión y negociación de Trump como un negocio inmobiliario, si se pretende lograr una solución seria y con perspectivas de ser viable, aceptables y estable.

Aquí podemos poner los ejemplos del conflicto de Oriente Medio, aunque la guerra de Gaza y de Líbano Trump pueda pararla, y seguramente lo logre, pero no el conflicto histórico subyacente. Eso requerirá de una estrategia sólida, bien urdida y toneladas de paciencia.

Lo mismo se puede decir de Ucrania, después de decenas de miles de muertos (seguramente más, cientos de miles) en ambas partes, la devastación de la economía y las infraestructuras de Ucrania, la pérdida real es de al menos dos generaciones.

Ucrania está, además, al borde de la implosión demográfica por la muerte de miles de jóvenes en el frente o en las ciudades atacadas por las tropas rusas. Si a Ucrania se le imponen condiciones imposibles habrá una rebelión en el país de impredecibles consecuencias. Una Ucrania debilitada es una invitación a que la presión sobre las repúblicas bálticas se intensifique, que Moldavia y Georgia caigan definitivamente en la órbita rusa, sin vuelta atrás, sin olvidar que el Mar Báltico, que por la adhesión de Finlandia y Suecia se ha convertido en un lago OTAN (8 de los 9 ribereños son miembros de la Alianza Atlántica) tiene perfectamente vigilada la flota rusa del Báltico. El acceso a aguas internacionales y profundas por parte de Rusia y China va a seguir siendo (con mayor intensidad si cabe) uno de las fuentes esenciales de tensión geoestratégica en el 2025.

China reivindica Taiwán como parte integralde la nación indivisible, la tesis de «una sola China» que constituye una parte tradicional del statu quo internacional. Taiwán, sin embargo, se ha convertido en una democracia vibrante y dinámica que desconfía profundamente de China a la vista de cómo se han liquidado las libertades en Hong Kong. Pero además de las razones puramente nacionalistas, China necesita imperativamente el acceso al Pacífico Oriental a través de las costas orientales de la isla.

Cuanto más crezca la tensión entre China y los EEUU y sus aliados, menos improbable es una posible agresión china a Taiwán. La plataforma continental de las costas chinas de calado relativamente poco profundo facilita el control de sus submarinos por parte de los satélites estadounidenses. La aplastante mayoría de las exportaciones e importaciones con origen y destino a China (incluido petróleo y gas) pasan por el estrecho de Malaca controlado por países rivales de China, aliados de los EEUU o ambas cosas, por lo que podrían fácilmente estrangular la economía china. Tomar Taiwán resolvería dos pesadillas para los chinos.

El deshielo parcial del Océano Ártico abre una verdadera caja de pandora geoestratégica. Las macro bases navales rusas de Zapadnaya Litsa (es el principal centro de submarinos nucleares rusos), pero sobre todo Severomorsk, base de la flota Norte, ambas en la región de Murmansk y vecinas de Noruega. La nueva ruta ártica convierte a Groenlandia en elemento central de la geoestrategia mundial. Si cayese en la órbita de Rusia, China o ambas, sus flotas tendrían salida expedita al Atlántico norte y Tendrían a tiro a EEUU y Canadá desde el mar y desde las bases que eventualmente estableciesen en Groenlandia. Lo que tenemos delante es un rompecabezas en el que si no encajan las piezas el desastre está asegurado.




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