Sin verdad no hay libertad
Isabel Rodríguez, siendo ministra portavoz de Sánchez, decía hace dos años que «sin periodismo, no hay democracia». Incluso se atrevió a definir la profesión periodística: «Ser honestos, abordar las noticias desde el rigor y esforzarse en conseguir la verdad. Sin buen periodismo, no hay verdad, y sin verdad, no hay libertad. La verdad siempre tiene que prevalecer».
En aquel entonces, aún no había estallado el «caso Begoña Gómez» ni el «caso David Sánchez». No se hablaba de corrupción en el entorno del presidente del Gobierno, pero ya se empezaba a hablar del «caso Koldo» y de Ábalos por una denuncia del PP de Madrid. Ni siquiera se tenía constancia del «caso Mediador» o del «caso Tito Berni».
Posiblemente la entonces portavoz de Sánchez creyera sus palabras o simplemente obedecían al entorno en el que se pronunciaban, la Conferencia Anual de la Asociación de Medios de Información, y no era cuestión de decir lo contrario.
Porque entre la teoría y la práctica hay un abismo, más grande que el Challenger o la fosa de las Marianas. Si el periodista debe esforzarse en conseguir la verdad y al periodista no se le permite preguntar, y cuando se le permite, pasada una eternidad y no a cualquier periodista, el preguntado responde que no se hace eco de bulos, ¿cómo se consigue la verdad?
El día que Maduro usurpaba la Presidencia de Venezuela, Sánchez reducía el papel del periodismo a recortes de prensa y el trabajo de los jueces a elucubraciones, para combatir no a la corrupción, sino a los que denuncian la corrupción.
Sorprende que, ante tal tropelía, hayan hecho más ruido los jueces que los periodistas. ¿Es el final del periodismo libre? Viene bien recordar la frase de Antonio Machado: «La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés».