El oro renace como activo refugio
Desde tiempos inmemoriales, los inversores han buscado refugios seguros para proteger su riqueza frente a las incertidumbres económicas, políticas y sociales. A lo largo de la historia, distintos activos han ocupado este rol. El oro, por ejemplo, ha sido un símbolo de valor y estabilidad durante milenios, mientras que en la era moderna, el dólar estadounidense se ha consolidado como el refugio financiero por excelencia, respaldado por el tamaño y la fortaleza de la economía de Estados Unidos. El estatus del dólar como principal activo refugio quedó sellado tras el final de la Segunda Guerra Mundial con los acuerdos de Bretton Woods en 1944. Este sistema estableció al dólar como la moneda dominante en el comercio internacional, respaldada por el oro. Aunque este vínculo se rompió en 1971, el dólar mantuvo su hegemonía, convirtiéndose en el principal activo en las reservas de los bancos centrales. En su pico máximo, durante los años 70 y 80, más del 85% de las reservas globales de los bancos centrales estaban denominadas en dólares.
Sin embargo, con el tiempo, esta proporción ha ido variando. En las últimas décadas, el porcentaje de reservas en dólares ha disminuido gradualmente, pasando de representar cerca del 70% en 1999 al 58% en 2024, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Este descenso refleja una diversificación de activos en las carteras de los bancos centrales, impulsada por factores como la creciente importancia del euro, que representa alrededor del 20% de las reservas globales, y el aumento en las tenencias de oro. El oro, tradicionalmente considerado un refugio seguro en tiempos de crisis, ha recuperado protagonismo, especialmente entre economías emergentes que buscan reducir su dependencia del dólar, pero también entre los bancos centrales, que han vuelto a llenar sus cámaras acorazadas de resplandecientes lingotes.
A este interés también se suma el de los inversores particulares que buscan diversificar sus carteras, por lo que están incorporando oro a las mismas, situando la demanda en cotas récord. El último informe «Tendencias de la demanda de oro» del Consejo Mundial del Oro (WGC) revela que la demanda total de oro aumentó en el tercer trimestre de 2024 un 5 % interanual hasta las 1.313 toneladas, de manera que superó los 100.000 millones de dólares por primera vez desde que se tiene registro.
Este interés, como no podía ser de otra forma, ha empujado al alza la cotización del dorado metal hasta máximos (hasta más de 30 se registraron en 2024). Actualmente, la onza troy se sitúa en el entorno de los 2.700 dólares, casi un 42% más que hace un año. Desde la pandemia, el oro prácticamente ha duplicado su valor (93%).
«El cambio radical en los flujos de inversión en oro es una tendencia que probablemente continuará, lo que podría mantener elevados tanto la demanda como los niveles de precios», señalan desde el WGC.
De esta forma, el comportamiento del oro seguirá vinculado a la percepción de incertidumbre global que no parece que vaya a desaparecer en el corto y medio plazo. Además, en caso de que el dólar experimente una corrección, podría beneficiarse aún más como una alternativa de reserva, impulsando aún más su cotización, que podría encontrar, según apuntan los analistas, un nuevo soporte en los 3.000 dólares. Sin duda, el oro vive una nueva edad dorada.