Colapso funcional del Gobierno
Ministros y otros dirigentes socialistas observan con desconcierto el declive de la potente maquinaria de La Moncloa que tiene por encargo elaborar los mensajes (propaganda) del Gobierno. El presidente ha perdido también ahí su capacidad de empuje: anuncian iniciativas sin desarrollo, no hay un guion claro, improvisan según se tuerce la previsión y acaban produciendo mensajes contraproducentes para los intereses de Pedro Sánchez porque ya no funcionan determinados eslóganes. Es verdad que siguen teniendo varios terminales mediáticos que actúan con la misma pronta diligencia que el Boletín Oficial del Estado (BOE) a la hora de difundir el mensaje oficial, coyuntural, del Gobierno. Pero ese apoyo externo no es tan fuerte como para silenciar las debilidades del presidente o maquillar que la situación solo puede ir a peor, como anticipan sus socios.
La hoja de ruta es tan errática que no pueden seguirla ni siquiera dentro del partido, donde se muerden la lengua cuando se pregunta, por ejemplo, por las consecuencias de que Sánchez se sostenga en La Moncloa a pesar de que no tenga ya ni los votos necesarios para sacar adelante su programa social. Este caos afecta a la agenda de los ministros, vacía en materia legislativa, que han terminado como decorado perfecto en los actos que improvisa Moncloa al servicio del líder. También son útiles como voceros de las consignas políticas de los dos partidos que conforman la coalición. Y ahí se acaba todo.
El balance de estas últimas semanas no tiene piedad a la hora de desnudar los agujeros de la estrategia socialista. Así, el globo de los actos de conmemoración de los 50 años de la muerte de Franco se ha desinflado en poco menos de unos días. Con el bochorno de llegar incluso a utilizar también en clave de partido la asistencia de los Reyes al 80 aniversario de la liberación de Auschwitz –lo que han pretendido vender como una señal del compromiso de los Monarcas con su agitpro contra el franquismo.
La debilidad de la fontanería de la mercadotecnia del presidente se observa en que cada vez son más los disparos al aire, después de haber sido invencibles en marcar la agenda de la oposición y de sus socios. Del comodín de Franco pasaron a lanzar un plan de vivienda lleno de propuestas que exigen en su desarrollo contar con el beneplácito de las comunidades autónomas, con las que ni habían hablado. Y lo mismo que con la vivienda pasa con las expectativas creadas con la quita de la deuda, el techo de gasto o la financiación o la negociación de los Presupuestos. La estrategia de los ideólogos del presidente es lanzar globos sonda y ganar tiempo con anuncios que se desvanecen sin concreción alguna. Y por eso la impresión que se impone en las filas socialistas es que no hay un plan, no ya de acción, sino de propaganda útil para convencer a los propios y desconcertar a los adversarios.
El decreto ómnibus ha sido un exceso de soberbia sobre el estado de ánimo de los socios. Y un motivo más para que en las filas socialistas se pregunten cuáles son las piezas del engranaje de los guardias de corps del presidente que están fallando. ¿A quién se le ha ocurrido apostar por ese decreto que mezclaba medidas variopintas que dividían a la mayoría de investidura? ¿Y dónde está el origen del engaño de creerse que las presiones iban a hacer efecto sobre socios que se sienten engañados y sobre una oposición que está en modo de campaña?. «Nos hemos quedado sin política, pero también se nos está agotando el discurso». La representación con la que Pedro Sánchez ha surfeado los obstáculos que se ha ido encontrando en el camino es cada vez más confusa, incluso para los suyos, aunque los soldados todavía estén convencidos de que se puede defender al mismo tiempo que no se quieren privilegios para nadie, pero sí una financiación especial para Cataluña; que se puede vaciar de contenido la acusación particular en los juicios para proteger a los familiares del presidente; o que se pueden hacer gestos y cesiones para sacar adelante unos Presupuestos y después convencer a los ciudadanos de que no tiene ninguna importancia que no se aprueben.
Los más creyentes en Sánchez consideran que todo este desorden les beneficia porque, por la vía de atribuirlo a la derecha, consolida a sus devotos, que están encantados con esta trama de contradicciones siempre y cuando se atice al principal partido la oposición. Tienen razón en que el Partido Popular tampoco cuenta con un programa alternativo claro y sobre el que no pese el miedo a tener que compartir el Consejo de Ministros con representantes de Vox. Pero difícilmente esto es argumento suficiente como para anular la sensación de que muy grande tiene que ser el error que cometan los populares –que no se puede descartar del todo– como para que haya alguna manera de hacer reversible la crisis funcional de todo el Gobierno. Ya también de quienes redactan el «relato».