Programa de vida
Meditación para este domingo III del tiempo ordinario
El inicio del evangelio de Lucas nos presenta hoy el “programa de vida de Jesús”, que ha de ser también el nuestro. Este se sostiene en los dos polos de amor a Dios, especialmente por lo que dice en su palabra, y la caridad a los hermanos. Desde aquí se articula toda su existencia terrena, llena del Espíritu Santo, hasta consumarse en su definitiva Resurrección. Leamos y meditemos:
«Ilustre Teófilo, puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”» (Lucas 1, 1-4; 14-21).
El inicio del evangelio de Lucas arranca con esta presentación a un cierto Teófilo, que puede ser cualquier lector que acoja este mensaje como auténtico “amigo de Dios”, pues es lo que significa este nombre. Efectivamente, la lectura atenta y vivencial del evangelio nos ayuda a ser cada vez mejores amigos de Él. Más aun, como dijo Cicerón: Amicorum esse communia omnia, “Entre los amigos todos los bienes han de ser comunes”, y la lectura profunda del evangelio de Cristo puede hacer que sus cosas, su vida y su mensaje se hagan cada vez más los nuestros. Por eso fue que san Lucas, que no había sido testigo presencial de la existencia de Jesús en la tierra, quiso investigar y poner en orden todo lo que debía saberse sobre él. Fue el mismo Espíritu de Dios quien le inspiró, dándole la perseverancia, la sabiduría y el discernimiento necesarios para compilar el mensaje que iremos leyendo durante todo este año. Efectivamente, Dios realiza sus obras moviendo los corazones y las fuerzas de sus elegidos para que comuniquen su presencia y su actuación en el mundo, y esta fuerza continúa hasta nosotros. Por eso al leer este “programa de vida” con el que Cristo presenta su misión, conviene que nos preguntemos cuáles son los puntos centrales de nuestra propia existencia y si se parecen a los del Maestro.
Jesús vive una relación de profunda cercanía con la Palabra de Dios. Él la escucha, la proclama y la vive en primera persona. No ha venido a suprimir nada de lo que Dios había expresado antiguamente, sino a llevarlo a su cumplimiento. Ese camino de libertad, esperanza y plenitud que el Creador había abierto a la humanidad ahora encuentra quien lo recorre sin mezquindad ni cobardía, sino con la propiedad del Hijo Amado, que viene a enseñarnos a andar tras sus huellas. Por eso Jesús no lee las profecías como palabra del pasado, sino que las actualiza en su propia vida y proclama su cumplimiento. Así nos enseña que nuestra actitud ante lo que Dios anuncia ha de ser asumirlo como nuestra ley de vida y referencia fundamental. Por eso, pregúntate si te esfuerzas por actualizar la Palabra de Dios en cada circunstancia de tu vida y si interpretas esta a la luz del mensaje divino.
La Palabra de Dios impulsa a Jesús a amar concretamente a los hombres. Este discurso inaugural no contiene consideraciones abstractas o conceptos vacíos, sino que expresa su compromiso concreto por el bien de las personas. Por eso se manifiesta en el Anuncio sin complacencias, en ir en busca de los pobres, perdonar, sanar. Efectivamente, la fe se verifica en este amor concreto hacia el prójimo, y por eso hemos de preguntarnos si también nuestra relación con Dios se hace coherente en la caridad hacia los hermanos. Así como Cristo inaugura su misión en el mundo basándose en este criterio, también nosotros hemos de desarrollar nuestra propia misión personal, inspirados por la palabra de Dios hecha concreta en la caridad . ¿Qué te falta en este camino? ¿Cómo puedes armonizar mejor tu propia vida con el modelo divino que se nos ofrece en esta Palabra?