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La Razón (Madrid)
Январь
2025

¿Cómo pudo pasar?

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El día que fui por primera vez al cementerio, vi en la tumba de mi bisabuelo, debajo de su nombre, una estrella de seis puntas. Al contemplar la lápida, me invadieron las dudas, que luego se transformaron en preguntas sin fin que dirigía a mi abuelo. En una sola tarde no podía responderme todo, pero antes de regresar a casa, me dijo que reposara una pequeña piedra sobre la lápida. Le pregunté: «¿Por qué?» y me respondió: «Colocamos piedras porque la piedra es duradera, y se conserva en el tiempo, como la memoria». Así comienza el relato de Jorge sobre cómo la Shoá afectó a su familia incluso varias generaciones después de que partiera el primer tren a Auschwitz.

Hace 80 años, el 27 de enero de 1945, fue liberado Auschwitz-Birkenau, un lugar que simboliza el extremo al que puede llegar el odio (y el silencio) humano. Aliza participó en el programa «Marcha por la vida» en el que visitó los campos para honrar la memoria de todos aquellos cuya vida fue cruelmente arrebatada. «Recuerdo que cuando visité Auschwitz, y entré en lo que había sido una cámara de gas, sentí una angustiosa presión en el pecho al ver los rasguños en las paredes. Poco después, vi la foto de un prisionero con mi apellido y, en la siguiente sala hay un libro interminable con los nombres y apellidos de las personas que habían sido exterminadas en Auschwitz». Reflexionar sobre lo que sucedió, particularmente en un contexto tan complejo como el que enfrentamos hoy, se hace imperativo. La liberación de algunos de los rehenes secuestrados por el grupo terrorista de Hamás desde la masacre del 7 de octubre de 2023 nos presenta una cruda realidad: la libertad no está garantizada y la vida es tan frágil como sagrada. Para nuestra generación, y como jóvenes judíos, trazar paralelismos entre lo que sucedió hace 80 años y aquella fatídica madrugada del 7 de octubre, es inevitable. La Shoá no comenzó cuando partió el primer tren a Auschwitz, ni el 7 de Octubre ocurrió de un día para otro, ambos son productos de lo lejos puede llegar el odio ciego por parte del ser humano.

Tristemente, vemos en las calles de las capitales de Europa el mismo caldo de cultivo que forzó a una enorme cantidad de judíos a abandonar el continente y resguardar su identidad, tal y como le sucedió al bisabuelo de Jorge, y que en ultima instancia, desemboca en la muerte de personas que compartían el mismo apellido que Aliza. No empieza con trenes, ni con secuestros de infantes, pero sí con una cómoda ignorancia. Se debe recalcar, que Auschwitz-Birkenau era uno entre una vasta infraestructura de campos de exterminio, extendiéndose desde Buchenwald en el oeste, hasta Sobibor al este. Todos ellos con un final último: el exterminio. Por más que conmemoremos el 80 aniversario de la liberación de este símbolo del horror, no debemos aislarlo de las demás atrocidades que se llevaron a cabo de forma sistemática: señalización, discriminación, segregación y muerte.

El número 80 tiene un simbolismo especial en el judaísmo. Representa la renovación y la fortaleza. En la parashá (porción de Torá) de la semana, encontramos reflexiones y directrices para nuestra vida diaria, la correspondiente al 27 de enero, fecha de la conmemoración de la liberación de Auschwitz, es la parashá Bo. No es casualidad que fuera el momento en la historia donde el pueblo se preparó para su liberación de Egipto tras años de esclavitud. El número 80 se puede asociar, tanto en la gematría o simbología, al poder de la comunicación, como la edad de 80 años que se relaciona con la plenitud espiritual, alcanzando una fortaleza especial. Que hoy se cumplan 80 años de la liberación de Auschwitz no es fortuito: simboliza el fin de un periodo y el inicio de algo nuevo. Tras la Shoá (el Holocausto), el pueblo judío se reconstruyó y, ante cada reto generacional —como sucedió con la liberación de Egipto o con la masacre del 7 de octubre—, se renueva y se reconstruye manteniendo la misma esencia.

Aunque a estas alturas el panorama pueda parecer sombrío, surge con fuerza la vital importancia del recuerdo y la educación. El testimonio de los supervivientes, tanto del Holocausto como del 7 de Octubre, tiene la capacidad de trasladarnos, de manera profundamente personal, al horror de lo vivido. Del mismo modo, los jóvenes judíos que residimos en España nos sentimos obligados a hacer saltar la alarma ante la mínima señal de odio e intolerancia, no solo en su manifestación antisemita, sino también en toda forma de discriminación contra cualquier colectivo. Por ello, desde la FEJJE que representamos a los jóvenes judíos en España, aprovechamos estos espacios para invitar al lector a sumarse a la responsabilidad de educar para que deje de existir ese odio que empieza con una sutil intolerancia, la cual creíamos que existía únicamente en los relatos de abuelos y bisabuelos. El sobreponerse al antisemitismo se ha convertido en nuestro reto generacional. Reconocer que el Holocausto, hace más de 80 años, no comenzó directamente con cámaras de gas, trenes ni experimentos con personas, implica entender que cualquier forma de odio o discriminación que tenga lugar hoy puede desencadenar una ola imparable de aumento de la violencia. Si comprendemos esta realidad, dejaremos de preguntarnos: «¿Cómo pudo pasar algo así?».




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