Coral Candelabro: el tesoro sumergido de Granada
A finales de los 80, durante un viaje en barca desde la playa de Velilla hasta Marina del Este en Almuñécar, el viejo motor Evinrude tosió un par de veces y se paró justo al llegar al extremo de la Punta de la Mona. Mientras mi padre trataba de ponerlo en marcha, agarré los remos de madera maciza, con tan mala suerte que uno de ellos cayó por la borda. Se hundió rápido, en un azul transparente. Mi madre, siempre lista para un cuento, relató que un día, buceando junto a mi abuelo en ese mismo lugar, se encontraron con un pulpo inmenso. «Parecía flotar inmóvil, con sus interminables tentáculos suspendidos en el agua. Al vernos, se tornó blanco, como un fantasma, y, en un segundo, desapareció entre las sombras». Miré hacia aquel cabo rocoso, afilado como un colmillo y bañado por un mar oscuro y profundo. Todo aquello me fascinaba.
El motor volvió a arrancar, como siempre lo hacía, y varios años después tuve la oportunidad de realizar mi primera inmersión en esa zona. El recuerdo de esa segunda aventura es casi más borroso que el de mi infancia, debido a la narcosis que experimenté al descender a casi 50 metros respirando aire comprimido. Aquel día, las condiciones de visibilidad y luz eran casi perfectas, algo muy diferente a lo que suele presentarse en este lugar que he visitado tantas veces después, y en el que he podido descubrir el verdadero tesoro que se escondía bajo sus aguas.
Una población única
A partir de los 30 metros, el entorno se tiñe de un verde denso, debido a las corrientes frías y ricas en nutrientes que ascienden por tres cañones submarinos desde el lecho. Estas condiciones han propiciado el desarrollo de una de las poblaciones más significativas de Coral Candelabro (Dendrophyllia ramea) del Mediterráneo, única en el mundo a esta profundidad. Esta especie, con sus estructuras de color amarillo anaranjado, que se alzan como candelabros en la penumbra, suele habitar entre los 60 y los 200 metros, pero en este pequeño rincón de la costa granadina se ha asentado a cotas mucho más someras, entre los 28 y los 50 metros. Su presencia constituye la base de un ecosistema de gran valor ecológico, designado como Zona de Especial Conservación e incluido en la Red Natura 2000.
A pesar de la protección, el arrecife ha enfrentado hasta ahora graves amenazas por el abandono, a menudo accidental, de residuos de actividad pesquera y el fondeo libre. Infinidad de redes, sedales, neumáticos y anclas han ido cubriendo el fondo marino durante décadas, poniendo en riesgo el ecosistema. Estos residuos provocan heridas y necrosis en los corales, y los fragmentos rotos mueren por estrés e inanición. Hay zonas en las que el fondo estaba cubierto únicamente de restos de coral muerto, provocando una preocupante pérdida de biodiversidad, ya que muchas especies dependen de estas colonias como refugio para reproducirse o alimentarse.
Deep Coral Project
Para entender la magnitud del arrecife y su vulnerabilidad, hablamos con Marina Palacios, científica marina, ambientóloga y buceadora profesional. Desde niña, sintió que su misión era salvar los corales, y a eso se ha dedicado. Nacida en Segovia, trabajaba en un proyecto en Cádiz cuando, la primera vez que sumergió la cabeza en estas aguas, no podía creer lo que veía. «Era el jardín de coral más grande que jamás había soñado y estaba totalmente destruido», cuenta con pesar. El 75% de los corales estaban afectados por el abandono de residuos, destruyendo en pocos años un ecosistema que llevaba siglos evolucionando.
En 2020, funda la asociación Coral Soul junto a Zaida Parra y otros compañeros, y asume el liderazgo de un proyecto pionero junto a Coral Guardian, respaldado por fondos europeos (Fempa) y el programa Pleamar. Bautizado como Deep Coral Project, tiene como misión la restauración y protección de los fondos y arrecifes de la zona de la Punta de la Mona. Una de las particularidades de esta iniciativa es su método de recuperación manual del arrecife mediante buceo técnico. Equipados con mezclas de gases, pueden trabajar a gran profundidad sin necesidad de usar vehículos no tripulados. «Estas inmersiones requieren un equipo cualificado debido a las corrientes intensas y al buceo con descompresión. Es un trabajo costoso y complicado, pero indispensable para la conservación de estos corales de agua fría», apunta Marina.
Uno de los ejes fundamentales para el éxito del proyecto son ‘las guarderías’; espacios controlados dedicados a la restauración de corales. Basándose en técnicas originalmente desarrolladas para los arrecifes tropicales, el equipo ha querido ir más allá y revolucionar este concepto, creando las primeras guarderías para la recuperación de corales profundos. El sistema es dinámico, y cada guardería se dedica a los corales de una profundidad específica. Comenzaron instalando la primera a -30 metros, pero esa área ya ha sido completamente recuperada, nos explican desde Coral Soul.
Un viaje a las guarderías
Descendemos por uno de los cañones hasta los -33 metros. El ordenador marca 14C y la visibilidad es muy reducida. Entre la nube de partículas aparece la primera estructura metálica. Es una especie de mesa de trabajo con la superficie enrejada, repleta de esquejes de coral de varios tamaños. Tres metros más abajo hay otra mesa idéntica, y la que inicialmente ocupaba los -30 metros, ahora se ha situado a 39 de profundidad. Dedico el tiempo planificado a fotografiar este escenario, mientras Palacios, armada con un cepillo de dientes, entre otras herramientas, elimina las partes necrosadas y los parásitos de estas colonias para favorecer su recuperación y posterior repoblación en el arrecife mediante un bio-epoxy no tóxico. La fuerte corriente nos obliga a luchar para mantener la posición durante los 45 minutos que permanecemos en las guarderías. Justo debajo de nosotros, un pulpo de gran tamaño, como un guardián silencioso, observa la escena sin inmutarse.
Renacimiento del ecosistema
A día de hoy, y gracias al esfuerzo constante durante cuatro años, el arrecife de la Punta de la Mona muestra signos claros de recuperación. El proyecto ha logrado rescatar 780 corales, con una tasa de supervivencia del 90%. Todo ello, con el aval de investigaciones científicas en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), el Centro Científico de Mónaco y las universidades de Sevilla, Cádiz y Algarve.
Además, se han retirado dos toneladas de residuos, lo que ha favorecido la regeneración de microhábitats esenciales para la supervivencia de diversas especies de peces e invertebrados que viven en este entorno de la costa granadina. Áreas que antes estaban cubiertas por corales muertos, hoy empiezan a dar testimonio del renacimiento de estas joyas naturales, un proceso que puede verse fortalecido por la reciente aprobación de un nuevo marco regulador, que abre un camino prometedor para la protección duradera de estos ecosistemas únicos.