¿Cuál es la situación de los blancos en Sudáfrica?
Donald Trump ha mostrado un interés excepcional por Sudáfrica desde que comenzó su segundo mandato. El dos de febrero publicó un post en su red social particular, Truth Social, donde afirmaba que “en Sudáfrica se está confiscando tierra y tratando muy mal a ciertas personas” y acusaba a los medios de comunicación de ocultar una “violación masiva de derechos humanos”. Inmediatamente se generó un gran revuelo, como siempre que Trump arroja afirmaciones explosivas en las redes sociales.
El presidente estadounidense se refería así a una ley firmada el pasado mes de enero por Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, que determina que el Gobierno sudafricano podría expropiar propiedades sin la necesidad de pagar una compensación económica. Esta ley sustituye a la Ley de Expropiación de 1975, en la que el Estado tenía la obligación de pagar a los propietarios en caso de expropiación. La ley de 1975 se regía por el principio “vendedor dispuesto, comprador dispuesto”, mientras que la actual ley transita hacia la idea de “lo justo y equitativo para el bien común”. Según Trump y su equipo, la nueva ley no sólo constituye una violación flagrante de los derechos humanos, sino que también podría considerarse como un ejemplo de la persecución racial que sufren, en su opinión, los sudafricanos blancos (afrikáners) por parte de los sudafricanos negros. Tal es así, que el Ejecutivo norteamericano prevé formalizar un plan donde los blancos sudafricanos podrían ingresar en Estados Unidos bajo el estatus de refugiados.
Donald Trump ordenó también congelar todos los programas de ayuda destinados a Sudáfrica, que superaron la cifra de 400 millones de dólares en 2023, y preparó un paquete de sanciones dirigido contra el país africano. Según opina el inquilino de la Casa Blanca, la nueva ley “permitiría al gobierno de Sudáfrica confiscar propiedades agrícolas de minorías étnicas afrikáners sin compensación”. Ramaphosa niega a su vez que se haya realizado ninguna confiscación de tierras y señala que la nueva dinámica se trata en realidad de un proceso legal “que garantiza el acceso público a la tierra de manera equitativa y justa, tal y como indica la constitución”.
En realidad, ambos mandatarios moldean el lenguaje a su medida para adaptarlo a sus perspectivas. Y resulta que encontrar una verdad sostenible entre dos retóricas distorsionadas puede resultar complicado.
La Gran Marcha
Para comprender mejor la actualidad sudafricana, LA RAZÓN ha contactado con Terence Corrigan, project manager del Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales (SAIRR por sus siglas en inglés). Corrigan aclara en un primer lugar que “la medida está dirigida contra los derechos de propiedad y apunta a ampliar la discrecionalidad del Estado para apoderarse de la propiedad […]. La ley se aplica a todo tipo de bienes. No es una ley de expropiación de tierras, aunque la tierra se ha utilizado como marco en el debate público, ya que la tierra tiene una gran importancia política”.
Quizás sería ahora necesario retroceder casi dos siglos, hasta los años 1830, para entender a qué se refiere Corrigan con esa importancia política que otorga a la tierra. Fue entonces cuando tuvo lugar el Great Trek (la Gran Marcha), protagonizada por los bóeres sudafricanos (colonos de habla holandesa) para escapar de la colonización británica de los territorios costeros de lo que hoy conocemos como Sudáfrica. Es importante comprender que los bóeres comenzaron a asentarse doscientos años antes en Sudáfrica; a sus ojos, el dominio británico iniciado en el siglo XIX era una situación de conquista tan real como cualquiera. Tan real como las invasiones musulmanas contra el reino visigodo en la Península Ibérica.
Esta Gran Marcha llevó a los bóeres a explorar tierras del interior del continente aún inexploradas por los europeos, y lenta pero constante, a lo largo de distintas oleadas, haciendo uso de la fuerza pero también firmando acuerdos de compra con los pobladores nativos (negros) consiguieron establecerse en el interior de Sudáfrica. Simplificando mucho, los descendientes de esos bóeres originales son quienes hoy se conocen como afrikáners. Y son ellos, estableciéndose un sencillo silogismo, los herederos de las tierras conquistadas o compradas por los bóeres en el siglo XIX; también fueron los percusores y primeros beneficiados del régimen del apartheid.
La polémica relacionada con la posesión de tierras en Sudáfrica abarca numerosas capas sociales. Por un lado, incluye la desigualdad económica entre las clases altas y bajas sudafricanas. Por el otro, afecta a la mayoría blanca (aunque no sea una mayoría absoluta) que ocupa estas clases privilegiadas y que las clases bajas (de mayoría negra) acusan que se debe a una prolongación del régimen del apartheid, a la vez que culpan al partido de Gobierno, el Congreso Nacional Africano (CNA), el mismo que dirigió Nelson Mandela en la década de 1990, de no haber cumplido con las expectativas populares para nivelar las oportunidades económicas de las clases bajas.
Sin embargo, Corrigan apunta con acierto que “hay mucha variedad entre los blancos (y lo que es una persona blanca no siempre es fácil de definir). En su mayor parte, los sudafricanos blancos tienen un estilo de vida estable de clase media. No hay genocidio ni nada por el estilo. Siempre que tengan empleo, la vida en general es bastante buena. Hemos visto un número creciente de blancos empobrecidos en los últimos años”. Lo que hace suponer que, en realidad, la mayoría de los blancos sudafricanos distan mucho de esa imagen de lujos y riqueza creada sobre ellos. Corrigan cree, sin embargo, “que es justo decir que hay figuras políticas dentro del gobierno y del ANC que resienten profundamente a la población blanca”.
En este punto entra Julius Malema, que ha sabido identificar las carencias de una mayoría para llevarlas por el camino de la radicalización y culpar así a una minoría blanca de los problemas que sufre una mayoría negra. Malema es un radical, ex miembro del Congreso Nacional Africano. Habla de asesinar a blancos como se hablaría de sacrificar gallinas. Aunque no llega al 10% de los apoyos populares, volviéndole una amenaza relativa pese a que Musk le dibuje como si fuera una mayoría, la violencia de sus discursos y su odio mal disimulado despiertan el terror de los afrikáners. Musk, sobra decirlo, es un afrikáner de nacimiento. Cuando Musk y Trump hablan de una “persecución” de blancos en Sudáfrica que pretende garantizar a los afrikáners el estatus de refugiado en Estados Unidos, quizás exageren un poco, dado que las políticas que pretende Malema no son las mismas que está impulsando el Ejecutivo sudafricano que dirige el CNA (que se negó a pactar con el partido de Malema tras las elecciones de 2024).
El factor "Musk"
Junto a Trump se posiciona Elon Musk, el archiconocido milmillonario nacido en Sudáfrica, que ha sido excepcionalmente activo en su red social, X, en lo referente a los acontecimientos de Sudáfrica. Musk dirige el centro de sus críticas a Julius Malema, el radical líder del partido sudafricano conocido como los Economic Freedom Fighters (EFF), que posee un 9.8% de la representación parlamentaria en Sudáfrica y cuyas políticas contrarias a los afrikáners son un motivo de polémica constante. Malema es conocido por “perlas” como cantar frente a un estadio abarrotado “vamos a cortar el cuello a los blancos”, allá por 2018, o un tweet donde escribió que “el único hombre blanco en quien puedes confiar es en un hombre blanco muerto”. Musk ha comparado en ocasiones a Malema con Hitler, al acusarle de pretender un genocidio contra los blancos en Sudáfrica, a la vez que culpa a los medios tradicionales de blanquear al líder del EFF.
Visto de una manera que pueda comprender un español, y salvando las distancias, considerar las políticas de Malema como una realidad en Sudáfrica sería como considerar hoy una realidad inamovible las políticas de Vox frente a los inmigrantes que aterrizan en España, sólo porque Pedro Sánchez haya repatriado a algunos africanos a sus países de origen. El temor de Musk por que Malema gobierne un día el país y lleve a cabo sus planes es comprensible, por qué no, pero su miedo no debe considerarse una verdad a día de hoy.
Aunque Corrigan añade una cuestión interesante: “Creo que algunos de los comentarios de Musk sobre Sudáfrica han sido motivados por la imposibilidad de permitir Starlink en el país. La razón es que se negó a ceder el 30% del capital social a un "socio de empoderamiento". (El llamado Empoderamiento Económico Negro de Base Amplia, B-BBEE) [...]. En términos generales, este sería un socio comercial sudafricano "negro"”.
Lo que sí debe considerarse es que Sudáfrica es hoy como un país donde el racismo destaca por encima de los límites de otras naciones de la región. Un 10% de los votantes apoyan a un hombre que habla de degollar a blancos. Del otro lado, merece la pena destacar la ciudad sudafricana de Orania, ubicada en la región de Karoo y conocida por sus tintes separatistas y su población exclusivamente blanca. Los habitantes de Orania persiguen el concepto del Volkstaat (Estado Popular) que busca la creación de una nación blanca dentro del territorio que hoy se conoce como Sudáfrica. Pero el racismo va más allá, abarcando el campo de la xenofobia, si se considera la oleada de odio surgido en los últimos años contra inmigrantes asiáticos o africanos procedentes de otros países de la región… y protagonizada en su mayoría por sudafricanos negros.
La xenofobia en Sudáfrica
En el contexto de decadencia que vive Sudáfrica desde finales de siglo pasado, la inagotable búsqueda de un chivo expiatorio a quien culpar de los males del país ha recaído mayoritariamente, no sobre los blancos, sino sobre otros inmigrantes africanos y asiáticos que han sido víctimas en los últimos años de persecuciones, asesinatos y discursos xenófobos protagonizados por varios partidos políticos. En la campaña electoral de 2024, por ejemplo, Gayton Mckenzie, miembro del partido conocido como Alianza Patriótica y actual ministro de Deportes, culpó a los inmigrantes de ser responsables de la delincuencia, el tráfico de drogas y el desempleo, añadiendo en su discurso un contundente “no queremos extranjeros aquí”. Herman Mashaba, líder de ActionSA, señaló llano y simple en un tweet de diciembre de 2023 que los negocios con dueños extranjeros “sirven como canales para la venta de droga”. Los ejemplos son muchos y pueden encontrarse fácilmente en Internet.
Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado en repetidas ocasiones los ataques xenófobos que sufren los extranjeros radicados en Sudáfrica. Un informe publicado por la organización en 2020 aseguró que “en 2019, las turbas que empuñaban armas y coreaban eslóganes antiextranjeros atacaron y desplazaron a la fuerza a los no nacionales, destruyendo miles de negocios y hogares”. HRW se refiere a los disturbios iniciados en septiembre de 2019 en San Petersburgo, provocados por una furiosa oleada xenófoba y que concluyeron con diez muertes, entre las que se contaron dos extranjeros. Numerosos negocios regentados por asiáticos y por africanos de otras naciones fueron entonces saqueados o destruidos.
Corrigan destaca que “el problema se presenta de la siguiente manera: vigilancia policial fallida y administración comprometida. Los pogromos contra inmigrantes africanos (especialmente graves en 2008) deberían haber sido controlados mediante una inteligencia criminal y una acción policial adecuadas. Al final, simplemente no estuvieron a la altura. En julio de 2021, el Estado perdió efectivamente el control de amplias zonas del país; no es xenófobo, pero ilustra mi punto”. Señala, sin embargo, que “el verdadero problema, diría yo, es que Sudáfrica en su conjunto está fracasando […]. El crimen sigue fuera de control. Se ha tolerado la corrupción. Etcétera. Esto nos afecta a todos, negros, blancos, lo que sea; Para quienes pertenecen a la clase media, a menudo existe la sensación de que no hay futuro. De ahí que haya mucho desaliento”. Aunque no niega que existen una serie de chivos expiatorios, incluyendo sudafricanos de ascendencia india, que están pagando el pato por los fracasos del país.
Visto desde fuera, la realidad sudafricana parece clara, si se escuchan las declaraciones del sudafricano y se observa su realidad desde un prisma neutral. Sudáfrica está en decadencia. El que fuera el país más rico y poderoso de África subsahariana ve cómo su moneda cae en picado desde hace años y cómo se retrae su economía. La gente sufre, y el sufrimiento no depende del color de piel. Todos son susceptibles al dolor. En esta dolorosa confusión de lo que se desvanece, algunos blancos culpan a los negros; algunos negros culpan a los blancos; algunos negros culpan a otros negros, venidos de fuera, o incluso a los asiáticos. Otros se miran al espejo y se señalan a sí mismos. Quizás pueda resumirse todo en una frase dicha por Corrigan al término de la entrevista:
“El Estado es a menudo demasiado incompetente, demasiado comprometido o demasiado desinteresado para hacer su trabajo adecuadamente”.