Un caso triste de degeneración democrática
El último informe de la UCO acredita que Álvaro García Ortiz borró en dos ocasiones todos los mensajes de su cuenta de WhatsApp el pasado 16 de octubre, exactamente el día en que el alto tribunal abrió la causa. En el mismo informe se asegura que el fiscal general ha eliminado recientemente su cuenta de correo electrónico, impidiendo así la recuperación de su contenido, aunque Google ha informado a la Guardia Civil de que podría ser posible recuperarlo.
Aunque resulta difícil superar este escándalo, es aún mayor que el gobierno siga avalando y manteniendo a García Ortiz al frente de la fiscalía. No hay fisuras en el apoyo del ejecutivo a un alto cargo del Estado que está siendo investigado judicialmente y que ha destruido pruebas que podrían incriminarle, por mucha anormalidad democrática que sea.
Como dice el refrán inglés: “Si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente es un pato”. O, si prefieren la navaja de Occam, que afirma que la hipótesis más simple para explicar un fenómeno suele ser la correcta.
Porque, si realmente no se hubiese producido la filtración desde la fiscalía a la Moncloa de los datos personales de la pareja de Díaz Ayuso, como afirma el gobierno, la situación sería aún peor.
De hecho, si el fiscal no hubiese cometido el delito por el que se le imputa, habría que preguntarse por el contenido de los mensajes de WhatsApp y correos electrónicos que ha preferido borrar, aun sabiendo que todo el mundo le atribuiría la comisión del delito de revelación de datos. Resultaría que ese contenido sería un delito aun más grave que por el que se le investiga.
Además, tampoco se entendería que Pedro Sánchez y el gabinete de presidencia estén tan seguros de la inocencia del fiscal general. Quizá están seguros de lo contrario y parece que tampoco tienen dudas acerca del extraño borrado de información de los dispositivos electrónicos de García Ortiz.
El asunto es especialmente triste y la pérdida de prestigio de las instituciones es tremenda, además de reducir a cenizas la separación de poderes y la neutralidad exigible a la Fiscalía. El mandato de Pedro Sánchez dejará el legado del deterioro democrático más grave de toda la democracia. Pero todo es susceptible de empeorar y el afán de mantenerse en el poder del líder socialista no conoce límites. Mientras tanto, la pregunta que está en la cabeza de muchos ciudadanos es qué se puede hacer para evitar la degeneración democrática que estamos viviendo.