Así se fabrica un deportista de élite
La ciencia no cree en horóscopos. No hay nada que justifique la fe en el destino marcado en las estrellas, la influencia del día de nacimiento en el devenir de nuestras vidas. Y, sin embargo, la fecha de nacimiento marca la biografía humana hasta el punto de que de ella puede depender el éxito deportivo de un recién nacido. Eso es lo que afirman algunos estudios recientes que han descubierto que la probabilidad de llegar a la élite del fútbol, de terminar siendo un jugador de primera división, crece si un niño o una niña nacen en el primer trimestre del año.
Hay excepciones sonadas, por supuesto. Lamine Yamal y Vinicius nacieron en julio, Bellingham en junio y Mbappé en diciembre. Pero la estadística es contumaz. Y no solo en el planeta futbolístico. Un trabajo de investigación realizado en Australia demostró que los nacidos en enero tienen un 33 por 100 más de probabilidades de llegar a la élite deportiva y los nacidos en diciembre un 25 por 100 menos. El número de jugadores de primera que cumplen años antes de julio es mayor del que lo hacen en la segunda mitad del año. A este fenómeno, los expertos lo llaman Efecto Relativo a la Edad (RAE, por sus siglas en inglés). Y tiene, en principio, una explicación meramente administrativa.
Todos los sistemas escolares del mundo tienden a establecer cortes por edades para agrupar a los niños en diferentes cursos. Universalmente, el comienzo de un corte se establece en enero. Los nacidos del 1 de enero al 31 de diciembre de un año forman parte del mismo curso. De esa manera, en un mismo grupo conviven niños que pueden llegar a tener una diferencia madurativa de un año completo. En las aulas, los profesores conocen bien este efecto y saben que tienen que compensar y prestar atención a los niños menos desarrollados cognitivamente (los que han nacido más tarde). La diferencia se nota sobre todo en algunos tramos de edad en los que se inicia el proceso de madurez de habilidades cognitivas o el desarrollo sexual.
Pero en el deporte no hay tanta consciencia del RAE. Durante años, niños con 364 días de diferencia en la edad juegan en las mismas categorías.
Ya en los años 60, trabajos estadísticos realizados con jugadores de hockey en EE UU demostraron que los niños y adolescentes nacidos antes de abril tenían más probabilidades de llegar a profesionales. Desde entonces ha habido docenas de investigaciones que confirman este sesgo. La razón principal es que los niños que son menos maduros comparativamente tienen menos opciones de lograr un puesto en sus equipos infantiles, tardan más en alcanzar una madurez física competitiva (tienen menos velocidad y fuerza) y les cuesta más brillar entre su grupo.
La competencia por lograr un puesto en un equipo aumenta en los niveles más cercanos al salto profesional (entrada la adolescencia), donde las diferencias de madurez física y mental pueden ser aún mayores. No es raro ver en categorías infantiles y juveniles jugar en el mismo equipo a chicos y chicas con cuerpo adulto junto a otros aún en plena niñez.
José Manuel González Aramendi, del centro sanitario Virgen del Pilar de San Sebastián, publicó en 2004 un exhaustivo trabajo para validar las teorías más recientes sobre este efecto. Tras analizar la evolución y los parámetros de capacidad física de cientos de jugadores, encontró que de 20 equipos de fútbol de primera división en España, el desequilibrio a favor de los titulares nacidos en la primera mitad del año se producía en 13. De manera que no es necesario acudir al horóscopo para evidenciar que la fecha de nacimiento ha condicionado el destino de estos profesionales.
Más sorprendente aún es que también el lugar de nacimiento pueda ser responsable del éxito deportivo. El verano pasado, un grupo de investigadores españoles publicó en «Journal of Human Kinetics» el estudio «El efecto del lugar de nacimiento en el fútbol». En el trabajo se comprobó que los nacidos en ciudades de mayor densidad de población tienen más probabilidades de ser admitidos en categorías superiores de un equipo. Pero una vez admitidos, los que tienen más probabilidades de llegar a la élite suelen proceder de localidades medianas o pequeñas.
Los motivos pueden ser que, en una ciudad grande existen más opciones de disfrutar de instalaciones, clubes de barrio, gimnasios y cursos extraescolares preparatorios. Pero en las ciudades de menor tamaño hay más capacidad de seguimiento y concentración de recursos en aquellos chicos y chicas que destacan.
El puzle se complica cuando en la receta entran los genes. Trabajos publicados por Christopher Damman, de la Universidad de Washington, han confirmado que el microbioma (la diversidad de bacterias y otros microorganismos del aparato digestivo de los seres humanos) puede influir en el rendimiento deportivo. El ejercicio intenso y el estrés generado por el esfuerzo producen un efecto en el trabajo de las mitocondrias (las centrales energéticas de las células). El equilibrio a nivel celular, que es capital para el metabolismo, incide directamente en la producción de sustancias como ácidos grasos o lactato, que están relacionadas con la capacidad muscular y el aumento de VO2 máx (el parámetro que mide la capacidad de consumir oxígeno durante un esfuerzo).
Algunas bacterias como Veillonela están más presentes en el microbioma de los atletas de élite y parecen relacionadas con su capacidad de resistencia. Se ha demostrado también que algunos metabolitos, entre ellos el butirato, el ácido linoleico conjugado y la urolitina A, mejoran el rendimiento. De manera que la composición bacteriana del organismo, que depende de la herencia genética, también es un factor importante para determinar el futuro deportivo de un joven. Sin necesidad de acudir a la carta astral.