El giro de Trump pone en bandeja a Putin una victoria en Ucrania
Estados Unidos podría terminar siendo el facilitador de la llave de la victoria rusa sobre Ucrania, advierten académicos de todo el mundo frente a la andanada de ataques que Donald Trump ha emprendido contra Volodimir Zelenski, en medio de una estrategia por parte de Washington todavía difícil de leer sobre este conflicto que ya completa los tres años.
En los últimos días, Trump calificó a Zelenski de «dictador», generando indignación en Kyiv y entre sus aliados europeos. Esta afirmación se dio después de que Zelenski criticara las negociaciones de Trump con Rusia para poner fin a la guerra sin incluir a Ucrania. Trump, en respuesta, acusó a Zelenski de operar bajo una «burbuja de desinformación» y aseguró que Ucrania podría haber evitado la guerra si hubiese negociado un acuerdo con Rusia desde el principio. Estas palabras fueron rechazadas por líderes europeos como el canciller alemán, Olaf Scholz, quien afirmó que es «erróneo y peligroso» cuestionar la legitimidad de Zelenski.
El primer ministro británico, Keir Starmer, también expresó su apoyo a Zelenski, destacando que es «perfectamente razonable» posponer elecciones en tiempos de guerra. Tanto Alemania como Reino Unido han sido firmes defensores de Ucrania, con Berlín consolidándose como el segundo mayor proveedor de armas de Kyiv, después de Estados Unidos.
Mientras tanto, Rusia ha aprovechado la situación para reforzar su narrativa contra Zelenski. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, afirmó que «las declaraciones de Zelenski y muchos representantes del régimen de Kyiv dejan mucho que desear». Estas declaraciones refuerzan la estrategia del Kremlin de desacreditar al Gobierno ucraniano mientras se posiciona como un actor clave en la resolución del conflicto. La petición de Putin y Trump para que se celebren elecciones en Ucrania solo ha aumentado esa incertidumbre. No está claro si el líder estadunidense entiende o no que una ley marcial no permite la celebración de comicios en tiempos de guerra. Analistas coinciden en que incluso si se ignorase el factor constitucional y Zelenski llamara a elecciones, no existen condiciones técnicas ni logísticas para llevarlas a cabo, además que imposibilidad de realizar comicios en zonas ocupadas podría significar el reconocimiento de la victoria del Kremlin.
Trump ha insistido desde hace meses que resolverá la guerra «muy rápidamente», aunque no ha detallado cómo lo hará más allá de sus presiones a los ucranianos. Lo cierto es que desde 2019, su relación con Zelenski ha estado marcada por momentos de cooperación y desencuentros. Finalmente, en septiembre de 2024, durante su campaña electoral, Trump acusó a su homólogo de lanzar «pequeñas calumnias desagradables» contra él. Y luego, en noviembre, tras su reelección, Zelenski fue uno de los primeros líderes en felicitarlo manifestando su esperanza de contar con el apoyo estadounidense, algo que lejos de ocurrir está siendo su mayor desafío hoy.
La actitud de Washington se debe a una clave interna muy sencilla: Ucrania no le interesa nada al trumpismo. El republicano dejó claro desde la campaña que se estaba destinando «demasiado» dinero a una guerra en la que EE UU «no tiene nada que ver». De hecho, en uno de sus recientes dardos lanzados contra Zelenski, Trump asegura de manera ligera 350.000 millones de dólares, una cifra alejada de los 200.000 millones que defiende el mandatario ucraniano se han entregado tanto por Washington como por Bruselas.
La otra arista tiene que ver con la idea de «ejecución rápida» que emplea por estos días la Casa Blanca de Trump. El republicano necesita mostrar que puede cumplir con su palabra de «terminar con la guerra» recién llegado al cargo y parece que está dispuesto a entregarle a Putin más concesiones sobre Ucrania que las que los mismos ucranianos están dispuestos a ceder.
Pero expertos en defensa señalan también que es temprano para interpretar si, quizá, detrás de esas conversaciones lo que hay es un acuerdo mucho más global con el Kremlin que sacrifique los deseos de Ucrania por algún alejamiento de Putin de Irán o China, a quienes Estados Unidos sí ve hoy como enemigos naturales.
En medio de este panorama queda rezagada Europa. La Unión, ante el posible cambio en la política exterior estadounidense, ha comenzado a evaluar un aumento en la inversión en defensa para contrarrestar la incertidumbre en momentos en que una entrega en bandeja de plata de Ucrania a Putin podría definir el futuro de la seguridad global pero, ante todo, reescribir el concierto de aliados en el ajedrez geopolítico.