El Estado Islámico incluye a la Cruz Roja entre sus "grupos hostiles"

El fanatismo de los yihadistas del Estado Islámico no tiene límites. Ahora, le ha tocado a la Cruz Roja ser incluida en la lista de enemigos contra los que, según la lógica terrorista, hay que atentar. “Por la gracia de Dios Todopoderoso, los soldados del Califato atacaron con ametralladoras la sede de la organización hostil Cruz Roja en la ciudad de Monguno, en la región de Borno, lo que provocó la huida y la quema de 10 vehículos diferentes. Luego, los muyahidines detonaron un artefacto explosivo contra una patrulla del ejército nigeriano que intentó intervenir, lo que provocó la destrucción de un vehículo blindado y la muerte y heridas de los que estaban dentro, alabado sea Dios”.

Asimismo, informan en sus redes sociales de un ataque a la aldea cristiana de Kobri en la región de Adamawa; “se enfrentaron a las milicias con ametralladoras, lo que provocó que fueran engañados y quemaran dos iglesias y docenas de casas, alabado sea Dios”. También “capturaron a un infiel cristiano que circulaba en motocicleta cerca del pueblo de Maigana, en la región de Borno. Lo mataron con ametralladoras y se apoderaron de su motocicleta, alabado sea Dios”.

Atentaron contra “la aldea cristiana de Buba en la región Adamawa y se enfrentaron a las milicias con ametralladoras, lo que provocó su huida y la quema de más de 40 casas cristianas, alabado sea Dios”. Lo mismo ocurrió en “el pueblo cristiano de Kokkola, en la región de Ituri. Mataron a dos cristianos con ametralladoras y se apoderaron de algunas de sus propiedades. Alabado sea Allah”. Igual suerte tuvo “un cristiano infiel cerca del pueblo de Luna, en la región de Ituri, y lo mataron apuñalándolo con un cuchillo. Alabado sea Allah”.

La lista se hace interminable, con la consabida “letanía” de la alabanza a Alá para justificar sus crímenes. Quienes incitan a estos sujetos a perpetrar los atentados, al igual que hacen con los lobos solitarios de Occidente, les transmiten la idea de que no son ellos los que matan sino su propio Dios que se lo ordena. Y que, en caso de morir, se irán al paraíso con carácter inmediato como premio por haber quitado la vida a otros seres humanos. La incongruencia es de tal magnitud que sólo el fanatismo, la falta de formación y de futuro o la aceptación de una vida con un arma en la mano que confiere una cierta superioridad sobre los demás, ajena por completo al trabajo diario para ganarse la vida, se pueden enmarcar estas situaciones.