Bukavu, la ciudad congoleña donde los rebeldes del M23 no consiguen imponer su dominio
Ser rebelde no es nada fácil. Significa ir a contracorriente. Tener a una mayoría en tu contra. En la mayoría de los casos, implica fracasar. Y estas dificultades a las que se enfrenta un rebelde se aplican a todas las facetas de la vida, desde el adolescente complicado que elige escaparse durante el horario de clase hasta el rebelde congoleño que conquista una ciudad con el fin último de derrocar a un gobierno. Ninguno de los dos lo tiene fácil. Por eso puede decirse que no es del todo fácil para los rebeldes del M23 mantener el control sobre la ciudad de Bukavu, capital de Kivu Sur, en República Democrática del Congo. Van a contracorriente. La mayoría está en su contra. Y siempre se cierne sobre ellos la sombra del fracaso, que implica en su caso una muerte desagradable.
Los nombres de quienes prestan testimonio en el presente artículo serán ficticios, con el fin de proteger las identidades de aquellos que viven en Bukavu y que están sujetos a represalias por parte del M23. Por eso, Francis, un ingeniero agrónomo nacido en Bukavu, no se llama realmente Francis pese a ser ingeniero agrónomo, pero esto no quita que asegurara que “nosotros, en Bukavu, no somos como en Goma. Tienes que entender que somos distintos, que nosotros siempre hemos resistido más que ellos. Aquí, el M23 nunca estará tranquilo”. Tanto él como Daniel, un profesor de Historia que reside en la periferia de la ciudad, hacen referencia en sus discursos al rey Alexandre Kabare Rugemaninzi, también conocido por su nombre de batalla: Zéro-Zéro. Un rebelde contra el colonialismo. Una figura legendaria en Kivu Sur por haberse enfrentado en vida a los colonizadores europeos y que asentó el espíritu de resistencia por cada vez que una fuerza invasora procure decirles qué es lo correcto y qué no.
La fuerza invasora es hoy el M23. Son los rebeldes que han ido a toparse con otros rebeldes, estos últimos puede que más experimentados, porque la rebeldía es para la población de Bukavu una forma de vida cuando se enfrentan al agresor. Por eso, cuando Corneille Naanga, líder de la Alianza del Río Congo (que incluye al M23), fue a Bukavu para darse un baño de masas y escupir su soflama ante una multitud reunida en la Plaza de la Independencia, dos sujetos hicieron estallar sendas granadas en lo que puede considerarse como un acto terrorista o un acto de resistencia, según se mire. Al menos diez personas inocentes murieron durante la explosión. Un hombre cuyo negocio se encuentra junto a la mencionada plaza, comentó al día siguiente del atentado que “hay dos posibles culpables de lo que ocurrió: o fueron los Mai-Mai, que son de los nuestros… o fue el propio M23 en una acción de falsa bandera para atraerse los apoyos del pueblo”.
Cualquiera de las dos opciones supone un contratiempo para el M23. Si fueron los Mai-Mai, esto significa que tienen al enemigo metido en casa, entre los ciudadanos de Bukavu. Si fue el propio M23 quién orquestó el ataque, significa que reconocen que la población de Bukavu no les apoya en la medida suficiente.
El M23 entró en la ciudad a mediados de febrero y sin disparar una sola bala, porque las fuerzas del ejército congoleño (FARDC) se retiraron antes de su llegada. Los soldados congoleños, que proceden de otras zonas del país y que no necesariamente arrastran consigo una tradición de rebeldía, pusieron pies en polvorosa. Pero los wazalendo (patriota en suajili), que son milicias formadas con elementos de la población local, no huyeron, sino que buscaron cobijo en la periferia de la ciudad y en los montes que la rodean. Desde entonces, los wazalendo dedican sus esfuerzos a atacar puntos estratégicos en Bukavu, al refugio de la madrugada, o prosiguen una campaña de desgaste en los montes junto con un reducido número de militares burundeses y congoleños. Son los rebeldes que se enfrentan a los rebeldes. Son los rebeldes en su máxima exposición.
Los wazalendo hostigan al M23 en sus bases más alejadas del centro de la ciudad para atraerles a la periferia, a los barrios que aún controlan (porque es falso que el M23 controle la totalidad de Bukavu), para emboscarles allí y masacrarlos. El M23, sobra decirlo, no está dispuesto a caer en esa trampa y no persiguen a los wazalendo tras los ataques de las madrugadas. Así se lo hicieron saber a este periodista dos combatientes entrevistados en la puerta de su base. Pero esto significa que se ven obligados a recluirse en sus bases, y apenas puede uno ver pickups cargadas de rebeldes en las calles de Bukavu. Están encerrados. Podría decirse que están asustados. Ahora son ellos quienes viven rodeados por el enemigo. Una avispa no es rival para el halcón entre que la avispa no decida aguijonear a la rapaz en los ojos.
La situación que vive hoy la ciudad de Bukavu es de máxima tensión. Los combates, aunque esporádicos y alejados del centro, continúan. Por las mañanas, en la calle, aparecen en ocasiones cadáveres asesinados de manera violenta. Cuando se escuchan los tiroteos en los arrabales, toda la ciudad se encoge y cierran los negocios. La densa circulación de vehículos que es habitual en sus calles parece haberse reducido en los últimos días, exceptuando en la rotonda de la Plaza de la Independencia, donde parece que no importa que caigan las bombas porque seguirá habiendo bocinazos y tubos de escape asfixiantes. Los ciudadanos corrientes tienen miedo, pero esto no quita que hablen con orgullo de los wazalendo que prosiguen esa tradición de rebeldía que les caracteriza. Uno no deja de ser avispa por no clavar el aguijón.