Hacia una arquitectura saludable que nos proteja del clima
La reciente DANA ha evidenciado, una vez más, nuestra vulnerabilidad ante fenómenos climáticos extremos y la necesidad de proteger a las personas en todos los espacios, desde viviendas hasta infraestructuras públicas. En los últimos años, estos eventos se han vuelto más frecuentes e intensos; solo en 2022, según datos del Consorcio de Compensación de Seguros, los fenómenos meteorológicos extremos causaron más de 3.500 millones de euros en daños en España.
En el Observatorio de Arquitectura Saludable (OAS) creemos que es fundamental reflexionar sobre los puntos que han fallado y cómo podemos mejorar nuestra capacidad de prevención y respuesta para mitigar el impacto de estos eventos en nuestras comunidades, salvaguardando el bienestar de los ciudadanos que utilizan estos espacios.
En el OAS, entendemos que la arquitectura, el urbanismo y la ordenación del territorio deben complementarse para crear entornos que promuevan la salud y el bienestar, protegiendo a sus usuarios de cualquier tipo de riesgo, ya sea sanitario o medioambiental.
Una arquitectura saludable va más allá de lo funcional, integrando factores de seguridad, bienestar y confort duraderos. Incorporar sistemas de drenaje eficientes, espacios biofílicos que conecten con la naturaleza y materiales sostenibles y aislantes que reduzcan el impacto ambiental son prácticas que fortalecen la resiliencia de nuestras comunidades.
La planificación territorial desempeña un papel crucial en la mitigación de riesgos climáticos. La ocupación desmedida de riberas o zonas inundables y la falta de soluciones naturales en el urbanismo incrementan la vulnerabilidad de las ciudades y afectan a la seguridad de sus habitantes.
Adaptación a una nueva realidad climática
Implementar estas medidas es esencial para adaptarnos al cambio climático. Fenómenos como la DANA evidencian la urgencia de construir infraestructuras resilientes que protejan la salud y el bienestar de las personas. Este enfoque requiere proyectos diseñados no solo para el presente, sino también para los desafíos futuros.
Es imprescindible revisar los protocolos y aplicar los Planes de Gestión de Riesgo de Inundación (PGRI) según la Directiva 2007/60/CE de la Comisión Europea, que busca coordinar a las administraciones públicas y a la sociedad para reducir los impactos negativos de las inundaciones.
Los PGRI identifican zonas inundables que afectan a 2.730.000 personas, lo que exige priorizar inversiones en infraestructuras para minimizar riesgos.
Adaptarse a esta realidad también implica atender el vasto parque de edificaciones y espacios que, debido a su antigüedad o a la falta de adaptación a la normativa actual, no cumplen con los estándares de calidad y seguridad necesarios.
Según el Instituto Nacional de Estadística, más del 50% de las viviendas en España tienen más de 40 años y un 20% de la población mundial sufre el Síndrome del Edificio Enfermo. Por lo tanto, la revisión y rehabilitación de estos edificios es esencial para reducir su vulnerabilidad ante el cambio climático y proporcionar entornos seguros y confortables.
Para conseguirlo, contamos con la valiosa ayuda de la «Guía para la Reducción de la Vulnerabilidad de Edificios frente a Inundaciones», elaborada por la Dirección General del Agua y el Consorcio de Compensación de Seguros, que contiene información para minimizar los riesgos y daños por inundaciones, medidas de protección civil y de autoprotección y para el diseño de edificaciones con abundantes soluciones, tanto para edificios nuevos como existentes.
La adaptación al cambio climático exige una estrategia territorial sólida que combine la construcción de nuevas infraestructuras resilientes, la rehabilitación de edificaciones existentes y un urbanismo responsable que priorice la seguridad y el bienestar de las personas.
Colaboración público-privada
Este enfoque requiere una colaboración estrecha entre el sector público y privado, apoyada por incentivos económicos y programas específicos que promuevan la modernización del parque de edificios y la creación de espacios públicos más seguros y saludables.
En el OAS estamos convencidos de que la transformación de nuestras ciudades y territorios hacia entornos más resilientes es una responsabilidad compartida en la que se deben involucrar desde geólogos, arquitectos, ingenieros, urbanistas, sanitarios y administraciones públicas entre otros actores clave.
Promover una arquitectura y un urbanismo que respondan a los desafíos climáticos no solo fortalece la seguridad de los ciudadanos, sino que también garantiza su salud, bienestar y calidad de vida a largo plazo.
La clave está en actuar de forma proactiva y compartida para priorizar intervenciones en áreas especialmente vulnerables: reducir la vulnerabilidad de las edificaciones antiguas mediante rehabilitaciones de calidad, implementar incentivos financieros que promuevan estas mejoras y desarrollar campañas de sensibilización que destaquen los beneficios de construir nuevos espacios saludable y resilientes.
Adaptarnos a esta nueva realidad climática no es una opción, sino una necesidad.
Al combinar innovación, planificación y compromiso colectivo, podemos construir un futuro en el que nuestras comunidades no solo resistan los fenómenos extremos, sino que prosperen frente a ellos. Por ello es necesario garantizar entornos seguros, saludables y sostenibles para las generaciones actuales y las venideras.
*Rita
Gasalla es presidenta del Observatorio de Arquitectura Saludable (OAS) y Sigfrido
Herráez es Decano del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM)