Barranca: el rostro de una maestra tejedora de hace 1.000 años d. C.
Con las herramientas digitales de hoy es posible conocer de manera nítida el rostro y las facciones de una mujer tejedora de hace unos 1.000 años d. C.
Esta dama del ayer tenía una edad aproximada de 50 años. Fue sepultada con un paño, de hilos de algodón, colocados sobre su cuello, que a la vez servía de envoltorio de tres palitos de madera de tejer, una de las cuales tenía uno de sus extremos labrado.
El textil del envoltorio lucía una iconografía especial, de serpientes, aves y animales, posiblemente de llamas y gatos, que todavía están siendo analizados.
Alrededor de la maestra tejedora había un pequeño recipiente de barro y miniaturas de cántaros. Su cuerpo había recibido un proceso de momificación que preservó parte de la piel.
Personaje importante
Al parecer, la mujer artesana era un personaje importante, pues, como indica el arqueólogo Lukasz Majchrzak, del programa Nawa del Ministerio de Ciencia de Polonia, su fardo funerario contenía elementos de decoración e iconografía en sus telas que la distinguían de otros entierros.
—Si bien es cierto los textiles de los fardos hallados mayormente estaban en muy mal estado de conservación por su cercanía al mar —indica el experto polaco—, pudimos diferenciar textiles decorados. Y uno de esos casos es el de la mujer tejedora.
La maestra creadora de tejidos es uno de los restos hallados en los 22 fardos descubiertos por científicos polacos y peruanos en el sitio arqueológico prehispánico Cerro Colorado, en la provincia de Barranca, Lima.
El área arqueológica se ubica en las laderas de una formación rocosa que llaman aquí Punta Cerro Colorado —entre las playas Puerto Chico y Colorado— y es donde se han identificado cuatro montículos arqueológicos. El Programa de Investigación los Valles de Barranca (PIVAB) se inició en 2022.
16 neonatos
La momia de la maestra artesana textil estaba en uno de los 22 fardos funerarios, 16 de los cuales contenían neonatos y seis de los fardos funerarios tenían adultos.
Estos adultos estaban dispuestos verticalmente, en posición fetal, con las extremidades superiores e inferiores metidas bajo el pecho. Los niños estaban colocados de modo horizontal, a la altura de las cabezas de los adultos.
Todos iban envueltos en tela gruesa, material vegetal y entrelazados con cuerdas. “Entre las capas de tela encontramos cerámica, herramientas y objetos de culto colocados como ofrendas funerarias”, dice el investigador.
También se halló mazorcas de maíz y otros materiales vegetales, quizás colocados con la idea de que sirvan de alimento a los difuntos en su viaje al más allá.
Por suerte los huaqueros no llegaron a estos entierros quizás porque donde se hallaban, según explicó Plinio Guillén a La República, es una zona muy poco accesible en el Santuario de Cerro Colorado, “en un montículo de más de 20 metros de altura”.
“En las primeras excavaciones pudimos obtener dos fechados radiocarbónicos, material cerámico y textil, lo cual permite aproximarnos a la secuencia de ocupación de este sitio: una antigüedad aproximada de 2.500 a. C. hasta 1.300 a 1.500 aproximadamente d. C.”, explica. Es contemporánea a las culturas Caral y Chancay.
Y añade: “Por algunos elementos (cerámica, textiles, fardos, construcciones) planteamos que estos entierros estarían asociados al 1.100 d. C. Los fechados lo deben confirmar”.
Fractura y tatuaje
La maestra tejedora es una de las representaciones más importantes halladas en el proyecto de Barranca, lideradas por el peruano Plinio Guillén Alarcón y el bioarqueólogo Lukasz Majchrzak, con los valiosos aportes de la doctora Justyna Marchewka, que dirige el área de antropología física del proyecto, y Karina Wozniak, jefa de la división forense.
Las expertas constataron que la maestra tejedora en un momento de su vida sufrió una fractura en el cuello del fémur. “Y esa fractura mal fusionada, mal curada, causó una degradación de la articulación coxofemoral, lo que indica que esa mujer no podía caminar bien y sufría un dolor significativo por la degradación de esa articulación”, dice el doctor Lukasz Majchrzak.
Guillén destaca el estudio de la maestra artesana no solo por lo que está demostrando y la iconografía junto a ella. “Sería testimonio de las creencias religiosas locales”.
De todos modos, recalca Majchrzak, el estudio de los 22 fardos recién empieza: “Tenemos resultados preliminares hasta el momento. Lo que sí podemos decir es que los siete cuerpos desenfardelados no han sufrido trauma violento”. La fractura de la artesana pudo deberse a una caída, no a un hecho violento.
También Majchrzak destaca otro hecho saltante en la mujer tejedora: un tatuaje. “Aunque los antebrazos no se conservaron en buen estado, observamos restos de tatuajes. Antes, en un proyecto en Huacho con Pieter van Dalen, observamos tatuajes en antebrazos, manos, alguna vez en pechos. En este caso, los antebrazos. Pero por la descomposición no pudimos observar los diseños. Posiblemente eran de animales o motivos geométricos”.
La reconstrucción facial
La experta Karina Wozniak está detrás de la labor para darle forma al rostro de la maestra artesana. “La reconstrucción del rostro ha sido un proceso complejo, se han usado programas digitales avanzados y mucho conocimiento sobre anatomía, inserciones musculares, tejidos, etc.”, dice. El escaneo de los restos con tomografía computarizada, interpretando cada dato escaneado, sirvió para conocer muchos datos de los fardos y sus contenidos, pero también para la reconstrucción de la tejedora.
Lo explica Majchrzak: “Usamos la tomografía computarizada al contrario de los rayos X, es decir, no sacamos una placa, sacamos más de 1.000 placas porque estudiamos todo el cuerpo a una resolución de 2 a 5 milímetros. O sea, cada 2 milímetros se tomaba un imagen y con ello se reconstruía en 3D al individuo”.
Especial momificación
El arqueólogo polaco indica que a los individuos de los fardos poco después de la muerte se les bañaba en un bálsamo, “obtenido posiblemente a base de una sustancia resinosa”. Con plantas aromáticas y minerales arcilloso. Luego se secaban al sol.
“Todavía no sabemos si este hecho, embalsamamiento de individuos, tuvo como fin obtener momificación artificial o se le hizo con otro objetivo. Y la momificación pasó como un efecto secundario. Sin embargo, se aplicaba esa sustancia a todos tanto adultos como subadultos”, dice Majchrzak.
“Ningún individuo desenfardelado tenía vestimenta, se les preparaba desnudos, luego se les empezaba a envolver con varios textiles”, concluye el profesor Lukasz Majchrzak. ❖