De Japón a la cumbre del flamenco, el largo viaje de Junko Hagiwara
La bailaora japonesa Junko Hagiwara, "La Yunko", sacudió este verano el tradicional mundo del flamenco con su sorprendente victoria en el concurso más importante del género, un logro que culmina su enamoramiento con esta música del sur de España.
El 10 de agosto, por primera vez en los 63 años de historia del Festival Internacional de las Minas, un(a) extranjero/a, Hagiwara, se alzó con uno de los máximos galardones, el premio Desplante a la mejor bailaora.
"Me sorprendí mucho, y no podía creérmelo. Sí me lo creí, pero no me lo creí. No sé cómo puedo explicar la sensación", explicó a la AFP en una entrevista telefónica esta artista , afincada en Sevilla desde hace más de 20 años.
El Festival Internacional de Cante de las Minas se celebra cada año desde 1961 en La Unión, que no es una ciudad andaluza, sino de Murcia, la región vecina del norte, en el sureste de España.
Es un festival de flamenco, pero debe su apellido -"de las minas"- a los cantes de los mineros andaluces que fueron a trabajar ahí en el siglo XIX. El certamen reparte premios en categoría de cante, guitarra, baile e instrumento en general.
Una parte del público objetó la victoria de Hagiwara, quizás por ser extranjera, pero la bailaora de 48 años, nacida en Kawasaki, cerca de Tokio, prefiere no especular con los motivos del descontento. De la protesta, apenas se enteró, porque el anuncio del premio, dice, la dejó "en blanco".
Los críticos, en cambio, salieron unánimemente en su apoyo. Para Manuel Bohórquez, mereció ganar. "Me gustó más que sus competidoras por estas tres razones: su clasicismo, que no bailara para la galería, o sea, para el público, y, por último, su buena escuela", escribió en el diario digital Sevilla Info.
De la universidad, a Sevilla
El triunfo en La Unión culmina un periplo de más de 30 años, que se inició cuando era adolescente y vio un campeonato de gimnasia rítmica en el que una competidora española usó música de guitarra flamenca.
"Me encantó la guitarra flamenca, el sonido y la melodía, el ritmo...", evoca.
No existía internet, "pero había tiendas para alquilar discos. Fui corriendo a una de esas tiendas y había solamente un CD de flamenco. Lo escuché, pero no había guitarra, simplemente era cante", rememora.
"Muchas veces la gente del flamenco tiene la voz muy ronca, muy profunda, y me dio mucho miedo", añade entre risas.
Un tiempo después, Hagiwara fue a la universidad a estudiar Pedagogía y descubrió un club de flamenco, en el que los estudiantes se animaban a bailar zapateando, a cantar, invitaban a maestros japoneses o escuchaban música. Reconectó con el flamenco, y empezó además a ir a clases.
Pronto, aquello no le bastó. "En Japón se puede aprender técnica, coreografía, pero, claro, el flamenco es cultura, es una forma de vivir" en la que se quiso zambullir.
"Cuando bailo, no pienso que soy extranjera" -
"Decidí irme a Sevilla. Mi padre se enfadó muchísimo, muchísimo. No me habló en tres meses. Y mi madre decía, 'ay qué vergüenza', 'ay qué vergüenza'", evoca entre risas.
La Yunko llegó a Sevilla en 2002, un mundo completamente diferente, y, como le ocurre a tantos foráneos, le sorprendió la manera animada de conversar de los españoles: "¡pensaba que todo el mundo se estaba peleando!".
Había más diferencias: "en la cultura japonesa valoramos mucho ocultar el sentimiento, y en el flamenco has de mostrarlo. En Japón, para adentro, y en el flamenco, para afuera", compara.
Aprendió a bailar con buenos maestros, estudió español a conciencia y se entregó al propósito que la trajo a Sevilla, donde vive con su marido andaluz, de Tarifa.
"Cuando bailo, no pienso que soy extranjera, que soy japonesa. No pienso eso, no se me ocurre. Simplemente estoy en el escenario, escucho la guitarra, el canto, y lo que siento lo reflejo en mi baile", dice, ilustrando su viaje hasta el corazón del flamenco.