Sicarios, a diario, por Mirko Lauer
El sicario ocupa el rango más bajo de la delincuencia en el país, siempre y cuando descontemos a quien lo contrata. La idea es que ya nadie comete sus propios crímenes violentos. La tarea ha sido encomendada a jóvenes sin escrúpulos y sin futuro previsible. Los asesinatos se multiplican sin avance policial en la cacería de este tipo de escurridizo hampón.
¿Qué se sabe de ellos más allá de lo que informan los titulares? En realidad muy poco. Lo más importante es que el sistema funciona: son pocos los sicarios detenidos, y menos las detecciones y capturas de quienes los contratan. Solo nos enteramos de aquellos acuerdos que funcionan, el nombre de la víctima, la furia de la familia.
En el fondo, la opinión pública le presta poca atención al sicariato (a diferencia de los extorsionadores), pues se supone que esas muertes son meros ajustes de cuentas entre delincuentes, muertes entre bribones. Por tanto, la gente honorable no se debe preocupar. Pero esa idea es una ilusión. Hay mil motivos para asesinar a una persona decente. La extorsión es uno de ellos, no el único.
La imagen de un pillete recién salido de la pubertad, al que la pobreza convierte en una suerte de kamikaze juvenil, es engañosa. Los sicarios no siempre son tan jóvenes, y no tienen realmente un ánimo suicida. Nada de ocasional en esos golpes. Lo que estamos viendo en la crónica roja es cada vez más un oficio establecido, como en el cine, digamos.
El esquema habitual cuando la prensa se refiere a un asesinato perpetrado por sicarios es que la cadena criminal es un misterio. Está la idea de la guerra de bandas, claro. Pero el sicario suele fugar, con lo cual se pierde la posibilidad de identificar a quien lo contrató. Los jóvenes capturados no suelen ser delatores, por obvios motivos.
¿Están organizados estos asesinos motorizados a sueldo? ¿Hay rastros de una agrupación o una empresa? ¿Hay en preparación algo parecido a una crónica ilustrativa en el Perú? La Virgen de los sicarios, del colombiano Fernando Vallejo, explica el nexo asesinos-narcotráfico en Medellín. ¿Cuáles son los lazos en el Perú? ¿Es cierto que no conocen ni al que contrata ni a la víctima?