A pedradas no
Nos encontramos en un momento muy difícil para el país, con una inseguridad ciudadana en la que se mata, secuestra y viola normas sin mayor intervención de las autoridades que pareciera que se mantienen ajenas a la problemática que vive el poblador de cualquier ciudad del Perú.
Lo ocurrido en Sullana con el auto de la presidenta apedreado por la población tiene una explicación, pero no justificación. Entendemos que la población está muy afectada por la situación precaria en la que se desarrolla la gestión actual. No hay capacidad de escuchar y menos de proveer una salida, pero la respuesta no está en la violencia y menos en la pedrada artera, porque no solo no resuelve sino que empeora el clima político tan polarizado.
Sullana, al igual que la región Grau, se encuentra afectada por la cada vez más grave oleada delincuencial que amenaza los negocios y que ahuyenta las inversiones. Hay que sumar a ello la sempiterna falta de obra pública para atender, por ejemplo, los servicios de agua y luz. Si adicionalmente las catástrofes atmosféricas que han azotado el norte no han sido atendidas con presteza y las obras ofrecidas siguen en construcción y se denuncian casos de corrupción que han encarecido el valor de las obras, se configura la protesta contra la principal autoridad del país de la forma en la que se ha desarrollado.
Pero protestar no tiene por qué derivar hacia actos de vandalismo, que ningún buen resultado van a generar. Se corre el peligro de una justificación para la represión policial, a la que este Gobierno ya ha echado mano con los resultados conocidos.
Es el momento de construir desde la protesta, la propuesta. Una verdadera exigencia de cambio y la organización de acción ciudadana, colectiva y democrática, que rompa la polarización que favorece a los radicales y violentistas y construya país.
Mirar más lejos que este presente tan conflictivo y lamentable y proponer de cara al futuro, reconstruir la institucionalidad democrática. Ese es el compromiso que debe convocarnos sin caer en actos provocadores, que justifican el giro autoritario que este Gobierno y sus aliados promueven.