Vera Lentz, la fotorreportera que registró los años de la violencia
Nos miran desde cada foto. Miradas de dolor, de desconcierto, miradas como si fueran interrogantes, grandes y terribles interrogantes.
Nos miran cuatro décadas después de lo sucedido. Desde las imágenes que se exponen en el Museo de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM).
La reportera Vera Lentz, que ya había estado en El Salvador, que había registrado la vida del migrante en Harlem, pudo llegar al poblado ayacuchano de Socos, unas horas después de la matanza, y registró esas expresiones de los sobrevivientes, esas líneas, que solo pueden ser marcadas en los rostros por el dolor, la tristeza, el desconcierto y la muerte.
Y hoy, esas miradas están allí, en las fotos que forman parte de la exposición “Socos: 41 años de la masacre”, en el LUM.
Vera está al lado nuestro y explica con pasión y hasta con furia cómo consiguió cada toma y cómo, al paso de los años, siguió registrando la vida de los que se resistieron a olvidar. Afuera del recinto, el cielo gris de la Costa Verde parece sumarse a la tristeza histórica.
La fotorreportera Vera Alice Lentz Herrigel (74) capturó el horror, lo irracional, de la llamada masacre de Socos. Esta es Prudencia, nos relata, quien perdió a su hija, la profesora Victoria, que buscaba denunciar a los responsables. Ahí está el niño Alfredo, testigo de tanta violencia, hoy ya es un jovencito. Ahí están los que dejaron la pesadilla cruenta.
Ella describe cada imagen, mientras un grupo de bulliciosos y curiosos escolares comentan cada escena en el LUM. Van conociendo la peruanidad de la violencia, de la muerte, eso que hoy algunos quieren negar.
Silencio, miedo, soledad
Socos fue una de las huellas más cruentas de la violencia política en el Perú. El 13 de noviembre de 1983, cerca de las 9 de la noche, 11 agentes de la ex Guardia Civil del puesto policial de esta comunidad, en Huamanga, ingresaron a la casa de Alejandro Zamora Cárdenas, donde se celebraba la yacupacu (pedida de mano) de Adilberto Quispe Janampa a Maximiliana Zamora Quispe (hija de don Alejandro).
Armas en ristre, obligaron a salir a los presentes, les ataron las manos y los dirigieron a una quebrada, saliendo de Socos. A las mujeres las separaron y violaron. A todos juntos, 2:30 de la madrugada, les dispararon. 36 personas estaban allí. Los novios. Niños, mujeres y ancianos. La única sobreviviente fue María Cárdenas, quien cayó a un desnivel, lo que la salvó de los disparos. Ella contó lo ocurrido.
Vera Lentz llegó poco después y encontró lo que aún sigue sintiendo al ver estas fotos. Un desconcertante silencio, miedo, soledad, todo lo que quiso retener en imágenes. Pero no solo retuvo los rostros de testigos en su cámara. Ella siguió durante los años siguientes, yendo y volviendo a Socos, registrando a los sobrevivientes (como contó Prudencia ante la CVR, “nos quisieron matar a todos los del pueblo”).
No solo fue Socos. Vera Lentz registró desenterramientos de muertes ocurridas en estas regiones, también lo que ella llama reentierros, descubrimientos de fosas comunes. Regresaba siempre a la zona incluso para las misas, las ‘tendidas’ de ropa, los recordatorios. En su cámara impregnó la vida cotidiana de los desplazados de Ayacucho. Y fue de las primeras fotoperiodistas en retratar la violencia desatada por el terrorismo en las comunidades asháninkas del río Ene.
-Generaciones de peruanos no saben lo sucedido. Es increíble, están alejados, piensan que no sucedió, ¿verdad? No sé hacia dónde estamos retrocediendo, porque también a nivel internacional, en Alemania, están marchando los nazis.
¿Qué piensas, Vera, de esas personas que quieren hacer su propio relato, diferente de lo que ha pasado, buscando cambiar la memoria?
-Creo que eso es terrible, es contraproducente, ¿no? Yo he leído sobre la Segunda Guerra Mundial, y allá se habló de que se había salvado en Alemania que se destruyan todos los documentos. Es muy importante la memoria. Si tú como persona no te enfrentas a tus errores caes en el vacío. Y se puede repetir el error también, es peligroso. Estás parado en la nada.
Historias de fotorreporteros
Vera Lentz, cuya madre, Hannerose Herrigel, también fotógrafa, tenía un conocido estudio en Miraflores, todavía piensa en varios proyectos, entre ellos sumar nuevas publicaciones a la decena de libros en los que ha participado.
Tiene mucho material, nos revela. Reportajes gráficos publicados en medios locales como La República y Caretas. O a nivel internacional como en las revistas Time, Newsweek, Der Spiegel, Stern, GEO, y en diarios como The New York Times, Miami Herald, Los Angeles Times y Philadelphia Inquirer. Todo lo que ha hecho desde que en Nueva York, estudiante de fotografía, quedó deslumbrada al conocer en un foro de fotoperiodismo a Dimitri Baltermans, Don McCullin, Eddie Adams (“el de la conocida foto de Vietnam”), Susan Meiselas…
Una de sus fotos icónicas es la que ilustra “Yuyanapaq, para recordar”. Vera pertenece a ese valeroso grupo de fotorreporteros que registró tanta violencia y dolor en el país.
“Cuando miro mis fotos, estoy viendo que todos allí están solos. Veo mucha soledad. Imagínate, alguien va a tu casa y mata tu familia, llegas y tienes que sacar los cuerpos, y todo el mundo mira, pero nadie te ayuda, por miedo… Hay mucha soledad en estos retratos”.