Fujimori: “No puedo negar que hubo una gran corrupción”
En las memorias que escribió y tituló La palabra del Chino: el intruso (2021), Alberto Fujimori reconoció que la corrupción inundó su gobierno: “No puedo negar que una gran corrupción, nunca antes vista, infiltró mi gobierno, que videos repugnantes mostraron el año 2000 esa realidad del modo más descarnado”. Sin embargo, aclaró que los robos, fraudes y exacciones se produjeron a sus espaldas y que jamás tuvo dinero sucio en sus manos.
“Quien estuvo al frente de la administración del decenio de 1990 no estuvo vinculado a esa corrupción ni a licitaciones amañadas ni robos; no hay pruebas ni indicios sólidos y nadie ha podido probar ninguna imputación”, anotó Fujimori. Pero esta versión es falsa de principio a fin.
Como lo demuestran documentalmente las periodistas británicas Sally Bowen y Jane Holligan en El espía imperfecto: la telaraña siniestra de Vladimiro Montesinos (2003), Fujimori reclutó al capitán en retiro del Ejército sabiendo de sus antecedentes criminales: condenado y expulsado del Ejército, por vender secretos militares, y abogado de narcotraficantes del cartel de Medellín, de Pablo Escobar, entre otros episodios.
“Mis adversarios han hablado del gobierno que presidí como el ‘régimen montesinista’, y han pretendido convertirme en un ladrón, un saqueador, un dictador y en un asesino”, se quejó Fujimori en su libro.
Empero, se debe recordar que cuando el exdictador fue extraditado, aceptó la sentencia anticipada, entre otros delitos, por haber entregado un soborno de US$15 millones a su exasesor Montesinos, dinero que este exigió para guardar silencio y aceptar el exilio forzado en Panamá, luego de que se divulgaran los vladivideos de la corrupción.
Fujimori siempre negó que en la compra de los aviones de guerra MiG-29 y Sukhoi-25 existieron millonarios sobornos, pero fueron los tribunales, no sus “enemigos”, los que dictaminaron que en este caso existió corrupción. Este fue, probablemente, el caso más emblemático de todos los asaltos a los fondos públicos, dinero que Montesinos ocultó en Suiza y Luxemburgo.
En Historia de la corrupción en el Perú (2013), Alfonso W. Quiroz explica con certeza que en el régimen de Alberto Fujimori se implantaron prácticas ilícitas que se han normalizado incluso luego de su mandato, algo que se confirma en la actualidad con un Congreso virtualmente controlado por el fujimorismo.
“Gracias a evidencias de fuentes audiovisuales, periodísticas y judiciales, así como de testigos sujetos a la colaboración eficaz (…), es posible pintar detalladamente parte importante de la corrupción sistemática heredada y ampliada por Fujimori y su asesor Montesinos”, arguyó Quiroz: “La asociación ilegal, la conspiración autoritaria y las redes encubiertas interactuaron entre sí para emascular a las instituciones formales y el imperio de la ley; y de este modo enriquecer y sustentar a un compacto grupo en la cima”. Es lo que hace hoy Keiko Fujimori en el Congreso, desde donde dirige una intensa campaña para desactivar los casos en su contra y de sus cómplices.
No obstante, en sus memorias, Fujimori insistió en el papel de víctima: “Circula desde hace ya más de veinte años, como moneda corriente, una historia nacional falsa y paralela (…), que ha ocultado y desfigurado todo aquello que es trascendente para entender mi paso por el gobierno”, señaló Fujimori. Como todo populista autoritario, el exdictador pretendía reescribir la historia para enterrar el legado de corrupción de su régimen. Pero la muerte no borra el pasado, sino que lo ilumina. Para que no se repita.
RECUADRO
● El 25 de mayo del 2004, la revista estadounidense Forbes, una referencia mundial en información económica, publicó el reportaje: “Los líderes del mundo más corruptos de todos los tiempos”. En la lista de 10 exgobernantes autoritarios, Alberto Fujimori fue ubicado en la posición número 7. }
● La publicación le atribuyó una malversación de US$600 millones durante su régimen, derivada de actos de corrupción.
● Periódicos como The New York Times y The Washington Post recordaron que Fujimori, en lugar de afrontar las acusaciones de corrupción y violaciones de los derechos humanos, huyó a Japón, adoptó la nacionalidad de sus padres y postuló al Senado nipón.