"Sin unión, no haremos nada": un independentismo catalán en horas bajas celebra su movilización anual
"Sin unión, no haremos nada", opinó el jubilado independentista Ramon Corominas en la manifestación del miércoles en Barcelona de la fiesta de Cataluña, a la que el movimiento secesionista llega dividido y fuera del poder por primera vez en más de una década en esta región de España.
"Toda la vida nos ha pasado igual a los catalanes. No nos entendemos entre nosotros y entonces pasa lo que pasa", continuó Corominas, al inicio de esta marcha a la que asistieron 60.000 personas, según cifras de la Guardia Urbana, lejos del más de un millón de los años previos a la fallida intentona separatista de 2017.
"Estamos en unos momentos difíciles para el independentismo, no lo hemos sabido hacer del todo bien, pero ha de ser un momento de reivindicación", explicó a AFP Mònica Rivell, una médica de 56 años, concejal de una localidad cercana a Barcelona.
Bajo el lema "Volvamos a las calles. Independencia", entidades soberanistas convocaron la tradicional manifestación por la Diada, como se conoce a la jornada patriótica de Cataluña, que tras el parón de la pandemia de covid-19 no logró superar los 150.000 asistentes y que en esa edición se descentralizó en varias ciudades.
En los últimos años, el contexto ha cambiado mucho en esta rica región del noreste de España, que desde hace un mes preside el socialista Salvador Illa, el primer político no nacionalista o independentista en ocupar el Palau de la Generalitat desde 2010.
- Cambio de ciclo -
"Hace falta un nuevo impulso, hacen falta ideas frescas, gente que aporte sangre nueva al movimiento, porque es la única manera de que la juventud vuelva a salir a la calle", diagnosticó Bernat Castanyer, un estudiante de 20 años que participaba en la manifestación de Barcelona.
En las elecciones catalanas de mayo, la suma de formaciones separatistas perdió la mayoría absoluta desde la que impulsaron la escalada soberanista que llevó al gobierno que entonces presidía Carles Puigdemont a organizar un referéndum de autodeterminación, a pesar de la prohibición de la justicia, y a declarar una efímera independencia en 2017.
Vencedor de los comicios, pero sin mayoría absoluta, el socialista Illa, exministro de Sanidad muy cercano al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, tuvo que negociar durante semanas con otras formaciones para lograr ser investido.
Finalmente obtuvo el apoyo clave --criticado por el partido Juntos por Cataluña, de Carles Puigdemont-- de los separatistas moderados de Izquierda Republicana de Cataluña (ERC).
Con ellos se comprometió a trabajar por conceder a la región el pleno control de los impuestos recaudados allí, una de las principales reivindicaciones del separatismo.
Su mandato arrancó, sin embargo, ya convulso, con una tensa sesión de investidura eclipsada por la reaparición fugaz de Puigdemont a comienzos de agosto.
El líder separatista, cuya candidatura había finalizado segunda en las elecciones de mayo, desafió una orden de detención pendiente por su papel en el intento de secesión para aparecer en un mitin en Barcelona tras casi siete años de exilio autoimpuesto, antes de esfumarse sin que la policía pudiera detenerlo.
- Un independentismo a la espera -
Con los dos principales partidos separatistas enfrentados y en reformulación interna, los organizadores de la marcha del miércoles, que se convirtió en evento multitudinario en la década pasada, convocaron este año una protesta descentralizada, que contó con actos en Barcelona y otras grandes ciudades catalanas.
Pero a pesar de que el movimiento se encuentra en horas bajas, el sentimiento separatista sigue siendo intenso en una parte de la población catalana, e influyente en la política española.
Un 53% de catalanes son ahora contrarios a la independencia, frente a un 40% favorable, según el último estudio del órgano regional de estudios de opinión (CEO).
El separatismo "no está superado, lo que pasa que el electorado más independentista entiende que la coyuntura no es favorable. Pero es un tema y son unas preferencias que podrían volver a activarse en un contexto diferente", explicó Ana Sofía Cardenal, profesora de Ciencias Políticas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Y el futuro de Puigdemont, a quien la justicia española no permitió acogerse de momento a la amnistía aprobada para los implicados en la fallida secesión, es todavía una incógnita. Después de su fugaz aparición en Barcelona en agosto, regresó a Bélgica, donde ha vivido durante la mayor parte de estos años.
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