Cuando los mafiosos también lloran: los 30 años de “Casino” de Martin Scorsese
Cuando en 1995, hace 30 años, el director Martin Scorsese estrenó Casino, ya era un hombre de cine curtido, formado y reconocido. Para ese entonces, había entregado al imaginario cinéfilo más de una película importante. Pensemos en Mean Streets (1973), Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980), La última tentación de Cristo (1988) y Goodfellas/Buenos muchachos (1990). Varias de estas películas, con el paso del tiempo, se han convertido en obras maestras por su calidad formal y por los ecos que suscitan sus tramas y personajes. Ni hablemos de la relación personal y emocional que han desarrollado los cinéfilos con determinada película y con el director en particular. Scorsese, a la fecha, más que un cineasta, es una marca, una manera de ver el cine. Scorsese, a diferencia de otros cineastas, no se hace problemas con reconocer la influencia de la tradición del cine en su propio trabajo. Más bien, la celebra.
Casino es parte de una serie de películas de Scorsese dedicadas a la mafia. A las mencionadas Main Streets y Goodfellas, sumemos Pandillas de Nueva York (2002), Los infiltrados (2006) y El irlandés (2019). Casino significó la última colaboración, hasta ese momento, entre Scorsese y Robert de Niro tras ocho trabajos juntos. Ambos querían “respirar” uno del otro y había que darle a esta película, basada en el libro de no ficción Casino: Love and Honor in Las Vegas de Nicholas Pileggi, quien también coescribió el guion con Scorsese, un toque distinto, una visión cruda y panorámica de lo que eran precisamente los casinos de Las Vegas y su relación con las mafias en la década del 80. Para los roles protagónicos, aparte de Robert de Niro, fueron convocados Joe Pesci y Sharon Stone (elegida, atención, entre Uma Thurman, Madonna, Cameron Díaz, Nicole Kidman, Michelle Pfeiffer y Melanie Griffith) para desempeñar el rol de Ginger McKenna.
Es cierto que la violencia de Casino, tanto en diálogos y escenas, es su insignia, pero no menos importante, y dejando en segundo lugar la dinámica de la mafia, es la transformación de los personajes. Sam “Ace” Rothstein (De Niro) dirige el casino Tangiers para la mafia. Es un hombre obsesionado con el orden y el control, pero su ánimo cambia cuando se entera de que la mafia está enviando a Nicky Santoro (J. Pesci) a supervisar el negocio. Santoro es un psicópata y es con quien Rothstein debe trabajar. Santoro es, hasta cierta medida, controlable, pero lo que Rothstein no puede calmar es el impacto que le causa la prostituta Ginger McKenna, con quien se casa.
La vida parece sonreírle a Rothstein, pero ese mundito de cristal se le empieza a quebrar. Santoro le falta el respeto con sus acciones y Ginger demuestra que lo único que quiere de él es su dinero. Scorsese va llevando a sus personajes al límite de sus emociones y esta interacción es la que saca a Casino el rótulo de película de gánsteres para hacer de ella una sobre el dolor y el desamor. Los clásicos no se quedan en una sola lectura. Esta es una buena ocasión para volverla a ver. Son 30 años de una obra maestra.