Isaac Goldemberg: “Escribí ‘La vida a plazos de don Jacobo Lerner’ con la máquina de escribir que me regaló un palestino”
“Mi primera máquina de escribir, curiosamente, me la regaló un ingeniero palestino cuando yo estaba en Israel. Tenía 17 años y buscaba trabajo, entonces, mientras conversaba con un conocido palestino, joven como yo, le dije que estaba buscando trabajo. Mira, me dijo, yo trabajo para un ingeniero que también está buscando a alguien, y hablé con el ingeniero. Lo primero que me preguntó: ¿de dónde vienes? y yo le dije, en hebreo, que vengo de Perú, pero él escuchó mal porque pensó que venía de Beirut. Y me empezó a hablar en árabe, entonces le dije que yo no hablo árabe. ¿Cómo?, me dice, pero si tú eres de Beirut. No, vengo de Perú, le dije. Después de un tiempo, le conté una vez que yo quería ser escritor y al día siguiente aparece con una máquina de escribir Olympia y me la obsequió. Me dijo aquí la tienes. Con esa máquina, que la tengo hasta hoy, escribí La vida a plazos de don Jacobo Lerner, le cuenta a La República el escritor peruano Isaac Goldemberg (Chepén, 1945).
En el año 2014, La Casa de La Literatura Peruana le dedicó un homenaje (tres salas) a Isaac Goldemberg a razón de su trayectoria. En Isaac Goldemberg: tiempos y raíces, se destacó el aporte de Goldemberg a la cultura peruana al insertar en ella el tránsito de la cultura judía y en ese propósito tuvo mucho que ver la vigencia de La vida a plazos de don Jacobo Lerner. Por cierto, la máquina a la que el autor hace alusión, también formó parte del homenaje.
Jacobo Lerner es un personaje emocionalmente partido, llega a Perú desde Rusia a rehacer su vida, fijando una residencia errante entre Chepén y Lima en las décadas del 20 y del 30 del siglo XX. Lerner es una persona inquieta y curiosa, posee ideales, pero también flaquezas propias de la condición humana. Bajo estas coordenadas, el propio Lerner forja involuntariamente una leyenda sobre su vida, esa es la razón por la que Goldemberg aborda a Jacobo Lerner desde la polifonía, valiéndose, además, de una estructura que le permite insertar textos periodísticos, como los de Alma Hebrea, los cuales presentan un escenario aún no visto pero que se siente: el ascenso del nazismo y fascismo en Europa. Cuando Goldemberg publicó esta novela, tenía 33 años y sabía muy bien que la vida de Jacobo Lerner, en realidad ninguna vida, podía ser contada desde la linealidad.
“Soy una persona que ha tenido mucha suerte. Yo estaba enseñando en la New York University, en donde había sacado mi doctorado. Tenía un amigo, que fue mi profesor, al que le entregué el manuscrito de La vida a plazos de donde Jacobo Lerner. Se quedó muy impresionado y me preguntó si conocía el Center for Inter-American Relations, que se ocupaba de política y economía principalmente, y tenía también un departamento de Literatura. Ellos habían financiado la traducción al inglés de todos los escritores del boom”, dice Goldemberg.
Lógicamente, al joven Goldemberg le ilusionó esa posibilidad, pero inmediatamente pisó tierra. Era un joven escritor talentoso, pero desconocido como para estar traducido al inglés como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. “John Coleman, aunque lo llamábamos Juan, mandó una reseña al Center y aceptaron traducirla. Me preguntaron por un traductor, conocía a un escritor argentino que había estudiado en Londres y Estados Unidos, Roberto S. Picciotto. Leyó el primer capítulo, le gusto e hizo una traducción buenísima de mi primera novela. Roberto no había traducido nada hasta ese momento e incluso los del Center dijeron que podía traducirla Gregory Rabassa, que tradujo a los escritores del boom. Pero la traducción de Roberto, como te digo, era fabulosa. Faltaba la editorial y mandaron la novela a varias editoriales. La editorial Rizzoli, que tenía una librería impresionante en la Quinta Avenida, se interesó. Firmé con ellos. Esperé a que la publicaran, pero un día me llama el hijo de Rizzoli. Isaac, me dice, yo sé que tú tienes contrato con mi padre, pero te quiero hacer una oferta. Yo estoy por fundar mi propia casa editorial. Mi padre, con quien he hablado, me ha dicho que tu novela sería excelente para comenzar. Yo estoy dispuesto a comenzar contigo, pero tienes que romper el contrato y firmar uno nuevo conmigo. La editorial se iba a llamar Persea Books. La oferta era buena. Como no conocía el mundo editorial, mi amigo Juan, quien mandó la carta al Center, me dijo que a veces es bueno publicar con una casa que comienza porque se empeñan y van a cuidar tu libro bien y lo van a distribuir bien. Además, como está asociado con el padre, que tiene canales de distribución, ahí no hay pérdida. Fue un buen consejo”.
Isaac Goldemberg presentó The Fragmented Life of Don Jacobo Lerner, con ilustración de Bill Caro en la portada, en diciembre de 1976 y al día siguiente regresó a Perú, por tres meses, después de 15 años. En 1977, Goldemberg se entera de que Mario Vargas Llosa iba a dar un taller en la Universidad de Columbia. Goldemberg se matricula. Vargas Llosa escoge el primer capítulo de la novela que Goldemberg venía escribiendo, Tiempo al tiempo, y basa las ocho sesiones del taller en ese primer capítulo.
“Voy a utilizar este capítulo para que vean cómo se escribe una novela, dijo Vargas Llosa delante de los alumnos y yo me quedé sorprendido. Vargas Llosa ya estaba informado de la traducción de La vida a plazos y me pregunta si la había mandado a alguna editorial en español. Le dije que no y me pidió que se la enviara. A los tres meses, un amigo del colegio Leoncio Prado, me manda un recorte de El País de España, en donde se informaba que Alfaguara iba a sacar una colección de novelas latinoamericanas y que el primer título sería una novela recomendada por Vargas Llosa: La vida a plazos de don Jacobo Lerner de un joven escritor peruano llamado Isaac Goldemberg. Al final no salió en Alfaguara. ¿Qué habrá pasado? Bueno, España no queda bien en la novela, hay críticas a la conquista y el virreinato, por ejemplo. Después de un tiempo, Vargas Llosa me escribió para decirme que tampoco sabía qué había pasado, pero que iba a recomendar la novela a Guillermo Thorndike, que estaba sacando una editorial llamada Libre. No conocía a Thorndike. La vida a plazos de don Jacobo Lerner salió con Libre en 1978, pero poco tiempo antes, el crítico Wolfgang Luchting había leído la novela en inglés e hizo una reseña para La Prensa, titulada “Una sorpresa para la literatura peruana”.
Esta reseña de Luchting, crítico alemán al que debemos (y vamos a) visibilizar más, era parte de una serie de reseñas positivas que La vida a plazos había conseguido en inglés en diarios y revistas de la talla del New York Times, Newsweek y The New Yorker.
“Me emocionó la reseña del New York Times. Primero, porque no la escribió un judío, sino el director del Departamento de Creación Literaria de Columbia University, a quien yo no conocía. Y porque decía que mi novela era una enternecedora exploración de la condición humana, o sea, no de lo judío, no, de la condición humana y me gustó, además, porque la reseña se publicó en la misma página con un anuncio publicitario de la biografía de Pelé”, sonríe Goldemberg sobre la recepción de su novela que, en lugar de celebración, es una crítica a sus propias raíces.
En México, La vida a plazos tuvo auspiciosos saludos en medios, como los de José Emilio Pacheco y Guillermo Sheridam, y es de México de donde vino el comentario de Gabriel García Márquez.
“En Nueva York, conocí al cineasta Jomi García Ascott, a quien García Márquez le dedica Cien años de soledad. Él le entregó la novela a García Márquez. Después de un tiempo, Jomi me mandó una nota que García Márquez le había pedido que me entregara. La nota decía que le había gustado la novela pero que el título debía ser solo La vida a plazos. Lo pensé mucho, pero lo que me interesaba también era que el lector sepa que se trataba de una novela judía, con un personaje judío”.
Goldemberg no es ajeno a la situación actual entre Israel y Palestina, al respecto, el escritor cuenta:
“Siendo muy joven tenía un amigo palestino y decidimos vender telas durante un verano. Un día caminamos por todo el centro de Lima intentando vender las telas. No vendimos ni una. El papá de mi amigo nos dijo: es una vergüenza que un palestino y un judío no hayan podido vender ni una sola tela. Lo que te quiero decir es que es una lástima que Israel y Palestina no hubiesen formado una confederación, con dos estados independientes, pero confederados, donde los israelíes y judíos pudieran vivir en Palestina si les daba la gana y los palestinos pudieran vivir en Israel si les daba la gana. ¿Por qué? Porque yo ya me había dado cuenta de que los palestinos tenían una historia muy parecida a la de los judíos, con una diáspora grande y, además, una diáspora muy próspera, tanto económicamente como culturalmente. Pudieron haber sido un ejemplo para los demás países de la región dominada por reyezuelos y dictadores. La mala suerte es que no ocurrió eso”.
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Isaac Goldemberg presentará la nueva edición de La vida a plazos de don Jacobo Lerner, a cargo de Revuelta Editores, este jueves 6 de febrero en Vallejo Librería Café (Av. Camino Real 1119, San Isidro). Los comentarios estarán a cargo de Marco García Falcón y del autor de la nota (amigo personal de Goldemberg).