San Valentín en tiempos de odio, por Eliana Carlín
Tan pronto empezó el 2025, entramos en las previas de la campaña presidencial que vendrá en 2026. Con más de 40 partidos inscritos, y otros tantos terminando de subsanar observaciones, se esperan unas elecciones generales —junto con las regionales y municipales— marcadas por una gran fragmentación. Además de la fragmentación, se anticipa una polarización violenta en la que ya vemos ganando espacio a la extrema derecha que reivindica la “batalla cultural”, que es en realidad una batalla anticultural.
La Universidad de California publicó un reciente estudio que determinó que en X (para mí, siempre Twitter) los discursos de odio han crecido 50% desde que Elon Musk asumió la plataforma, siendo la mayoría de comentarios de corte homófobo y racista. Estas narrativas peligrosas ganan espacio sobre todo cuando son ejercidas por referentes poderosos, como lo son Trump o Javier Milei. Habiendo ganado espacio político, podemos ver con claridad cómo los orcos salen de sus cuevas, mostrándose en su real dimensión: antiderechos, racistas, discriminadores e inhumanos. Estos discursos comienzan con la palabra, o en la virtualidad, pero pueden trasladarse fácilmente a la realidad.
El sector privado no está libre del impacto de las políticas de la extrema derecha. En Estados Unidos ya hay muchas compañías, incluyendo gigantes como Facebook, que han recortado o redireccionado sus políticas “DEI” (diversidad, equidad e inclusión), y no tardarán en reportarse situaciones similares en países como el nuestro.
Este escenario internacional anticipa una campaña presidencial más dura que la de 2021 en cuanto a la identificación del “enemigo común” por parte de la ultraderecha, para tratar de “eliminarlo” de la manera que puedan. Ya vimos que en este esfuerzo, todo vale: difamar, eliminar votos, mentir sobre fraude, exigir vacancia antes de la juramentación. ¿Es posible un diálogo sincero en estas condiciones? Solamente si se invita —de verdad— a todos a la mesa.