Cuando la Tierra era fría: la Pequeña Edad de Hielo, por José Ragas
Los reportes meteorológicos más recientes confirman lo que especialistas y la población conoce: que la temperatura ha ido aumentando en los últimos años. Ya no se trata solo de que los veranos son más calientes o húmedos sino que las estaciones presentan también cambios, lo cual hace que la transición de unas estaciones a otras sea menos marcada como en el pasado.
Los efectos del calentamiento global están presentes a nivel global y no solo en la temperatura: los numerosos desastres naturales que han ocurrido en estos últimos meses están asociados a este fenómeno. Basta mencionar los huracanes, los incendios forestales (ocurridos en California y Chile) y las inundaciones, una de las cuales afectó la provincia de Bahía Blanca en Argentina la semana pasada, que ha dejado dieciséis víctimas y casi mil personas damnificadas. Mientras tanto, investigadores de Penn State (Estados Unidos) vaticinan un aumento en enfermedades como ataques al corazón y golpes de calor debido a que el cuerpo humano está por rebasar su tolerancia natural a la humedad.
El escenario actual de un calentamiento sostenido (y quizás inevitable) no es necesariamente nuevo. Según lo sugiere la evidencia científica, el incremento de temperatura a nivel planetario proviene del último siglo y es la consecuencia de las acciones humanas, las cuales han afectado de manera significativa el entorno y el clima. Si bien hubo largos periodos de temperaturas cálidas en el pasado (como en la época medieval), estas no alcanzaron la magnitud de lo que experimentamos actualmente a diario, y tampoco los fenómenos asociados con este incremento. Por eso es necesario hablar de la Pequeña Edad de Hielo.
La Pequeña Edad de Hielo es un periodo que comenzó hacia el siglo XIV y que se extendió hacia finales del siglo XIX. Para ponerlo en términos locales, casi un siglo antes de la llegada de Cristóbal Colón a las Américas y poco después de la Guerra del Pacífico entre Perú y Chile. Como su nombre lo sugiere, este periodo estuvo caracterizado por un ligero enfriamiento, especialmente en el hemisferio norte. Algunos estudios han logrado precisar que la temperatura descendió en 2º Celsius. Si bien puede parecer poco, es significativo en los efectos que puede producir en ecosistemas y en las sociedades humanas, tanto como los 2º Celsius en los que se proyecta el incremento actual de temperatura.
Como parte de un proyecto de investigación (Fondecyt de Iniciación N. 11220213), estos últimos meses he estado explorando la forma en la cual este periodo de temperaturas relativamente frías se manifestó en diversas partes del planeta. Estudiar los periodos en los cuales como sociedad hemos estado expuestos a distintas temperaturas y climas es relevante para comprender las transformaciones que ocurren en la biósfera, pero también nuestra capacidad para adaptarnos (o no) a estos cambios.
Los estudios sobre la Pequeña Edad de Hielo han permitido conocer de manera muy detallada cómo el descenso de temperatura trajo consecuencias transversales a todos los sectores de la sociedad. Investigadores como Geoffrey Parker han denominado el “siglo maldito” a la secuela de trastornos políticos y económicos que tuvo lugar en el siglo XVII, y que los atribuye a la Pequeña Edad de Hielo. Se trataría de la conocida “crisis general” que afectó desde Rusia hasta África, pero que en América tuvo el efecto opuesto, y fue más bien una época de dominio criollo y expansión del comercio interno. Si el clima es un factor importante, no necesariamente influye por igual a todas las regiones.
De ahí la importancia de buscar no solo nueva información en los archivos sino también nuevos instrumentos y preguntas que permitan incorporar el clima a fenómenos ya estudiados. El esfuerzo de Peter Frankopan en su libro La tierra transformada, apunta precisamente a desarrollar un escenario tan completo como sea posible, donde el clima altera las estructuras sociales, ecológicos y económicas en diversas regiones. El efecto en plantas y cultivos pudo haber traído como consecuencia diversas hambrunas y crisis agrícolas, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.
Si bien tuvo un alcance planetario, la Pequeña Edad de Hielo no fue un evento homogéneo. Y la capacidad de adaptación y respuesta de las comunidades fue importante al momento de contener este cambio como también de aprovecharlo incluso, según lo refiere Dagomar Degroot para el caso holandés, donde los comerciantes supieron sacar partido de las bajas temperaturas para consolidarse en el comercio de productos como ballenas y sus derivados. Asimismo, grupos como los vikingos aprovecharon la mayor presencia de animales de temperaturas frías (focas y renos) para cazarlos y reemplazar su dieta antes limitada a los productos agrícolas.
Un aspecto relevante al estudiar escenarios distintos al actual es que podemos explorar la capacidad que tenemos como sociedad e individuos de afectar directamente el clima. Los estudios indican que esta capacidad de afectar nuestro entorno a escala mayor fue posible con la industrialización, lo cual ha llevado a crear el término (muy polémico) de Antropoceno para registrar a los humanos como agentes directos. De igual modo, términos derivados como Capitaloceno han busca incidir en la influencia del capitalismo como responsables del calentamiento global.
El debate sobre si podremos sobrellevar el incremento progresivo de temperatura es de suma urgencia. Antes que tratarse de un debate sobre el “clima”, como si este fuera únicamente un agente externo, es necesario verlo también como un problema social y político, donde a las autoridades les corresponde un rol directo en la tarea de mitigación y prevención de este fenómeno antes que siga causando más víctimas.