Rehenes psíquicos, por Jorge Bruce
La velocidad con la que se propaga la erosión del Estado de Derecho en el Perú nos coloca en una situación de parálisis angustiosa. Como en un relato de Edgar Allan Poe, vemos cómo se aproxima el péndulo letal, y nos sentimos impotentes para impedirlo. El péndulo -que se acerca inexorablemente al condenado por la Inquisición- es el Tiempo. Lo que el cuento genera es una angustia incoercible. Ese miedo, esa “parálisis de la inmovilidad”, como dice el vals El Pirata, es exactamente lo que buscan quienes promueven esa situación de letargo y resignación. Al ver la magnitud de las fuerzas que actúan, cada vez más desembozadamente, en favor de la impunidad hasta de las bandas delincuenciales, nos sentimos solos, acorralados, asustados. En la medida que no todos somos víctimas -por ahora- de persecución político-judicial, nuestra condición es la de rehenes psíquicos.
Me refiero, claro está, a quienes tenemos acceso a medios de opinión, ya sea de manera formal como en este diario, o cierto grado de influencia en las redes sociales.
La noción de rehenes psíquicos se la leí en el diario Le Monde al filósofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman. El pensador francés es judío y vive en París, un lugar en el que, pese al creciente antisemitismo, se siente protegido por las leyes. Sin embargo, no puede ocultar su horror por la masacre interminable en la franja de Gaza. Sin por ello olvidar, ni por un instante, el pogromo de Hamas el 7 de octubre ni los rehenes -estos sí materiales y psíquicos- que continúan en poder del grupo terrorista. Traduzco un párrafo de su texto:
“Pero lo intolerable que reina en Gaza nos ha arrojado en algo como una parálisis de miedo, una vergüenza abismal, signo de nuestra condición de apresados en una tenaza moral. Ni perseguidos, ni refugiados, ni prisioneros, somos sin embargo los rehenes psíquicos de la situación creada por la historia reciente -pero iniciada desde hace buen tiempo en realidad- de esta región del Oriente próximo”.
Es evidente que nuestra realidad dista mucho, por no decir que es incomparable, con lo que sucede en la mencionada región, en donde el conflicto con Irán ha hecho aumentar de manera exponencialmente peligrosa, lo que ya era una fuente de angustia mundial. Sin embargo, me parece pertinente rescatar la idea de rehenes psíquicos. Tal como lo mencionaba líneas atrás, las pocas personas conectadas, como dice Manuel Rodríguez Cuadros, en la edición dominical de La República, nos enfrentamos a una paranoia azuzada por los partidarios del autoritarismo, la corrupción y el crimen. Con la salvedad de que, como se afirma en broma, el hecho de que estemos paranoicos no significa que no nos persigan.
Es en esa medida que se nos aplica, salvando las distancias insisto, la condición de rehenes psíquicos. Nos enfrentamos a fuerzas que controlan buena parte del aparato del Estado. Las reposiciones en curso de las hermanas Benavides, o de los hermanitos de la banda de los “Cuellos Blancos”, anuncian sin matices lo que está ocurriendo. Personas a las que se les había probado sus delitos con evidencia contundente, regresan gracias al copamiento de la Junta Nacional de Justicia (cuyo nombre es de una ironía amarga).
A pesar de que todo parece jugar en contra de la preservación de lo que era, pese a su precariedad, un país con posibilidades de desarrollo, es preciso perseverar. La principal característica de quienes han prevalecido en las peores adversidades es la de nunca dejar de soñar con un proyecto de mejores condiciones de vida para todos. Lo dicen, cada cual a su manera, sobrevivientes de los campos de concentración como Primo Levi, Elie Wiesel o Viktor Frankl. De nuevo, es preciso puntualizar que se trata de situaciones inhumanas extremas. No obstante, sus lecciones de vida trascienden las épocas y circunstancias.
Hay muchos peruanos pasando hambre y siendo víctimas de injusticias cotidianas. Y esto no hace más que empeorar cada día que pasa, con un Congreso al servicio de grupos criminales y un Ejecutivo cuyo nombre es una flagrante contradicción, pues solo obedece órdenes y estas ahondan la abyección que sufren los más desposeídos y desempoderados. Muchos peruanos son tratados, en muchos escenarios como el transporte o los hospitales públicos, o bien el de la minería ilegal, de manera inhumana. Pienso en particular en las mujeres a las que se les van arrebatando sus derechos paulatinamente. Todo esto en nombre de ideologías oscurantistas de machismo, racismo y opresión cultural.
De ahí la urgencia de no bajar los brazos. El proyecto autoritario y corrupto, se siente tan empoderado que ha perdido la vergüenza. Por eso divulgan mentiras grotescas como tesis desaparecidas, arrastradas por un huayco, un ventarrón o, por qué no, un pishtaco se las llevó. No sería la primera vez que un político acude a explicaciones mágicas para justificar sus exacciones. Lo hizo el general de la policía Félix Murga, alegando que una banda criminal llamada “Los Pishtacos” asesinaba personas para vender su grasa corporal en el extranjero. O el fugaz presidente Merino quien declaró, en una entrevista en un canal de TV en Tumbes, que su predecesor, Martín Vizcarra, le había dejado, a modo de maleficio, un gallinazo cojo en el despacho presidencial.
Por eso es preciso preservar la cordura, no dejarse paralizar por el temor, seguir denunciando las atrocidades contra el Estado de Derecho y, sobre todo, no perder la esperanza de revertir lo que hoy parece indetenible. Lo hemos hecho en muchas oportunidades. Nos toca hacerlo de nuevo.