A lo lejos se acercan portaaviones, por Mirko Lauer
Desde aquí la guerra se nos figura como un horror lejano, casi por definición. Pero con los sables que traquetean hoy por todas partes, ya nada puede garantizar que ese horror no se acerque. Ayer nomás el canal de TV CNN informó que los modernísimos portaaviones chinos han comenzado a operar aún más lejos de sus costas, y con ello enviando al mundo un nuevo mensaje de fuerza militar.
Sin duda, el motivo de los paseos del portaaviones Shandong, y del todavía más moderno Fujian (en construcción), es una eventual invasión de la República de Taiwán. Pero el alejamiento de la flota china respecto de sus propias costas la puede llevar lejos. En otras palabras, se nos va acercando cada vez más a nosotros. Algo que a su vez va atrayendo otras flotas de guerra a las mismas zonas.
Hay antecedentes, aunque remotos. En 1615, la flota colonial española del Pacífico Sur chocó con las naves del corsario Joris van Spielbergen, en un combate frente a las costas de Cañete. El holandés ganó, y fugó hacia el norte. Holanda vs. España frente a Cañete. Muestra de que ya para entonces las guerras se podían trasladar por partes a cualquier lugar.
Ahora son otros tiempos, pero no es tan difícil imaginar a naves de imperios de hoy chocando incómodamente cerca de nuestras costas. Algo que podría movilizar a algunas fuerzas de la región. En América Latina hemos tenido, si comparamos, pocas guerras, y menos cruentas que otras. Pero en ese terreno las cosas siempre pueden cambiar, y a veces rápido.
La norma de los militares en la zona ha sido armarse para eventualmente tener que defendernos de un país vecino. Tenemos cinco de esos, y guerras con tres de ellos en la historia. Pero los avances tecnológicos han acortado las distancias bélicas, y así uno puede agredir a gente que vive muy lejos. Torciendo un viejo refrán, en aquello atacar, todo está en empezar.
Hay la difundida sensación que el match de fondo, en los tiempos que vienen, será Beijing-Washington, en el cual, según algunos nuestra ubicación, a pesar de lejana de ambas capitales, nos da un asiento de primera fila. Sería irónico que ahora que hemos hecho buenas paces con nuestros vecinos, los peligros empiecen a expresarse desde países lejanos.