El enigma de la capacidad nuclear de Irán: la presunta amenaza antes de los bombardeos de Estados Unidos
Israel atacó a Irán en la madrugada del viernes 13. Decenas de misiles y bombas sobrevolaron varias ciudades, incluyendo Teherán, cuando la mayoría descansaba. Esas primeras explosiones dejaron al menos 320 personas heridas y 78 muertes, según reportó el representante iraní ante la ONU, Amir-Saeid Iravani. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró en televisión que el bombardeo era un “ataque preventivo, preciso y coordinado” para contrarrestar la amenaza que representa el programa nuclear iraní para su país.
Ese ha sido el principal sustento para la ofensiva, la supuesta capacidad nuclear iraní. Netanyahu lleva más de 30 años alertando —sin evidencias— sobre la inminencia de una bomba nuclear en manos de los ayatolas. Las Fuerzas de Defensa de Israel le han hecho el coro. “Hoy, Irán está más cerca que nunca de obtener un arma nuclear”, han dicho. Pero la verdad es que la información sobre los avances de Teherán en materia atómica es escasa.
Y ahora más. Hasta antes del bombardeo de Estados Unidos contra Irán, los ataques israelíes mataron científicos y se dirigieron a centrales atómicas como las de Natanz y Fordow, pese a que la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) había advertido —en el contexto de la guerra entre Ucrania y Rusia— que las instalaciones nucleares no deben ser atacadas porque sería un riesgo grave para la seguridad mundial.
Programa nuclear iraní bajo fuego
¿Qué se sabe sobre las investigaciones en materia atómica de Irán? En medio de un área desértica al sur de Teherán se encuentra Natanz, una de las principales plantas del programa nuclear iraní. Allí hay dos instalaciones para el enriquecimiento de uranio: una tres pisos bajo tierra y otra en la superficie. Según un reporte de Reuters, la planta subterránea tiene capacidad para 50.000 centrifugadoras, aunque actualmente hay 16.000 instaladas y solo 13.000 en funcionamiento. Aquí se enriquece uranio hasta al 5%, un nivel adecuado para uso en reactores nucleares, pero muy bajo para fabricar armas.
La otra instalación en Natanz está en la superficie y alberga menos de mil centrifugadoras, pero allí se está enriqueciendo uranio hasta el 60% de pureza, un nivel más cercano al requerido para fabricar una bomba. Por eso, es uno de los principales objetivos de la Operación León Creciente de Israel. Según reportes de la OIEA, Natanz ha sufrido graves daños con los bombardeos.
Otra instalación del programa nuclear iraní es el Centro de Tecnología Nuclear en Isfahán. Allí había un laboratorio central de química; una planta de conversión de uranio —un paso previo al enriquecimiento—, una planta de producción de combustibles, y una de conversión a metal de uranio. Estos cuatro edificios fueron convertidos en escombros tras los primeros ataques.
Para desarrollar armas nucleares, se necesita uranio altamente enriquecido, con cerca del 90% del isótopo uranio-235. Este tipo especial de uranio es capaz de iniciar una reacción en cadena llamada fisión nuclear: un átomo se divide y libera energía, lo que provoca que otros también se dividan y multipliquen la reacción. La gran cantidad de energía liberada es lo que produce la explosión de un arma nuclear, como la devastadora bomba lanzada por Estados Unidos hacia Hiroshima y Nagasaki en 1945.
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Por otro lado, está Fordow, la segunda instalación nuclear más importante. “Toda esta operación debe completarse con la eliminación de Fordow”, dijo, a Fox News, el embajador de Israel en Estados Unidos, Yechiel Leiter, en los primeros días de ataques. Este complejo está construido en la ladera de una montaña, en la ciudad de Qom, a 80 metros bajo tierra. De acuerdo a un informe de France24, estaba protegida por sistemas de misiles tierra-aire iraníes y rusos, que posiblemente fueron atacados por el ejército israelí.
Los ataques de Israel también causaron la muerte o heridas graves a varios científicos iraníes vinculados al programa nuclear. Entre ellos están Fereydoun Abbasi-Davani, exdirector de la Organización de Energía Atómica de Irán, y Mohammad Mehdi Tehranchi, rector de la Universidad Islámica Azad y vinculado a investigaciones nucleares. Ambos expertos tenían roles clave en el desarrollo, gestión y avance de las tecnologías. La eliminación del personal científico altamente especializado pone en jaque la continuidad y progreso del programa.
¿Y cuál es la capacidad nuclear de Israel?
Pero la pregunta sigue siendo la misma, ¿Irán tiene armas nucleares o no? Irán creó su programa nuclear en la década de 1950, con el apoyo del entonces presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, en el marco del programa ‘Átomos para la Paz’.
A cinco años del lanzamiento de bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, la iniciativa estadounidense buscaba impulsar el desarrollo de energía nuclear para fines pacíficos como generación de electricidad, la investigación científica, medicina, agricultura e industria.
En búsqueda de un mejor control sobre este tipo de energía, en 1970 se creó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Irán lo firmó y se comprometió a rendir cuentas sobre su programa nuclear al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Por ello, se conoce que posee uranio enriquecido hasta un 60%. Y el Gobierno iraní ha reiterado en diversas ocasiones que no tiene el objetivo de fabricar armas nucleares.
Se sabe que son nueve países los que poseen armas nucleares actualmente. Hasta antes de TNP, eran cinco: Estados Unidos, la Unión Soviética (hoy Rusia), Reino Unido y Francia. “Este tratado buscó congelar la situación. No se quería que más países tuvieran armas, aunque tampoco se las quitaba a los que ya las tenían. Por eso su nombre indica: ‘no proliferación’”, explica el politólogo Sebastien Adins. Pese a ello, cuatro países más lograron obtener este tipo de armamento: Israel, India, Pakistán y Corea del Norte.
“La crítica que muchos tenemos es que Israel constantemente presenta a Irán como la gran amenaza, pero desde finales de los años 60 tiene un arsenal nuclear. Nunca lo ha admitido, pero es un hecho que hasta Estados Unidos reconoce”, destaca Adins.
Israel no ha firmado el TNP, pero desde la década de 1970, el Departamento de Inteligencia de EE. UU. ha reconocido que cuenta con capacidad para fabricar armas nucleares. La información ha sido respaldada por estudios del Bulletin of the Atomic Scientists y del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, que estiman que Israel posee entre 80 y 90 ojivas nucleares.
Aunque Israel nunca ha confirmado oficialmente su arsenal, se considera que mantiene una política de ambigüedad nuclear para disuadir amenazas sin provocar una escalada en la región.
“Se supone que las armas nucleares no deben usarse nunca por la capacidad de destrucción que tienen. Pero, se tiene que reconocer su poder para disuasión. Por ejemplo, en la época de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética nunca llegaron a tener un enfrentamiento, precisamente porque se sabía que ambos tenían esas armas", señala el politólogo.
Una justificación parecida a la de George Bush
Los ataques entre Israel e Irán han continuado desde aquel viernes. Una semana después, el gobierno israelí aseguró que con su ofensiva logró retrasar la fabricación de una bomba nuclear “al menos dos o tres años”. “No nos detendremos hasta que hagamos todo lo posible para eliminar esta amenaza”, declaró el ministro de Exteriores, Gideon Saar.
Pero la justificación suena parecida a la que presumía la administración del expresidente George W. Bush cuando invadió Irak. Estados Unidos alegaba que el régimen de Saddam Hussein tenía un programa activo de armas de destrucción masiva. Después, las investigaciones confirmaron que las acusaciones eran falsas.
"Los primeros bombardeos llegaron en marzo del 2003 y, formalmente, finalizaron en diciembre del 2011. En el camino, murieron medio millón de Irakíes, 9,2 fueron desplazados y 4,7 experimentaron inseguridad alimentaria", recuerda la socióloga Manuela Cano, a France 24. Las advertencias de la presunta amenaza fueron reiteradas varias veces hasta que fueron desmentidas.
El silencio estratégico de Israel sobre su propio arsenal contrasta con la confrontación abierta hacia Irán.