Venezuela, me dueles
Viernes pasado, 300 mil personas en Cúcuta, Colombia, frontera con Venezuela siguieron concierto Venezuela Aid Live (Alejandro Sanz, Juanes, Maná, Ricardo Montaner, Miguel Bosé, Paulina Rubio, Maluma, Reik y más); objeto: recaudar 100 millones de dólares para ayudar al pueblo venezolano.
Y sábado, intento de introducir 600 toneladas de medicinas y alimentos no se logró porque el dictador Maduro y huestes ¡quemaron camiones con ayuda!, gasearon ciudadanos; hay al menos cuatro muertos. Este lunes el dictador retuvo en su residencia al periodista Jorge Ramos porque no le gustaron sus preguntas y exposición en medios de hambruna. Esa tragedia, como cualquier otra, a nadie con sentido de pertenencia al género humano nos puede ser ajena. Comparto dos vivencias de estancias en Venezuela: de mi hijo Pablo y mía.
Pablo hizo estudios de secundaria un año en Woodland, Irlanda, donde se hicieron buenos amigos un venezolano y él; hermana de aquel fue su novia, quien después ganó concurso en su estado y participó en Miss Venezuela. En 2014 visitó a su amigo en su ciudad, Valencia; el día de regreso perdió vuelo por caos de tráfico derivado de pésima movilidad generalizada por gobiernos fallidos, no obstante varias horas previas de salida al aeropuerto; inseguridad por todo el territorio. Patrimonio familiar del amigo se esfumó, salieron todos de Venezuela, salvo aquel, a quien sus ex compañeros hoy hacen llegar algún apoyo y a quienes recién les pidió recibir amigas venezolanas con una súplica: nada de trata. Razono con Pablo: imagina un día tuvieras que pedir a amigos extranjeros abriguen a tus hermanas o hijas por crisis humanitaria en México.
Fui a Venezuela primera vez en 1990 por Carlos Castillo Peraza, director del Instituto de Capacitación del PAN, con propósito de crear una comisión latinoamericana de derechos humanos de trabajadores, auspiciado por el movimiento demócrata-cristiano. Iba con expectativas altas sobre fortalezas democráticas de Venezuela (sus varias alternancias en el poder político hasta entonces) y de sus logros Miss Universo.
Solo éstas últimas encontré. Apenas llegando hubo una tormenta que desquició Caracas y expuso la pésima infraestructura urbana, reflejo de deficiencia y putrefacción gubernamental (antes había olido a podrido a políticos venezolanos en Bruselas como en Estrasburgo, en reuniones del Parlamento Europeo que acudí). En mi reporte registré que régimen venezolano ya estaba desfondado de futuro.
Al tiempo, decepción, frustración, desesperación ciudadana hicieron rayo de esperanza a militar golpista indultado, Hugo Chávez, quien regaló mucho dinero del petróleo, se reeligió y murió presidente; su sucesor Maduro, se reeligió, polariza y siembra odio para mantenerse en el poder; estertores son muy dañinos.
El Presidente con su canciller Ebrard(en casa de éste le expresé en sus tiempos salinistas contradicciones sobre su proyecto de país) en intentos de acompañar dictadura socialista se ha quedado solo en ámbito internacional. La anteojera con la que AMLO ve realidad interna y externa hoy es la de años 70, de Echeverría y López Portillo: “No interferencia en asuntos internos de otro país” reitera. Doctrina Estrada es obsoleta por ceguera –si no cómplice- ante violaciones graves de derechos humanos. Por supuesto no a intervención militar unilateral de EEUU. Pero desconoce Presidente actualidad constitucional del art. 1º (a partir del 2011), por las que todas las autoridades del Estado Mexicano, empezando por Presidente, están obligadas a promover, proteger y garantizar los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales, favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia, por principios como el de de universalidad, y por tanto, también frente a gobiernos que violen derechos humanos. ¡Vamos Venezuela; sí se puede!