Pensamiento pedagógico de Torres Bodet
Jaime Torres Bodet (1902-1974) además de ser escritor, ensayista y poeta, fue Secretario de Educación Pública en dos periodos. El primero, durante la Presidencia de Manuel Ávila Camacho de 1943 a 1946 en el que creó el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio. El segundo, durante la Presidencia de Adolfo López Mateos de 1958 a 1964, periodo donde inicio el Plan de Once Años y creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito. Hoy en día, me parece importante apuntar algunas ideas de su pensamiento educativo escritas en el libro Teoría y Práctica de la Reforma Educativa, publicado por el Instituto Federal de Capacitación del magisterio en 1963. Torres Bodet escribía:
“Necesitamos obrar con espíritu de continuidad, pero sin tímidos conformismos. Un sistema de enseñanza se distingue primordialmente por la respuesta que proporciona al conjunto de circunstancias en que se aplica. Cuando el progreso cambia las circunstancias, se impone una revisión de muchos de los programas educativos. Esto es verdad, no solo para nosotros y entre nosotros. Un mundo en evolución tan acelerado no tiene derecho a desconocer los problemas que entraña esa evolución, ni debe menospreciar los instrumentos que sus conquistas científicas les deparan. Vivir en la segunda mitad del siglo XX es un privilegio y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad. Una gran responsabilidad porque nunca había tenido el hombre mayores obligaciones, ni aceptado mayores riesgos. Un privilegio, porque nunca había dispuesto la humanidad de tantas posibilidades materiales y de recursos técnicos tan valiosos.”
“Procede recordar esa situación para no incurrir en dogmáticos pedantismos. Advertimos en nuestra escuela primaria dos males complementarios: uno en el orden para seleccionar y jerarquizar los temas, así como para evitar la superficialidad en la forma de exponerlos y coordinarlos. El primero exige un mayor esfuerzo de síntesis. El segundo reclama un más cuidadoso rigor de análisis. Tendremos que eliminar –aunque nos pese--, muchos detalles, muchas referencias y muchos nombres para orientar la atención del educador hacia tres metas esenciales: que el niño conozca mejor que ahora el medio físico, económico y social en que va a vivir, que cobre mayor confianza en el trabajo hecho por sí mismo y que adquiera un sentido más constructivo de sus responsabilidad en la acción común.”
“Habremos de equilibrar el tiempo destinado a la información y el destinado a la formación propiamente dicha, disminuyendo tal vez las horas que el niño invierte en escuchar a su profesor y aumentando aquellas en que, bajo la dirección de su profesos, el niño –por sí solo o en grupo—realiza una actividad que le estimula a comprender lo que el maestro quiere enseñarle y a retener lo que así ha aprendido merced a un procedimiento más eficaz que el de la palabra: la memoria de la experiencia.”
“Es recomendable abrir, en los planes y en los programas una puerta mucho más amplia a los elementos locales y regionales, tan vigorosos en nuestro pueblo. Conviene que la unidad del propósito nacional ni imponga al educador una vana uniformidad en los medios y los ejemplos de la enseñanza”.
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